Mia está en un gran problema.
Luego de la muerte de su madre, un extraño hombre que dice ser su padre aparece en la vida de Mia, poniendo de cabeza su mundo entero. El mundo que pensó que era un mito se convierte en su realidad. No solo existen los hombres lobos, sino que ella también lo era, precisamente un beta. Confundida con los acontecimientos, Mia hace lo que mejor sabe hacer: adaptarse.
Sin embargo, ella no esperaba que su burbujeante personalidad la metiera en más de un aprieto cuando descubre que es la compañera destinada de uno de los príncipes alfas de sangre pura.
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¿Hombres lobos?
— ¿Por qué ahora y no antes? — le preguntó mi nana.
Sí, por qué ahora y no cuando necesitaba su cariño. ¿Por qué me dejó con mi madre si ella no me quería?
Mientras esperaba su respuesta me puse a reflexionar sobre los pros y contras de aceptar su oferta.
— Porque éramos de mundos diferentes — contestó con simpleza mi padre — Samantha no encajaba en mi mundo y no le gustaba mi mundo, lo odiaba. Así que decidí dejarla ir. Pero siempre estuve pendiente de ustedes.
— Lo entiendo, usted tiene obligaciones como alguien noble. Asumo que Samantha se sintió presionada, ella solo es una plebeya, debió haber muchos en contra de su amor.
Mi nana lo miró anonadada, creo que en su mente se estaba creando alguna historia trágica sobre mi padre y mi madre. Ella tendía a tener una imaginación desbordante. ¡Oh! Pero, de nuevo, ¿cómo mi madre pudo ser tan tonta para renunciar a alguien de la nobleza? Bueno, es de mi madre de quién hablamos, de ella lo creía capaz.
— ¿Realmente vienes a llevarme contigo? — le pregunté — ¿Qué pasa si digo que no quiero ir?
En realidad, no quería ir con él, prefería quedarme con mi nana. Pero mi nana también tenía su propia familia. Su hija la llamaba todos los días para pedirle que se mudará con ella, que dejara de trabajar y cosas por el estilo. Sin embargo, mi nana rechazaba su oferta porque estaba preocupada por mí. Para ella, yo no era nada más que una niña lamentable sin padres que me amaran. Realmente, no quería separarme de mi nana. Pero ella estaba más que contenta de que tenga un padre y este pareciera alguien decente a primera vista. Lo que debía hacer, estaba más que claro. Además, no era como si fuera a extrañar algo de mi vida en esta ciudad. Mi último novio me dejó después de recibir una beca de natación. Mis amigos… aunque era divertido pasar con ellos y quizás los podía extrañar para pasar el rato, pero no eran lo suficientemente cercanos como para quedarme. Y a mi gato, por supuesto, lo llevaría conmigo.
No, espera, no puedo dejarme llevar. Ni siquiera sabía de donde diablos era duque o que hacía.
¿Y si era un estafador? ¿No estará atrás de mi cuerpo? ¿Cierto?
No, no lo creo.
Rápidamente desestime la idea al notar mis escasas bubis.
— Eso sería un poco problemático, me necesitas, Mia. Debes venir conmigo — dijo de manera pausada mirando mis ojos.
No sabía la razón, pero al mirar sus ojos no pude decir que no.
— Sí me llevas no se aceptan devoluciones, te lo advierto, papi. Soy un poco tonta, no esperes buenas notas, me gustan las fiestas y los chicos por mon…
— Mia, ¿qué le estás diciendo a tu padre? Esas cosas no son comportamientos de una señorita.
— Solo le estoy advirtiendo como soy. Ya que él es alguien tan grande y poderoso. No quiero reclamos. O que luego me ande recriminando.
— No creo que eso sea un problema mientras no ofendas a nadie. En el lugar al que vamos hay reglas que no se pueden romper.
— Claro, la realeza es algo — secundó mi nana como si ella hubiera pertenecido a la realeza alguna vez — Mia te deberás portar bien y hacerle caso a tu padre.
Nana recién lo conoces y ya confías por completo en él. Eso me rompe el corazón, me hace pensar que no veas la hora para deshacerte de mí.
— Si soy un ángel, nana.
— Un ángel con cola de demonio — comentó mi nana — Pero, señor duque, estoy muy feliz de que haya aparecido. Estaba preocupada por el futuro de Mia. Ella acaba de perder a su madre, su única familia. Y aunque ya es casi una adulta, sigue siendo una niña revoltosa.
— ¡Nana!
