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Mi Prometido de Alquiler es un Príncipe

Mi Prometido de Alquiler es un Príncipe

Status: Terminada
Genre:Romance / Matrimonio contratado / Amor tras matrimonio / Mujer poderosa / Traiciones y engaños / Juego de roles / Completas
Popularitas:7
Nilai: 5
nombre de autor: Denise Oliveira

Beatriz sufre una gran desilusión amorosa y deja de creer en el amor; sin embargo, el día de la boda de su exnovio conoce a un hombre que parece dispuesto a hacerla cambiar de opinión.

NovelToon tiene autorización de Denise Oliveira para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 6

El apartamento de Beatriz estaba silencioso, excepto por el sonido apagado del motor de la nevera. Ella soltó el bolso en el sofá, lanzó los zapatos a un rincón y se dejó caer en el sillón.

La conversación en el bar con Graziela aún resonaba en su mente. “Consigue un novio de mentira, Beatriz… Demuéstrales a todos que estás mejor sin él”.

Los ojos de Beatriz cayeron sobre el bolso. Un rectángulo blanco asomaba por entre el cierre: la tarjeta. La sacó despacio, mirando el nombre y el número como si fuera una contraseña para un problema aún mayor.

Giró la tarjeta entre los dedos. ¿Llamaría? ¿No llamaría? La punta de la uña rozó el relieve de las letras, y el impulso de marcar casi venció… casi.

Mientras tanto…

El horizonte nocturno de Miami brillaba como un collar de diamantes visto desde la terraza de la azotea. Dentro, el apartamento de Emir Al-Nasser era todo vidrio, mármol y silencio roto solo por las risas ahogadas de una morena de vestido rojo, tirada entre los cojines de seda.

Ella se inclinó hacia él, pasando la mano por su pecho definido.

—Sabes que quiero más que eso, Emir… —susurró contra sus labios.

Él apoyó el brazo en el respaldo del sofá, con la mirada perezosa y la voz cargada de ironía.

—Ese es el problema, querida. Yo no vendo “más que eso”.

Su sonrisa era seductora y cruel al mismo tiempo. La mujer frunció los labios, frustrada, mientras él se levantaba, caminando hacia la terraza con un vaso de whisky en la mano.

Afuera, el príncipe rebelde miraba la ciudad de abajo, como si fuera solo un territorio más que no pretendía conquistar con el corazón.

Una semana después…

La limusina se deslizaba por las calles iluminadas, reflejando las luces doradas de la ciudad en el vidrio oscuro. Emir Al-Nasser, impecable en un traje a medida y con ese aire de quien sabía exactamente lo guapo que era, jugaba perezosamente con el gemelo del puño.

A su lado, Khalid, su jefe de seguridad y amigo de larga data, tenía la expresión tensa de quien sabía que estaba a punto de dar una noticia indeseada.

—Hay algo que debes saber antes de que lleguemos a la fiesta —comenzó Khalid, midiendo las palabras.

Emir arqueó una ceja, aburrido. —¿Eso tiene que ver con el hecho de que voy a un evento que no elegí ni quiero ir, organizado para homenajear al hombre que cree que aún puede decidir mi vida?

—Más o menos. —Khalid respiró hondo—. El rey va a aprovechar la noche para anunciar tu compromiso.

Emir soltó una risa corta. —Qué gracioso. No recuerdo haberle pedido matrimonio a nadie.

—Porque no lo pediste. Pero él ya decidió por ti. Con Nadine.

La sonrisa de Emir se transformó en una mirada de pura incredulidad. —¿Él cree que va a acorralarme en público, para que no pueda desmentirlo?

—Exactamente.

—Óptimo. —Emir estiró las piernas y se recostó en el asiento—. Entonces que se prepare, porque yo sí voy a desmentirlo. Y con gusto. Va a ser un escándalo memorable.

—Emir… —Khalid se pasó la mano por el rostro, exasperado—. Casarte con Nadine no sería el fin del mundo.

Emir giró lentamente el rostro hacia su amigo, una sonrisa lenta formándose. —¿Estás tratando de convencerme? ¿Desde cuándo eres abogado de mi padre?

—No soy abogado de nadie. Solo creo que ella es bonita, inteligente, de nuestra cultura…

—¿Y? —Emir entrecerró los ojos—. ¿Y desde cuándo te importa tanto con quién me caso? —La pausa fue cargada de significado—. Sabes, Khalid, esa insistencia tuya comienza a ponerme curioso.

