En un mundo donde el dolor y la traición se entrelazan, Gabriel ha vivido toda su vida con un solo propósito: vengar la muerte de sus padres, asesinados por una poderosa familia que se mueve en las sombras. Con un corazón marcado por la pérdida, Gabriel traza un plan meticuloso para infiltrarse en su enemigo. Pero lo que no anticipa es la conexión inesperada que formará con Valeria, una joven valiente y llena de vida, que se convierte en su cómplice involuntaria. Mientras Gabriel utiliza a Valeria como un peón en su juego de venganza, ambos se ven atrapados en una red de secretos y mentiras. La línea entre el amor y el odio se difumina, y Gabriel debe enfrentarse a la pregunta más difícil de todas: ¿puede el amor nacer del deseo de venganza? En un desenlace lleno de giros inesperados, “La mentira” te llevará a través de un viaje emocional donde la redención podría ser la única salida.
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Capítulo III Bajo el sol de la desgracia
Después de una noche tormentosa, un sol radiante se colaba al día siguiente a través de la ventana de la habitación de Valeria. Había podido descansar; su abuelo no había ido a torturarla, algo inusual tras haberlo desobedecido. La joven abrió los ojos y un pensamiento fugaz la asaltó: “¿Quién era ese hombre tan guapo que la había traído a casa anoche?” Una sonrisa involuntaria escapó de sus labios, pero al instante se desvaneció al escuchar a su abuelo llamándola a gritos.
Asustada, saltó de la cama y se puso ropa decente para acudir al llamado de Diego, cuya voz sonaba estruendosamente molesta.
“¡Esa muchacha ingrata va a hacer que me dé un infarto!”, bramaba el abuelo a todo pulmón.
“Dígame, abuelo, ¿en qué lo puedo ayudar?”, habló Valeria apenas entró en la sala, con la voz apenas audible.
“Tú no me ayudarías en nada, pues arruinaste una simple tarea como la de anoche”, espetó Diego. Valeria se quedó perpleja, pues ella había cumplido con la misión de entregar el trabajo a Natalia.
“No te molestes con ella, abuelo, ella no tiene la culpa de ser tan tonta”, resonaron las palabras de Natalia por toda la sala. Valeria dirigió la mirada hacia su hermana mayor, quien la observaba con ojos llenos de malicia.
“No la defiendas, Natalia. Sabes que tu hermana no es digna de esta familia. Ella solo sabe hacer mal las cosas y, además, es una desvergonzada. ¿Sabías que ayer vino en el auto de Gabriel Linares? Un completo desconocido para ella.”
“Abuelo, yo le puedo explicar todo. Las cosas no son así como usted cree.” Valeria no pudo terminar la frase. El sabor metálico de su propia sangre había inundado su boca.
Diego le había propinado una bofetada fulminante, la fuerza del golpe la hizo caer al suelo. Una vez ahí, continuó golpeándola con absoluta indiferencia. “¡Eres una desvergonzada; no ensuciarás el apellido de mi familia!”
Natalia, presenciando la escena, sonreía abiertamente al ver la manera tan cruel en que el abuelo trataba a su hermana. Para ella era un espectáculo divertido; además, la idea de Valeria coqueteando con Gabriel le hacía hervir la sangre de celos.
Después de que el abuelo descargó toda su ira, ordenó que la llevaran a su habitación; ya no quería ver a su nieta menos querida. Tras aquel bochornoso momento, Diego salió de la mansión junto a su nieta preferida, Natalia. Iban a la empresa, donde Alfredo, el nieto mayor e hijo de su segundo hijo, Gustavo, lo estaba esperando para la reunión con Gabriel.
💼 La Reunión de Negocios
“Abuelo, ¿por qué tardaste tanto en llegar?”, preguntó Alfredo, alzando una ceja.
“Esa prima tuya me volverá loco, pero después hablamos de eso.” Alfredo frunció el ceño al saber a quién se refería el abuelo. Supo que Valeria había vuelto a sufrir bajo las manos de Diego y sintió una punzada por no haber estado allí para protegerla. Estaba ansioso y quería que la reunión terminara para poder ir al lado de su prima y ver qué tanto daño le había ocasionado su abuelo.
Pero Diego no se lo iba a permitir. Él solo quería cerrar el negocio con Gabriel y así consolidar su fortuna.
“Buenos días, señor Linares”, saludó Diego con exagerada amabilidad.
“Buenos días, señores Arismendi”, respondió Gabriel con la seriedad que lo caracterizaba.
Dos de los hijos y dos de los nietos de Diego ya estaban en la sala. Gabriel frunció el ceño; su objetivo no estaba a la vista. Él quería ver los ojos del hombre que, según sus sospechas, había asesinado a sus padres. Los recuerdos de aquella noche invadieron la mente de Gabriel: los gritos de su madre pidiéndole que saliera de la casa y los ruegos desesperados de su padre por ayuda. Esos recuerdos fortalecían aún más sus deseos de venganza.
“Empecemos la reunión”, instó Diego con determinación.
Justo cuando iban a empezar, llegó Ismael, el segundo hijo de Diego. Él era el objetivo principal para Gabriel. Ver su cara tranquila y arrogante hizo que el verdugo sintiera aún más irritación.
“Ahora que estamos todos presentes, ¿podemos empezar la reunión?”, comentó Gabriel, mirando fijamente al presunto asesino de sus padres.
“Por supuesto, disculpen la demora, pero pasé por la casa y me encontré con una escena bastante desagradable”, dijo Ismael, mirando con desaprobación a su padre, Diego.
Gabriel estaba intrigado por lo que Ismael había dicho, pero no podía preguntar directamente a qué se refería.
💍 El Giro Inesperado
La firma del contrato se desarrolló sin ningún inconveniente. Una vez que terminaron de hablar de negocios, Gabriel solicitó una reunión privada solo con los hombres mayores de la familia Arismendi. Ismael y su hermano Gustavo (el tercer hijo y padre de Alfredo) se miraron confundidos.
“Natalia y Alfredo, por favor salgan de la sala de reuniones”, ordenó Diego mirando a sus dos nietos.
Ellos obedecieron la orden sin chistar. En esa familia, todos hacían lo que el patriarca decía.
Una vez quedaron solos, Gabriel comenzó a hablar, con una expresión seria y formal: “Señores Arismendi, en pro de fortalecer nuestra relación futura, me he tomado el atrevimiento de pedir hablar con ustedes para solicitar la mano de una de sus hijas.”
Continuó, construyendo meticulosamente su fachada: “Ustedes me conocen y saben que soy un hombre responsable y trabajador. Y más que querer fortalecer una relación de negocios, busco afianzar nuestra amistad y unión familiar por medio de este matrimonio. Además, desde que vi por primera vez a su hija, mi corazón sintió que ella era la indicada. Será la mujer que me robaría los pensamientos.”
Natalia, quien se había quedado escuchando la conversación detrás de la puerta, mostró una amplia sonrisa al estar segura de que Gabriel Linares estaba pidiendo su mano. Ella había amado a Gabriel desde el primer día que lo conoció.
Gabriel hizo una pausa, miró directamente a Diego y continuó con voz firme y gélida:
“Me refiero a Valeria Arismendi.”