Aziel ha vivido en un ambiente de riqueza, derroche, lujos, delito y crímenes. Aun así, la palabra lealtad es algo que se ha quedado grabado en su mente y corazón, pues para la mafia lo peor que pueda existir es la tración. Por eso mismo, Aziel no sabe cómo quitarse el horrible dolor que su ex novia le dejó después de su engaño. El verdadero problema ocurre cuando su padre muere, aunque él ha heradado su gran imperio en la mafia, su progenitor deja una pequeña cláusula que debe acatar para poder tomar el mando y está es que debe elegir a una mujer, casarse con ella y permanecer así, cómo mínimo un año. Aziel no quiere saber nada del amor, pero quiere tomar lo que le corresponde. Entonces organiza un plan perfecto: Conseguir una esposa de mentira. ¿Qué padria salir mal?
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Capítulo 20
Emily se levantó antes de que su despertador sonara. Se metió a la ducha sin ganas de pensar, no quería recordar nada.
Bajó al comedor y no había ni rastro de Aziel Rinaldi por ahí.
—¿El señor Rinaldi? —se atrevió a preguntarle a Ronni, uno de los empleados de la cocina.
—En su habitación —respondió el joven sin tener contacto visual con la señora.
Emily rodó los ojos, se levantó de su asiento y caminó a la salida con el estómago revuelto. Teniendo la misma sensación que cuando su padre le juraba de rodillas que le prestara dinero, que ya no volvería a tomar. Emily apretó los puños, y con voz firme le pidió al chófer que la llevará a la agencia de modelaje.
Mientras el auto se deslizaba por las calles aún adormecidas de la ciudad, Emily se sumergió en sus propios pensamientos, intentando despejar la nube de emociones que la asfixiaba. La comparación con su padre no era algo que hiciera a la ligera; las promesas rotas y las esperanzas defraudadas eran heridas que aún no cicatrizaban completamente en su corazón. La sensación de vacío y la incertidumbre sobre Aziel solo servían para revolver aún más esos recuerdos amargos.
Al llegar a la agencia, Emily se sorprendió al encontrar un bullicio inesperado. El ambiente estaba cargado de energía y expectación. Se dirigía a su primer gran desafío en este nuevo mundo, y aunque parte de ella quería correr en dirección opuesta, otra parte, más fuerte y decidida, la impulsaba a enfrentar lo que viniera.
***
Por su parte, Sandra estaba en su oficina revisando la agenda del día cuando recordó el mensaje de Emily, anunciando su regreso. A pesar de la anticipación, no pudo evitar sentir una mezcla de curiosidad por las razones detrás de su ausencia.
Al escuchar el sonido de la puerta, Sandra levantó la vista y su rostro se iluminó al ver a Emily entrar. Se levantó de su silla con una sonrisa acogedora.
—Emily, es bueno verte. Me alegró recibir tu mensaje anoche —dijo Sandra, acercándose para darle un abrazo corto. Emily respondió al gesto, aunque parecía un poco tensa.
—Gracias, Sandra. Lamento mucho la ausencia sin previo aviso —dijo Emily, tomando asiento frente al escritorio de Sandra. —He tenido... complicaciones, pero estoy aquí para retomar donde lo dejamos.
Sandra asintió.
—¿Problemas maritales? —quiso saber sin importar lo entrometido que se veía.
—Cuestiones de salud —mintió.
La mujer se le quedó viendo y luego de unos segundos le preguntó si estaba lista para comenzar.
Emily asintió, una determinación nueva brillaba en sus ojos.
—Más que lista. Quiero hacer todo lo posible para no quedarme atrás.
—Perfecto. Entonces, comencemos por ponerte al día con los proyectos actuales y veremos cómo podemos integrarte de nuevo en el flujo de trabajo.
Mientras estaba en medio de una sesión, su teléfono vibró insistentemente. Al principio, intentó ignorarlo, concentrada en la tarea que tenía entre manos, pero la curiosidad pudo más que ella. Al revisar, encontró varios mensajes de Aziel. El contenido la dejó atónita: "Necesitamos hablar", "Cuando vuelvas a casa necesito hablar contigo"
Cada mensaje era una invitación a dialogar que contrastaba con el hombre frío y distante que ella creía que era.
Aziel y ella estaban atrapados en un juego de poder y secretos del que no sabía cómo salir sin perderse a sí misma en el proceso.
Al final del día, agotada pero con un sentimiento de logro, Emily decidió no responder a los mensajes. Necesitaba tiempo para pensar, para decidir qué era lo mejor para ella, sin influencias externas que nublaran su juicio. Con esa resolución en mente, pidió al chofer que la llevara de regreso, no a la mansión Rinaldi, sino a un pequeño parque cercano necesitaba pensar.
Allí, sentada en una banca bajo la sombra de un viejo roble, Emily reflexionó.
Luego de un rato, mientras Emily se perdía en sus pensamientos, sintió una presencia inconfundible detrás de ella. Era una sensación que había aprendido a reconocer, incluso en la vastedad de la mansión Rinaldi. Volteó, guiada por un impulso, y sus ojos se encontraron con los de Aziel. Oscuros, intensos, parecían atravesarla, descifrando cada uno de sus pensamientos ocultos.
Aziel se había acercado silenciosamente, su presencia era imponente, incluso en la tranquilidad del comedor. La mirada que le dedicaba era difícil de interpretar; había algo más que la simple curiosidad en esos ojos oscuros. Era como si, por primera vez, intentara realmente verla, entenderla.
—¿Qué haces aquí? —fue lo único que Emily logró articular, su voz apenas un susurro que trataba de esconder el torbellino de emociones que su presencia despertaba.
Aziel dio un paso más hacia ella, reduciendo la distancia que los separaba. Por un momento, Emily pensó que podría tocarlo si extendía la mano. Pero se mantuvo inmóvil, cautiva bajo su mirada.
—Vine a asegurarme de que estuvieras bien, de que no te metas en problemas —dijo él, su voz baja, casi como si hablara más para sí mismo que para ella.
Esa confesión tomó a Emily por sorpresa. Aziel Rinaldi, el hombre de hielo, mostrando preocupación. No era el tipo de comportamiento que esperaba de él, especialmente después de todo lo que había pasado entre ellos.
—Estoy bien —respondió ella, aunque sus palabras parecían carecer de la fuerza necesaria para convencer a ambos.
Hubo un breve silencio, un vacío lleno de palabras no dichas, de preguntas sin responder. Emily quería preguntarle por qué realmente había venido, si era algo más que la simple preocupación que lo traído hasta aquí. Pero el miedo a conocer la respuesta la mantenía callada.
—Deberías comer, me dijeron que saliste de la casa sin desayunar —Aziel cambió de tema como si leer sus pensamientos hubiera sido demasiado invasivo.
Emily asintió, más por la necesidad de hacer algo que por hambre.
Se subió al auto en silencio y llegaron directo al comedor.
Sentados en la mesa, y por un momento, el acto cotidiano de compartir una comida se convirtió en un puente frágil entre ellos.
Mientras comían en un nuevo silencio, Emily no podía evitar preguntarse sobre la naturaleza de este cambio en Aziel. De verdad que el tipo tenía un problema con su estado de ánimo.