Khalid desvió la mirada hacia la ventana. —No empieces con teorías de la conspiración.

—No es teoría, es instinto. Y el mío rara vez se equivoca.

Antes de que Khalid pudiera responder, la limusina se detuvo frente al lujoso hotel donde se celebraría la fiesta.

Casualmente, el mismo hotel en el que Beatriz Martins casi se casó un año atrás.

Beatriz estaba parada en el vestíbulo, usando un vestido que conseguía ser elegante y provocativo al mismo tiempo. El cabello recogido en un moño elegante, maquillaje impecable… pero la expresión en el rostro era de pura impaciencia.

El novio de alquiler estaba atrasado. Muy atrasado. Y su celular solo caía en el buzón de voz.

—Óptimo… —resongó, mirando el reloj—. Dentro de poco, la vaca y el traidor van a intercambiar alianzas y yo voy a entrar sola.

Cuando la puerta de vidrio giratoria se abrió, un hombre alto, moreno, con un traje impecable y una sonrisa ligeramente socarrona entró como si fuera dueño del lugar. Emir.

Beatriz lo miró y, en el mismo instante, algo en ella gritó: ¡perfecto! ¡Graziela eligió muy bien!

No lo pensó dos veces, atravesó el vestíbulo como una tormenta de tacón alto, agarró su brazo y disparó.

—¡Gracias a Dios que llegaste!

Emir parpadeó, sorprendido. —Yo… ¿llegué?

—Sí, querido, vamos, ya estamos atrasados.

—¿Querido? —repitió, claramente divirtiéndose—. No sabía que tenía una novia.

—Y yo no sabía que los novios de alquiler podían ser tan dramáticos. ¡Anda rápido!

—¿Novio de alquiler? —Emir la acompañaba, intrigado, sin resistir—. ¿Eso es algún servicio nuevo?

—Después te explico.

—Por favor, explica. —Él sonreía de lado, inclinándose hacia ella mientras atravesaban el corredor—. ¿Siempre secuestras a hombres desconocidos así?

—Solo cuando encajan perfectamente en el traje.

Él rió bajo, esa risa cargada de malicia e ironía. —Creo que ya me está gustando esta historia.

Khalid:_¿Emir? ¿A dónde vas? ¡El salón es para allá!

Los dos se detienen.

Emir:_Querida novia, espera un poco.

Beatriz:_Estamos atrasados.

Emir:_Khalid, quédate por aquí, ya vuelvo, solo voy a acompañar a mi novia a una fiesta.

Khalid:_¿Novia? Emir, tu familia....

Beatriz miraba a los dos sin entender.

Beatriz:_¿Quién es él?

Emir:_Mi jefe de seguridad.

Beatriz:_Está bien, olvídelo, vamos.

Emir:_Por supuesto, Khalid, la fiesta puede esperar.

Solo necesitaba un acompañante. Un único hombre mínimamente presentable para entrar conmigo en la boda más hortera de la década y que, por casualidad, era de mi prima traidora con mi ex prometido. Así que, cuando vi a Emir parado allí en la puerta del hotel, impecable en un traje que parecía haber sido hecho a medida por el propio Aladdin versión alta costura, hice lo que cualquier mujer sensata haría: agarré su brazo y fui tirando de él.

—¿Emir? ¿A dónde vas? ¡El salón es para allá! —gritó un hombre alto y adusto, que parecía haber salido directamente de un entrenamiento de la SWAT versión desierto.

Me detengo en medio del pasillo. Emir mira hacia atrás con esa calma irritante.

—Querida novia, espera un poco.

—¡Estamos atrasados! —susurro entre dientes, porque no quiero perderme la entrada de Priscila. El ápice de mi venganza depende de eso.

Él se gira hacia el sujeto grandullón.

—Khalid, quédate por aquí. Solo voy a acompañar a mi novia a una fiesta.

—¿Novia? Emir, tu familia… —El tal Khalid me mira como si fuera un atentado a la seguridad nacional.

Miro de uno al otro.

—¿Quién es él? —pregunto.

—Mi jefe de seguridad.

—Está bien, olvídalo, vamos rápido. —Sujeto su brazo con más firmeza.

Emir sonríe como si estuviera adorando el caos.

—Por supuesto, Khalid, la fiesta puede esperar.

—Pero…

No dejo que el “pero” termine. Ya estoy tirando de mi novio de mentira hacia dentro del salón, y por primera vez en la vida, estoy ansiosa por un momento que no me pertenece.

Emir Al Nasser

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