Un deseo por lo prohibido
Viviendo en un matrimonio lleno de maltratos y abusos, donde su esposo dilapidó la fortuna familia, llevándolos a una crisis muy grave, no tuvo de otra más que hacerse cargo de la familia hasta el extremo de pedírsele lo imposible.
Teniendo que buscar la manera de ayudar a su esposo, un contrato de sumisión puede ser su salvación. En el cual, a cambio de sus "servicios", donde debía de entregársele por completo, deberá hacer algo que su moral y ética le prohíben, todo para conseguir el dinero que tanto necesita...
¿Será que ese contrato es su perdición?
¿O le dará la libertad que tanto ha anhelado?
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Capitulo 21
Para Yeikol, su esposa era una flor delicada, un ángel y su musa perfecta.
Terminaron de hacer el amor. Él le acariciaba el cabello y ella le limpiaba el sudor del rostro.
— Amor, viajo en dos días, probablemente dure un mes fuera del país. ¿Por qué no vienes conmigo?— preguntó Yeikol
Ella lo besó y lo abrazó fuerte.— Mi rey, tengo que participar en la pasarela de Gucci, en unos días.
— Milena, debería relajarte, y tomarte unas vacaciones. Recuerda lo que dijo la doctora.
— Yeikol, si no logro quedar embarazada, no es por estrés. Joder.— dijo molesta. Obviamente, cada vez que tocaban ese tema, terminaban enojados.
Ella intentó alejarse de él, pero él la detuvo.— Tranquila, amor. No olvides que te amo.
— A veces pienso que me vas a dejar porque no puedo tener hijos.
— Eso nunca va a suceder.
Dos días después
Yeikol después de rociarse un exquisito perfume, se miró al espejo para peinar su cabello. La imagen de Muriel le llegó a la mente, iba a durar un mes sin tocarla, “¿por qué no aprovechar antes de irme?”, se preguntó, mientras arreglaba su elegante traje.
Terminó de arreglarse y bajó al comedor, dónde lo esperaban su esposa y su asistente listos para desayunar.
— Buen día, Alfred.
— Buen día, mi señor.
Empezaron a desayunar, Yeikol comía diminutas porciones. Al parecer algo lo preocupa y Milena lo pudo notar.
— Amor, ¿qué te sucede?
Yeikol la miró y frunció el ceño. Tenían mucho tiempo que no viajaban juntos, y él quería ir con ella a Madrid.
— ¿De verdad no vas a venir conmigo?— le preguntó él.
Ella se levantó de la silla y se le sentó en las piernas. Le rodeó el cuello con los brazos y le contestó.— Cariño, ya hablamos de eso. Te prometo que vamos a viajar juntos, cuando finalice la campaña de Gucci. Ahora me tengo que ir, feliz viaje. Te amo, cuando llegues me avisas. — se despidió de Alfred y se retiró.
Milena amaba su trabajo, no había día de descanso para ella. De hecho, las veces que estuvo embarazada siguió trabajando normal, y eso influyó mucho en las perdidas de los bebés. La doctora le recomendó tomarse unas vacaciones, y descansar, pero ella nunca vio esas posibilidades como una opción.
Yeikol respiró profundo y se levantó del comedor. Mientras se dirigía a la sala de estar, dijo.— Llámala.— le ordenó a Alfred.
El asistente, que iba detrás de él, pensó que era una locura, porque tenían que viajar. — Mi señor, el jet está listo, al igual que los demás seguridad. Le recuerdo que tienes una reunión a las 10:00 AM. Debemos irnos.
— Alfred, ¿Qué tan difícil puede ser marcar un número?
— Lo siento, señor.
— Cancela la puta reunión.
A Yeikol no le importaba la reunión, ya que ellos eran los interesados y tenían que esperar por él. Y en cuanto al jet, era el dueño, tenía que estar listo cuando lo ordenara. En ese momento lo único que deseaba era tener una sección de sexo salvaje con ella.
En la mansión Brown.
Muriel se terminó de vestir y estaba lista para irse al trabajo. Únicamente le faltaba terminarse una taza de té. Estaba sentada en la cocina, mirando su teléfono móvil, mientras disfrutaba de pequeños sorbos de la bebida. Beatriz la notaba extraña, como si escondiera algo. La observó durante unos minutos, la joven ya no parecía religiosa. No pudo aguantar la curiosidad de saber qué le pasaba.
— Muriel, ¿te pasa algo?— preguntó y se sentó a su lado.
La joven la miró, se dio el último sorbo de té, y le respondió.— No. ¿Por qué la pregunta?
— Estás rara últimamente. ¿Quién te dio el dinero para la operación de Noah?— indagó curiosa.
Muriel emitió una sonrisa.— Beatriz, si no hubiese sido confidencial, te lo hubiera dicho.
— ¿Cuánto te pagó y qué hicieron?
— Confórmate con saber que tu preciado hijo está vivo.
— Tu actitud me parece chocante.
Muriel se puso de pie, agarró su teléfono, su bolso, y le dijo.— La tuya me parece irritante, y no me estoy quejando.
Se retiró dejando a la señora confundida y con un montón de preguntas. En qué momento la joven la comenzó a tratar de igual, por qué no la respetaba.
Muriel salió de la mansión y se encontró con Lola. La señora la esperaba con un sándwich y un vaso de jugo.
— Buen día, Lola, no hace falta que hagas esto por mí.— dijo apenada.
— Buen día. No quería desayunar sola.
La mañana anterior, Muriel pasó por la casa de Lola, llevó desayuno, y dijo esas mismas palabras. “No quería desayunar sola”.
— Bien, desayunemos en esta banqueta.
Minutos después, habían terminado de desayunar. Ambas sonreían por lo chistoso que era estar ahí. Parecía que no tenían hogar.
— Lola, gracias.
— Gracias a ti. Tenía deseos de compartir con alguien que me transmitiera paz. — dijo afligida, y bajó la mirada.
Muriel iba a hablar cuando le vibró el teléfono. Quedó paralizada, sintiendo las vibraciones. ¡Caray!, exclamó y procedió a contestar.
Alfred le pidió ir al lugar de siempre, en minutos pasaría por ella.
— Me tengo que ir.— le dijo Muriel a Lola y se retiró. La joven estaba confundida, se suponía que se vería con su jefe una, o dos veces al mes.
“Otra vez. Una vez más volveré a sentir todas esas sensaciones que él le provoca a mi cuerpo. Esos placeres que descubrí bajo su sumisión. Y no debería, no debería sentir placer con él, pero no puedo evitar que mi cuerpo reaccione a sus toques. No entiendo por qué nuestros encuentros son seguidos, y más de las veces acordadas. Tendré que recordarle al señor esa parte del contrato”, pensó la joven.
Más tarde, ya estaba en el auto con Alfred. Se dieron los buenos días y él empezó a conducir.