Después de que el Rey Evans se llevara a la fuerza a Liliam, la vida de su hermana Sandra cambió bruscamente, su padre le ha dejado a cargo de las obligaciones de la hacienda, su vida deja de tener sentido para ella, pero comienza a tener un poco de luz cuando el General Itans llega a la hacienda para cumplir con la misión que el encomendó el rey, pero sin esperar lo que le tenía deparado el destino. Segundo libro de Corazón de Piedra.
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SENTIMIENTOS A FLOR DE PIEL
...SANDRA:...
Entré en mi habitación, Clara se acercó tan rápido que me sobresalté y me tomó de ambos brazos, abrí mis ojos ampliamente.
— ¿ Dónde rayos estabas ? — Gritó eufórica, tenía los ojos rojos, tal vez lloró mucho.
— Tranquila Clara — Musité cuando apretó su agarre — Tuvimos una complicación cuando veníamos hacia acá, la carreta se averió, el caballo terminó asustado con la lluvia y se escapó y... Ya era muy tarde para volver caminando... Era peligroso...
Me soltó enojada — Creí que te habías fugado con el General Itans.
Resoplé — Jamás haría algo así... No tengo porque escapar... Jamás pensaría tan egoístamente.
Se trató de calmar — No dormí de la preocupación.
— Estoy bien, llena de barro y con la ropa mojada pero bien — Dije y me evaluó de pies a cabeza, se acercó y tomó una hebra de eno enredada en mi cabello, la observó con el ceño fruncido.
— ¿ Dónde dormiste ? — Preguntó con los ojos estrechado.
— Cerca de los molinos, en el almacén de eno — Expliqué y se quedó pensativa, cruzó sus brazos, aún estaba en ropa de dormir.
— ¿ Pasaste la noche con el General Itans? — Preguntó con insinuación y me sonrojé.
— Sí, no hubo de otra, era mi único acompañante...
— ¿ Pasó... — Trató de decir, hizo un gesto, elevando sus cejas de arriba hacia abajo.
— ¿ Qué quieres decir con "pasó" ? — Pregunté de vuelta y suspiró frustrada.
— ¿ Hiciste el amor con él? — Preguntó tan directamente que la observé indignada.
— Por supuesto que no, solo a ti se te ocurre imaginar eso — Me exalté y me observó con desden.
— No es para tanto, solo era una simple pregunta — Sonrió con inocencia.
— Una pregunta que una señorita de tu edad no debería hacer — La reprendí y me acerqué al armario para buscar otro vestido, me observé al espejo y me di cuenta de lo andrajosa que estaba, qué vergüenza con el General Itans.
— Osea que no pasó nada, si son aburridos — Soltó un bufido pero no le presté la mínima atención.
— No, no pasó nada... Solo nos dormimos en un montón de eno y ya — Corté y me observó como si no lo creyera.
— No te creo.
— Cree lo que quieras, yo me voy a bañar.
Caminé hacia la puerta pero me detuve de nuevo.
— Me encontré con Liliam — Dije y en seguida su expresión cambió, sorprendida y alegre.
— ¿ Dónde estaba ? — Se acercó dando saltos.
— En Silon.
— ¿ Y por qué no vino contigo? — Preguntó emocionada — ¿ A caso escapó del rey?
Negué con la cabeza — Estaba de paseo con su prometido.
Frunció el ceño — ¿ Un rey en un pueblo? Eso es imposible... No te creo.
— Pues sí estaba con ella... Estaba vestido como una persona cualquiera para que nadie lo reconociera...
— ¿ Cómo está Liliam? — Me interrumpió.
— Bien, está muy hermosa, llevaba un vestido, no está tan delgada y se ve felíz, a decir verdad se veía muy enamorada del rey...
— Mentirosa, me dices eso para que me quede tranquila... Liliam no podría estar enamorada de un sujeto como el Rey Evans, es un arrogante, cruel y despiadado — Se enojó de nuevo.
— Es su prometido y está guapo, a lo mejor la trata bien... Clara... Solo digo lo que ví... Ellos estaban paseando juntos, se veía como la atracción fluía entre los dos...
— No puede ser cierto, a lo mejor viste mal — Negó con la cabeza, su nariz arrugada del enojo.
— Liliam aceptó su destino.
— ¿ No preguntó por mí?
— Claro, le dije como estabas actuando y no le gustó nada, dijo que si no me ayudas con las obligaciones no vendrá a vernos...
— De nuevo mientes... Ya deja de estar inventando cosas... A lo mejor ni te encontraste con ella — Me dió un tirón del cabello y solté un gemido de dolor — Si la fueras visto ella fuera venido a verme, sin importar si el rey estara de acuerdo o no, ella no es así.
— Yo no estoy inventando nada Clara... Ya era muy tarde para venir, así que debe ser por eso que no pudo visitarte...
Salió enojada al pasillo y se encerró en su habitación.
No aguantaba sus berrinches estúpidos pero no me amargué por eso.
Fuí al baño para asear, salí con mi toalla y me vestí en la habitación.
Canté mientras me peinaba el cabello frente al espejo, deslizando suavemente el peine por mis ondas.
Sonreí al recordar y sentir los labios del General Itans por la piel de mi cuello, el toque de su boca en la mía.
