Soy huérfana desde los 6 años, y ahora que estoy apunto de cumplir los 18 años, las cuidadoras me vendieron en matrimonio. Mi nombre es Rouse y fui obligada a casarme con el único hijo de Mrs Hassan... Pero hay algo que no saben... Tengo cáncer en etapa terminal.
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Tomar la decisión
Ya sabía que Cristian descubriría que tenía cáncer, pero no sabía que sería tan pronto, no pensé que sería de ésta forma...
-Además de eso, en tus análisis se muestra una mitigación de los síntomas, a causa de fármacos usados recientemente- y la cara de Cristian vuelve a estar en shock, pera ésta vez me mira a mí.
-Entonces, eso me lleva a pensar que ya lo sabías- termina por decir el doctor.
-Sí- es lo único que puedo decir.
-No sé si lo sabías, Rosa pero éste tipo de cáncer tiene un 50% de recuperación de pacientes, si te sometes al tratamiento de Qui...- pero yo lo interrumpo.
-No, decidí no tratarme- y miro a Cristian. Él me mira como si estuviera loca.
-No soy un médico especialista en oncología pero en mi experiencia puedo decir que he visto a pacientes como tú recuperarse, sólo tienes que luch...- vuelvo a interrumpirlo.
-¿Luchar? ¿Iba a decir luchar?- empiezo a toser porque me cuesta hablar con normalidad, pero sigo. -Ya estoy cansada de eso- y con eso pongo fin a ésta conversación.
Pero Cristian hace algo que yo no esperaba, empezó a hablar como si yo no estuviera presente, empezó a dirigirse al doctor:
-¿Y en su caso, de cuánto es la probabilidad de vida? ¿Cuánto contamos con ese tratamiento?- lo mira determinado.
-Tienes 20 porciento de posibilidad, pero si van a un especialista quizás pueda aumentar ese número- le dice el doctor, y yo me irrito al ver que están hablando de mi pero como si yo realmente no estuviera allí.
-No, ya dije que no habrá tratamiento- pero ellos no siquiera me miran.
-¿Tiene el contacto con ese especialista?- le pregunta Cristian.
-Sí, está en mi escritorio, ya vuelvo por con la información- y el doctor sale de la habitación.
Por un momento nos quedamos en silencio en la habitación, Cristian mirándome con determinación, y yo con la mirada hacia un lado para no mirarlo, porque no quiero ver la esperanza en sus ojos, porque no quiero ver la preocupación que puede estar fingiendo, porque no quiero caer en la ilusión de que todo podría estar realmente bien...
Hasta que él se acerca, pero ésta vez no huyo. Me toma de la barbilla y hace que yo lo mire, mientras que el posa sus ojos directamente en los míos, luego toma mis mejillas en sus manos, y me dice:
-Vas a vivir. No voy a perderte a ti también. No puedo perderte.
Y ahí estaba, esa cara de niño de niño encerrado, esa mirada de preocupación y de consternación, la misma cara cuando me gritó por no avisar que salí temprano del trabajo...
Cristian me suelta y sale de la habitación. Es muy tarde Cristian, es muy tarde, digo para mis adentros. Quizás días atrás yo hubiera querido tener esa mirada en mí, pero no puedo. No quiero.
Ya no quiero sufrir la desilusión otra vez. Algunas lágrimas salen de mis ojos pero me mantengo en silencio y pretendo dormir, hasta que alguien entra en el cuarto.
-Rosa- y reconozco esa forma tan jovial de llamarme por mi nombre, es el señor Hassan.
-Creo que está demás decir que lo lamento- y se sienta a mi lado en una silla. -Pero vengo a decirte que apoyaré la decisión que tomes, sea cuál sea- me mira con pesar. -Quizás no me recuerdas, pero yo a ti sí, ¿O crees que te elegí para ser la esposa de mi único hijo por casualidad?- Se ríe un poco.
-¿Qué quiere decir con que "Si lo recuerdo"?- le pregunto curiosa, ya no me siento intranquila, la personalidad de éste señor adulto es más ávida que la mía.
-Yo te conocí cuando fui a hacerme un análisis médico, Rosa. En el laboratorio de mi querida amiga Ana- me dice sonriendo como si supiera algo que yo no.
-No puede ser, porque no lo recuerdo en ese entonces- y no puedo evitar sonreír un poco.
-Yo era ese viejo que salió de hacerse un análisis y estaba lloviendo, hacía mucho frío esa mañana y yo recuerdo que temblaba de la fiebre porque tenía gripa, y tú me viste y le dijiste a la secretaria que prepararías chocolate caliente- y con eso de ríe.
Porque sabe que me gusta mucho el chocolate caliente, y claro que recuerdo ese día, yo estaba sudando frío y él y yo prácticamente sentíamos los mismo.
-Ya me acuerdo- y sonrío tímidamente.
-Ese fue el mejor chocolate caliente que yo había probado en la vida, y mira que he bebido muchos- y nos reímos un poco. -En fin, al día siguiente le pregunté a Ana por ti y me dijo que estabas ocupada con los registros, que apenas eras una niña de 17 años huérfana- y supongo que con eso terminará.
-Eso me bastó para querer tenerte en nuestra familia, mi niña. Esa humildad con la que me diste el chocolate es muy difícil encontrarla por allí- y yo no puedo evitar que mis ojos se pongan húmedos.
-Mi querida Rosa, A ésta edad puedo entender que has pasado por muchas cosas a una muy corta edad- y ya con eso no puedo evitar derramar las lágrimas.
-Y no estoy sentado aquí para hacerte cambiar de opinión porque es tu vida, pero, no puedo callarme, eres un joven excepcional: Inteligente, trabajadora, humilde, guerrera y además muy hermosa. Así que, ¿Por qué no intentarlo por última vez?- termina diciendo.
-Porque...- y tengo que controlar mi respiración agitada, -Porque ya no quiero seguir luchando por algo que está más que claro que sucederá- y sigo llorando.
-Está claro que ves hoy, pero no lo que será mañana, mi niña, solamente tú tienes el control de tu vida, de tus emociones y de tus acciones, ya no se trata de tratamientos o de curarte para que vivas más. Se trata de tomar la decisión de ser feliz, de aceptar lo que la vida te dió, y ser feliz con lo mucho o poco que tengas-
Y sentí mi corazón latir otra vez, después de tantos días.