Riana pensaba que su hermana, Liliana, jamás se fijaría en su esposo, Septian. Sin embargo, una sospecha tras otra la llevaron a descubrir la verdad: su hermana sí amaba a Septian.
No queriendo pelear por un amor que no le pertenecía —y sabiendo que Septian, desde hace tiempo, guardaba sentimientos por Liliana hasta el punto de casarse con ella— Riana decidió soltar los cinco años de matrimonio y partir como voluntaria a Sorong.
“¿Por qué debo pelear por un amor que nunca será mío? Al fin y al cabo, no soy un ave enjaulada; tengo derecho a ser feliz.” —Riana
¿Qué ocurrirá después?
¿Encontrará Riana el amor verdadero sobre las heridas del matrimonio que desea enterrar?
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Capítulo 3
La voz del llanto de Lira se intensificó, ahogando el sollozo de Riana que se atascaba en su garganta. El llanto logró despertar a Liliana, que antes se había dormido en los brazos de Septian, así como a Septian, que se sobresaltó de inmediato. Ambos se quedaron congelados al ver a Riana parada en el umbral de la habitación, abrazando a Lira con fuerza en sus brazos.
"Rin… esto no es como lo piensas", la voz de Liliana sonó temblorosa, en pánico, como si estuviera buscando una razón que pudiera salvarla.
"Riana, no me malinterpretes. Anoche solo me quedé dormido aquí", agregó Septian, su tono apresurado.
Riana los miró alternativamente. Al hombre al que llamaba esposo y a la hermana en la que siempre había confiado. Su corazón tembló violentamente, como si su cuerpo ya no pudiera soportar la herida que acababa de ver. Quería creer… pero si creía, ¿no se estaría riendo de sí misma? Convirtiéndose en el payaso de su propio matrimonio.
"Pero… claramente los vi a ustedes dos antes…" su voz se quebró, suave pero llena de dolor, lo suficiente como para hacer que ambos se callaran.
"Riana, sé que debes tener dudas, lo entiendo..." Liliana se apresuró a responder, "Anoche, después de cambiarme de ropa, mis ojos no pudieron más. Ya sabes lo fácil que me quedo dormida. Y sobre lo de antes, seguro que también sabes... que cuando estamos en el mundo de los sueños, es imposible ser consciente de lo que nos rodea".
Al ver que Riana todavía dudaba, ahora fue el turno de Septian de dar un paso adelante para acercarse a ella. "Lo que dice tu hermana es cierto. Lo siento, yo también estaba exhausto anoche y me quedé dormido después de darle dinero a Liliana. No me malinterpretes más, Rin. Además… además de ser mi cuñada, también éramos amigos. Dormir así ya es algo normal".
Esas palabras apuñalaron el pecho de Riana más profundamente que cualquier otra cosa. Su cuerpo estaba rígido, como si ya no pudiera soportar estar de pie. Las palabras de Septian, que parecían restar importancia a su dolor, hicieron que sus lágrimas cayeran sin control, mojando las pequeñas mejillas de Lira que todavía lloraba en sus brazos.
Al ver que la mirada de Liliana y Septian se dirigía hacia ella, Riana se apresuró a limpiar el resto de sus lágrimas. No quería parecer débil, no quería que las dos personas que amaba supieran lo destrozada que estaba en ese momento. A pesar de que había tratado de dejarlo ir, había preparado su corazón para el peor escenario posible. Pero ¿por qué seguía sintiéndose tan doloroso, como si una daga fuera apuñalada repetidamente en su pecho?
"Rin…" la voz de Septian volvió a sonar, esta vez más suave, como tratando de calmarla. Pero para Riana, ese tono sonaba como una humillación.
Bajó la cabeza, miró a Lira por un momento y luego, lentamente, le entregó a la bebé a Liliana. "Sí, tranquila. Ahora Lira necesita tu leche, hermana. No ha parado de llorar desde hace un rato".
Liliana recibió a Lira con cara de confusión, pero no se quedó callada. Liliana quería volver a convencer a Riana, y dijo: "Rin, por favor, confía en mí. Yo nunca podría..."
Pero Riana retrocedió de inmediato, evitando el contacto de su hermana. Sus ojos estaban llorosos, pero esta vez había una vaga firmeza detrás de las lágrimas. "No tienen que molestarse en explicar nada más. Ya lo entiendo".
"Menos mal", dijo Liliana en voz baja, antes de darse la vuelta y comenzar a amamantar a Lira.
Mientras tanto, Riana dirigió su mirada hacia Septian. Su voz sonaba plana, fría, sin emociones, pero aún así golpeaba más profundamente. "Mas, ¿todavía quieres estar en esta habitación y ayudar a la hermana Lili? Si es así, me voy primero".
Riana se dio la vuelta de inmediato, pero Septian la persiguió de inmediato. Tan pronto como la puerta se cerró, agarró el brazo de su esposa. Cuando Riana se giró, estaba claro que en sus ojos solo había odio por él. A Septian le costaba creerlo. ¿Acaso Riana no lo había amado tanto todo este tiempo? Estaba dispuesta a ser ama de casa, a cuidar de todas sus necesidades sin la ayuda de una sirvienta, e incluso siempre obedecía cada una de sus palabras.
