LOS SENTIDOS DEL ALMA (Dinastía Belf II)

Christine se quedó limpiando la mesa mientras Emma regresaba.

—Christine —¿Esta todo bien con Noah?

—Emma—Eso creo.

—Christine —Tenía una cara de pocos amigos. Estoy segura de se molestó porque llegué de imprevisto.

—Emma —No te preocupes por eso, ya sabré arreglarlo.

—Christine —Lo solucionarás con abrazos y besitos.

Dijo Christine con burla.

—Emma—No. Terminando el proyecto me tomaré unos días, lo acompañaré a visitar a su familia para conocerlos y de paso viajaremos a Inglaterra para visitar a mis padres.

—Christine —¡Hay no!. Ahora es seguro de que cuando regreses, vendrás con un anillo en tu dedo.

—Emma —Llevamos dos años juntos. Si eso sucede sería lo más normal.

–Christine —Sí, cuando amas a la persona con la que compartes tu vida. Pero este no es tu caso, Emma.

Emma rodó los ojos.

—Christine —¿Y Sebastián? ¿Que pasará con él?

—Emma—Christine, Sebastián tiene su vida hecha. U olvidas que el está comprometido.

Dijo ella con tristeza.

—Christine —Bueno sí, pero si la vida volvió a cruzarlos, es porque ustedes están destinados a estar juntos.

—Emma —Christine, deja de leer tantas novelas de amor, hace que tu cabeza vuele con mucha imaginación. Mi vida está a lado de Noah, él es quien a estado conmigo estos dos años y quien me a ayudado a seguir adelante.

—Christine —¿Y de verdad has seguido adelante, Emma? ¿Ya olvidaste por completo, el amor que sentías por Sebastián?

—Emma—Olvidas el detalle de que fue él, quien me olvido...

—Christine —Pero fue por un accidente, Emma.

—Emma—Igual ya no tiene caso el pasado.

—Christine —Por qué soy tu amiga y te quiero, te aconsejo que pienses mejor las cosas. Noah no es un mal hombre pero tú no eres para él. Tu corazón sigue teniendo dueño y él se llama Sebastián Turner.

—Emma —Ya no quiero volver a hablar de este tema, Christine.

Espetó con molestia.

—Christine —Bien.

Christine tomó su bolso.

—Christine —Recuerda que si las historias de amor existen, es porque aún hay amor genuino y leal allá afuera. Y tú tienes uno en tus manos, solo es cuestión de que te decidas a luchar por él.

Christine salió enojada del departamento, de Emma.

Ella había visto el gran amor, que Sebastián y Emma se tenían. También vio todo lo que ella sufrió después de regresar de N. Y.

Como lo tenía planeado desde un principio, Emma se metió entre las sábanas y lloró con tristeza y enojó, hasta que se quedó dormida.

Mientras Sebastián esperaba a Emma, en la entrada del hotel, recibió la llamada de prometida, Rachel. Otra vez.

Emma llegó hasta donde estaba él y no pudo evitar escuchar parte de la conversación, lo que terminó arruinando su mañana.

Cuando él terminó la llamada giro el rostro hasta Emma, al verla no pudo evitar sentirse más atraído. Llevaba un palazo negro ajustado, que marcaba a la perfección su pequeña cintura y sus pechos.

—Sebastián —Buenos días, señorita Emma.

—Emma—Nos vamos, ya es tarde.

Hablo ella de forma seca. Camino hasta el auto y abrió la puerta de mala gana.

—Sebastián —¿Qué tal estuvo su noche?

—Emma—Excelente, como siempre.

Dijo ella con una pizca de ironía. Acomodo sus lentes oscuros, para que no se notará sus ojos inchados y las inmensas ojeras.

Sebastián solo asintió, si algo había aprendido de las mujeres era hacer como si no existiera, mientras pasaba su mal humor.

El problema era que el humor de Emma, eran como mil demonios arrasando con todo a su paso.

Llegaron a helipuerto para subir al Jet y viajaron a kauai. La primera mañana había sido fastidiosa entre vueltas y papeleo, sumado al carácter voluble de Emma.

Mientras Emma hacia algunas llamadas, Sebastián aprovecho para comprar comida en la calle, para ambos.

—Sebastián —No sabía si sería de tu agrado, así que solo te compre un hotdogs sencillo y una botella de agua.

—Emma—Gracias, pero no me apetece.

Dijo ella con indiferencia, además de que ella prefería los hotdogs que solía comer con Sebastián.

—Sebastián —Me imagino. Debes estar acostumbrada a platillos de mil dólares y no a estas pequeñeces. Típico de niñas ricas...

Soltó el sin el mínimo cuidado de hacerla sentir mal. Emma lo miro mal.

—Emma—Tienes razón, estoy acostumbrada a tener solo mejor. Todo lo que mi gran fortuna logre comprar.

La arrogancia florecía en la boca de Emma, Sebastián por su parte se sintió molesto sin razón alguna.

—Sebastián—Lástima que no compra humildad.

—Emma —La humildad es para los pobres. Gente insignificante.

Emma quiso girar su cuerpo, para irse.

—Sebastián —Te demostraré que tan insignificante puedo ser.

Sebastián la jalo hacia él y la tomó del rostro. Pego sus labios a los de ella con mucha intensidad. Emma se sorprendió pero sin importarle nada, dejó que él la besara como quería.

Con entrada libre a su boca, Sebastián la devoro, la apretó de la cintura mientras ella se colgaba de su cuello. El beso era tan fascinante y embriagador para ambos.

Cuando el besó terminó, ambos se miraron a los ojos con intensidad.

Sebastián la atrajo de nuevo a su boca, disfrutaba de todas las sensaciones que ella producía en él.

Sin muchas ganas, la soltó poco a poco cuando se quedó sin aire.

—Sebastián —Disculpa yo...

*

—Emma—En que momento, tu pequeño cerebro, se creyó tal fantasía.

—Sebastián —En el que te quedaste quieta en mis brazos, esperando a que te besara de nuevo...

Sebastián se tocó la cabeza y cerró los ojos con fuerza.

—Emma—¿Sebastián?...

El no dejaba de tocar su cabeza. Los recuerdos llegaban a él en fragmentos, uno tras otro.

*

—Emma—¿A dónde vamos?

—Sebastián —A ver el amanecer...

*

—Sebastián —¿Qué te parece?

—Emma—Es una vista hermosa.

—Sebastián —Sí, la mejor que he visto en toda mi jodida vida...

*

—Sebastián —¿Te veo en la noche?

—Emma—Depende.

—Sebastián —¿De que?

—Emma —De cuáles sean tus intenciones.

—Sebastián —Mis intenciones son serias. Me gustas mucho Emma Kerr...