En un barrio marginado de la ciudad, Valentina, una chica de 17 años con una vida marcada por la pobreza y la lucha, sueña con un futuro mejor. Su vida cambia drásticamente cuando conoce a Alejandro, un ingeniero de 47 años que, a pesar de su éxito profesional, lleva una vida solitaria y atormentada por el pasado. La atracción entre ellos es innegable, y aunque saben que su amor es imposible, se sumergen en una relación secreta llena de pasión y ternura. ¿como terminara esta historia?
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Capítulo 3: Primeros Pasos
El lunes llegó más rápido de lo que Valentina había esperado. Desde el momento en que despertó, una mezcla de nervios y emoción la invadió. Se vistió con cuidado, eligiendo una camiseta limpia y unos pantalones que le quedaban bien. Mirándose en el espejo, se dijo que debía verse presentable. La oportunidad de trabajar junto a Alejandro era más que un simple pasatiempo; era una puerta abierta a algo nuevo, a un futuro que se sentía inalcanzable.
Al llegar a la fábrica, el ambiente era diferente. Los trabajadores estaban ocupados, cargando materiales y moviendo herramientas. Valentina se sintió un poco fuera de lugar, pero el pensamiento de ver a Alejandro la impulsó a seguir adelante. Se acercó al lugar donde lo había visto la última vez, sintiendo que cada paso que daba la acercaba a su destino.
Cuando lo encontró, él estaba conversando con un par de hombres. Valentina se detuvo, observando cómo se movía con confianza y liderazgo. No era solo su apariencia lo que la atraía, sino también su manera de ser, su forma de tratar a los demás. Alejandro se dio cuenta de su presencia y, al levantar la vista, le sonrió con calidez.
“Hola, Valentina. Me alegra que vinieras,” dijo él, acercándose a ella. La sonrisa que le dedicó la hizo sentir como si el mundo se detuviera a su alrededor.
“Hola,” respondió ella, sintiendo que su rostro se sonrojaba. “¿En qué puedo ayudar?”
“Hay mucho por hacer. Hoy estamos organizando el espacio y pintando algunas paredes. ¿Te gustaría comenzar con la pintura?” preguntó Alejandro, señalando un par de cubos de pintura y brochas que estaban a un lado.
Valentina asintió, emocionada ante la perspectiva de trabajar junto a él. “Claro, suena bien.”
Mientras empezaban a trabajar, Valentina se dio cuenta de que, aunque el trabajo era físico y agotador, estaba disfrutando cada momento. Pintar las paredes de la fábrica le dio una sensación de propósito, como si cada pincelada estuviera contribuyendo a algo más grande. Y cada vez que sus miradas se encontraban, sentía que una chispa pasaba entre ellos, algo que no podía ignorar.
“¿Cómo decidiste hacer este proyecto?” preguntó Valentina, tratando de mantener la conversación fluyendo mientras pintaban.
Alejandro hizo una pausa, mirando las paredes blancas que pronto estarían llenas de color. “Crecí en un barrio como este,” explicó. “Cuando era más joven, siempre soñaba con hacer algo que ayudara a la comunidad. Pasé muchos años trabajando como ingeniero, pero nunca sentí que eso realmente tuviera un impacto. Quería cambiar eso, así que decidí volver y hacer algo que realmente importe.”
Valentina escuchaba atentamente, admirando su pasión. “Eso es increíble. No muchas personas se preocupan por el lugar donde crecieron. Es inspirador.”
“Gracias,” dijo él, sonriendo. “Pero hay mucha gente aquí que necesita ayuda, y yo solo estoy tratando de hacer mi parte.”
Con el paso de las horas, el trabajo continuó. Valentina se sintió más cómoda a su lado, hablando sobre su vida, sus sueños y su familia. Alejandro compartió anécdotas de su infancia y sus experiencias como ingeniero, mientras ella le contaba sobre su abuela y cómo habían luchado para salir adelante. Cada risa y cada historia compartida las unía más.
Sin embargo, en el fondo de su mente, Valentina no podía evitar recordar la diferencia de edad entre ellos. Era un pensamiento inquietante, uno que surgía a menudo. Alejandro parecía tener una vida llena de experiencias, mientras que ella apenas comenzaba a explorar el mundo. Pero a medida que pasaba el tiempo, se dio cuenta de que, al menos en ese momento, la diferencia no parecía importarles. Se disfrutaban, se reían y se escuchaban con atención.
Al final de la jornada, Alejandro se detuvo y miró a su alrededor. “Hemos hecho un gran trabajo hoy,” comentó, admirando las paredes recién pintadas. “Gracias por tu ayuda, Valentina. Eres una gran trabajadora.”
“Gracias a ti por dejarme ser parte de esto,” respondió ella, sintiéndose feliz y realizada.
“¿Te gustaría volver mañana?” preguntó Alejandro, su mirada sincera y esperanzadora.
“Sí, me encantaría,” dijo Valentina, sintiendo una oleada de emoción. Cada día que pasaba junto a él la hacía sentir más viva.
Mientras se despedían, Alejandro le dio una sonrisa que hizo que su corazón se acelerara. “Nos vemos mañana, entonces.”
Valentina se alejó de la fábrica, sintiendo que había dado un paso importante en su vida. Había comenzado a construir algo más que una simple amistad con Alejandro; estaba empezando a descubrir un mundo lleno de posibilidades. Sin embargo, la preocupación por la diferencia de edad seguía latente en su mente. Sabía que no podía dejar que eso se interpusiera en lo que sentía, pero el futuro era incierto.
Esa noche, mientras se acomodaba en su cama, Valentina cerró los ojos, recordando las risas, las conversaciones y, sobre todo, la conexión que había sentido con Alejandro. Tal vez, pensó, este era solo el principio de algo hermoso. Pero la realidad siempre tendría su manera de recordarle que a veces, lo hermoso también podía ser frágil.