Con rudeza pero con miedo a perderla, Septian tiró de la mano de Riana hasta que el cuerpo delgado quedó atrapado en su abrazo. "Cariño, no te enfades más, ¿sí? De verdad que no quería decir eso. Todo esto es solo un malentendido".
En el abrazo de Septian, Riana se rió amargamente. Antes, siempre había esperado este abrazo. Pero ahora, el abrazo ya no le daba calor. Su cuerpo estaba rígido, sin responder en absoluto. Sus lágrimas cayeron en silencio, mojando el hombro de Septian.
"Suéltame, Mas…" susurró en voz baja, pero con firmeza.
"Si todavía estás enfadada, no te soltaré", dijo Septian, su voz temblaba, tratando de sonar firme aunque claramente estaba llena de ansiedad.
Sin embargo, la actitud de Riana, que solo se resignaba, hizo que su pecho se apretara aún más. Con pesar, Septian finalmente aflojó el abrazo y luego le cubrió los hombros a su esposa. Sus dos ojos miraron profundamente, como si quisieran convencer a Riana con el sincero amor que le había demostrado durante estos cinco años.
"Está bien… supón que lo que viste antes te hizo dudar. Pero, Riana, de verdad que te amo. No podría tener nada con tu hermana. Ya sabes, éramos cercanos, amigos desde hace mucho tiempo". Su tono de voz era suave, lleno de esperanza de que su esposa le creyera.
Riana permaneció en silencio. Sus ojos estaban vacíos, negándose a dar una oportunidad a esas palabras.
Apresuradamente, Septian levantó dos dedos, como si estuviera haciendo un juramento. "Te prometo que esto no volverá a suceder. Si tengo sueño, volveré directamente a mi estudio y dormiré allí. ¿De acuerdo?"
'Ni siquiera dices que vas a dormir en nuestra habitación. ¿Es realmente tu amor, Mas?' pensó Riana, amargamente.
Al ver que Riana seguía en silencio, Septian volvió a intentar alcanzarla. "Riana, ¿recuerdas… hoy es el día en que te pedí matrimonio? Como conmemoración, salgamos a cenar fuera. Quiero que lo recordemos de nuevo".
Riana permaneció en silencio durante mucho tiempo. Su corazón todavía estaba dolorido, la herida todavía estaba abierta. Pero cuando su mirada se encontró con los ojos suplicantes de Septian, la imagen de su inicio juntos apareció lentamente, un momento en el que el amor era tan simple y sincero.
Sus lágrimas volvieron a caer. Ya no por rabia, sino por añoranza de la figura de Septian de antes.
"Mas…" susurró en voz baja. "¿Por qué siempre sabes cómo hacerme tambalear?"
Septian agarró de inmediato la mano de Riana, apretándola con fuerza. "Porque nunca quiero perderte, cariño. Eres mi mundo. Créeme, nadie puede reemplazar tu lugar en mi corazón".
Riana bajó la cabeza. Su corazón estaba en guerra entre la lógica y el amor. Pero al final, asintió levemente, no por resignación, sino porque quería poner a prueba a Septian por última vez.
"Está bien…" dijo en voz baja, casi inaudible. "Iré a esa cena, Mas".
Una sonrisa de alivio floreció de inmediato en el rostro de Septian. Atrajo a Riana de nuevo a sus brazos, esta vez más suavemente, como prometiendo en silencio proteger lo que casi estaba al borde del abismo.
"Gracias, cariño", dijo Septian, luego la soltó y besó la frente de Riana.
Esa mañana todo parecía volver a la normalidad. Cuando llegó la hora del desayuno, Riana ya había terminado de cocinar el nasi goreng, el plato favorito de Septian, y lo había servido en la mesa.
"Nasi goreng con huevo frito, tu favorito, Mas", dijo en voz baja.
Septian la miró sonriendo y luego comenzó a comer el desayuno. Riana se sentó frente a él, aunque su corazón todavía estaba atormentado por una inquietud que le resultaba difícil de entender.
El ambiente en la mesa era muy silencioso. Solo se oía el tintineo de las cucharas y los tenedores, hasta que de repente se oyeron pasos acercándose desde el pasillo.
Riana se giró y su corazón dejó de latir al instante.
Liliana apareció desde detrás de la puerta de la habitación con el pelo aún revuelto, la cara sin maquillaje, pero lo que más sorprendió a Riana fue la ropa que llevaba puesta, una camisola delgada de color negro que claramente era demasiado reveladora para usarla delante de su propio cuñado.
La cuchara en la mano de Riana cayó al suelo.
Mientras que Septian, en lugar de mirar a su esposa, desvió apresuradamente la mirada, como si no quisiera que se le viera prestando demasiada atención a Liliana.
En su corazón, Riana gritó: "Dios mío, hermana… ¿qué quieres decir con salir con esa ropa?"