Ya lo añoraba de nuevo a pesar de que había pasado poco tiempo, quería besarlo otra vez, otra y otra hasta cansarme aunque eso era imposible, esto que me estaba sucediendo no parecía agotarse ni disminuirse, crecía cada vez más y con intensidad.
Pero pensé en el futuro y me entró la duda, el miedo.
¿ Qué iba suceder ahora ?
Decidí no pensar en eso, tal vez el General Itans pediría mi mano para cortejarme y obviamente yo iba estar encantada de aceptarlo.
Bajé a prepararme algo caliente para comer y me adentré en la cocina.
Estaba preparando una ensalada.
Escuché pasos y me volví, el General Itans estaba de pie junto a la mesa.
— ¿ Tiene hambre? Estoy preparando un guisado — Dije, parecía enojado, tenía el cabello despeinado como si estuviera durmiendo — ¿ Está molesto conmigo?
Su expresión se suavizó.
— No, no con usted — Se limitó a decir pero sus hombros estaban tensos.
Me atreví a acercarme.
— ¿ Qué le sucedió? — Pregunté preocupada y rocé mis dedos con los suyos de nuevo, sintiendo su piel y el hormigueo recorriendo mi cuerpo de nuevo.
— Nada, no quiero que se preocupe por mis tonterías — Dijo despreocupado, bajando su mirada a la mía, su altura era impresionante.
— Cuando se trata de usted no me parece una tontería — Confesé y sonrió.
— ¿ Descansó ? — Preguntó.
— Tomé un baño.
Frunció el ceño — Debe descansar — Me tomó la mano y me guió a la silla — Siéntese mientras yo cocino.
— Me siento bien, puedo hacer la comida...
— No, descanse —Insistió con autoridad y me senté, obedeciendo de inmediato, su autoridad de soldado haciendo efecto rápidamente.
— No soy una anciana — Me quejé.
Elevó mi mano y besó mi torso.
— Pero lo será pronto si sigue así... Debe ser tratada como una princesa — Dijo y me sonrojé, coloqué los codos sobre la misa.
— Sus deseos son órdenes.
Apoyé mi barbilla de mi mano y observé como se acercaba a la cocina, empezó con su labor y yo admiré su trabajo.
No todo el tiempo se podía apreciar a un hombre cocinando y yo tenía ese privilegio. Cualquier persona chapada a las costumbres antiguas estaría espantado al entrar y ver que ambos estábamos intercambiando nuestros hábitos.
El General Itans dominó la comida como todo un experto y luego me sirvió un plato, lo colocó frente a mí.
— Buen provecho Señorita Sandra — Dijo y me tendió la cuchara con elegancia, la tomé.
— Gracias por su gentileza.
Probé la sopa y fingí un gesto de asco, frunció el ceño y se espantó.
— ¿ Sabe mal ? — Preguntó incrédulo.
— Si, muy mal — Me burlé y se avergonzó.
— Disculpe, tal vez me pasé de sal.
Se apresuró a quitarme el plato pero me reí y parpadeó confundido.
— Era broma, esto está exquisito — Suspiré y fingió irritación.
— No sabía que era bromista Señorita Sandra — Dijo serio.
— Hay muchas cosas que no sabe de mí — Me atreví a decir y sus ojos brillaron con intensidad.
— Espero que me sean develadas pronto — Dijo y sentí un nudo en mi estómago.
No respondí a eso pero me sentí más nerviosa.
El General Itans se sirvió y se sentó a mi lado.
Sin querer me ensucie la barbilla cuando su pierna rozó la mía por debajo de la mesa.
— ¿ Me pasa una servilleta? — Pregunté tratando de que no viera mi desastre, me cubrí con la palma de mi mano.
— Por supuesto — Extendió su mano y tomó una servilleta pero no me la dió cuando me observó.
— Deme por favor — Dije y bajé mi mano, se acercó y rozó la servilleta con suavidad en mi barbilla, su mirada puesta en mi boca.
Apreté mis muslos.
Por el Creador, ese hombre me estaba volviendo loca, tanta intensidad me iba matar.
Apartó la servilleta pero se quedó tan cerca, rozó suavemente mi boca, temblé cuando succionó mi labio inferior.
Pero se apartó antes de que pudiera profundizar el beso.
Me aclaré la garganta.
— Se va enfriar la comida Señorita Sandra — Explicó sonrojado y asentí con la cabeza.
Comimos juntos en silencio pero mi apetito se había ido con ese beso, solo tenía hambre de eso pero me obligué a comer, disfrutando de su compañía.
— Debo ir con su padre — Dijo cuando estábamos lavando la loza.
— Está bien, yo terminaré con esto.
— No dije que la dejaría con el trabajo — Dijo, no me dejaba hacer nada y era frustrante.
— Tiene mucha determinación.
Sonrió con leve arrogancia — Desde niño he sido así, no puedo evitarlo.
— También es muy necio...
— Usted también lo es, tenemos eso en común — Rozó mi brazo con el suyo.
Me reí y me observó maravillado.
— ¿ Qué me está haciendo? — Preguntó y me tensé.
— ¿ A qué se refiere?
Suspiró pesadamente y observó el plato en su mano.
— Estoy en una especie de hechizo inexplicable y todo por su causa — Dijo y me sentí tan felíz, mi corazón repicando con fuerza.
— Es una sensación similar a la que me ocurre con usted — Susurré con timidez.
— ¿ Eso es bueno o malo ?
— Bueno.