— Es la verdad, mi niña. Ya estoy vieja y enferma. No te lo quise decir antes, Mia. Pero hace un mes me detectaron un tumor en el seno, mi hija me llamó para que me fuera a tratar en el extranjero. Iba a presentarle mi renuncia a Samantha esta semana. Pero ella terminó partiendo primero. No quería irme sin dejarte en buenas manos, pero ahora puedo irme con el corazón ligero. No estás sola Mia. Tienes un padre y él te ama.
Contemplé a mi nana con sorpresa y preocupación. Miré su pecho con cuidado, antes de lanzarme hacia sus brazos. Ni siquiera me importó derramar las cenizas con los restos de mi madre que estaban en la mesa. Lo único que me importaba era llegar hasta donde mi nana se encontraba sentada y darle un abrazo.
— ¡Cuidado, las cenizas de Saman…!
¡Ups! Bueno, papi, te las encargo.
— ¿Por qué no me dijiste, nana? Debiste haberte sentido angustiada.
Abracé a mi nana, está vez mis ojos se encontraban llenos de lágrimas reales. Mi nana era la persona más dulce y buena del mundo. No quería que nada malo le pasará.
— No quería preocuparte, mi niña. Es un pequeño tumor tratable, el doctor dijo que una vez extirpado todo estaría bien.
Me sentí aliviada ante sus palabras. Me enfrenté de nuevo al hombre que me dio la vida. Mi decisión ya estaba tomada.
— Está bien, iré contigo, papi.
— Es lo correcto Mia. Soy tu padre, tu familia.
Mi padre volteó a ver a mi nana la cual tenía una sonrisa dulce en los labios, mientras que sus ojos se mostraban nublados de lágrimas.
— Gracias por cuidar de Mia durante todo este tiempo. Le aseguro que sus esfuerzos serán recompensados — dijo sosteniendo la urna con las cenizas de mi madre.
— No debe hacerlo señor duque. Le agradezco su gesto. Lo único que debe prometerme es que cuidara de Mia y la protegerá.
— Se lo aseguró. — comentó mi padre con seriedad. De nuevo hubo una presión en el ambiente. Eso me estaba poniendo de los nervios.— No sé arrepentirá de su decisión.
***
Sin embargo, al día siguiente mientras sujetaba a mi gato Serafín en mis brazos y escuchaba la historia fantástica de mi padre no podía evitar preguntarme si había tomado la decisión correcta al irme con él.
— ¿Duque de que país eres, papi? ¿Inglaterra? ¿Dinamarca? ¿Florida? No, creo que ese no es un país — pregunté mientras esperaba la llegada de su jet privado.
— Norden — dijo de manera concisa.
— ¿Y eso dónde queda? Nunca he escuchado hablar de ese reino. ¿Estás seguro de que no eres un estafador y no estás aquí por mi cuerpo? ¿Por qué tuvimos que irnos tan rápido? Ni siquiera me diste tiempo de despedirme de mis amigos. Sabes no son muchos, pero son muy divertidos siempre me sacan una sonrisa cuando estoy de malas, creo que están locos, aunque no hablamos de cosas importantes solo verles la cara...
— Mia — me llamó mi padre interrumpiendo mis palabras, parecía un poco exasperado por mi perorata. Luego, como si hubiera tomado una decisión, me miró a los ojos y dijo algo que hizo que quisiera revisarme los oídos para ver si tenía algún problema.
— Soy el duque Storm Franklin Saetear del reino de Norden, el cual está compuesto por hombres lobos.
¿Qué, este hombre está siendo serio? Hasta ayer demostró cordura porque ahora parece que ha perdido más de un tornillo.
— ¿Hombres lobos? ¿Acaso escapaste de un manicomio, papi? — dije risueña pensando que se estaba burlando de mí.
— Soy uno de los Alfas que conforman nuestra especie.
— Si esto es una broma no es gracioso, nunca pensé que tuvieras este tipo de sentido de humor tan único. Oye...
Tuve que detener mis próximas palabras debido a lo que estaba pasando enfrente de mí.
Pronto, los ojos de mi padre se tornaron rojos, y su cuerpo empezó a sufrir una metamorfosis, por un momento su cara se fue alargando y vislumbre un par de orejas. Cerré los ojos esperando que todo sea un sueño, pero cuando los abrí, en dónde estaba mi padre se encontraba un gran lobo gigante.
Santas perlas del arcoíris.
Ese fue mi último pensamiento antes de caer en la oscuridad.