Un chico solitario, incrédulo de lo fantástico, ve su vida tranquila y aislada tras tocada por un encuentro inesperado con lo desconocido.
Ese momento cambiará todo: su corazón, antes apagado, latirá con fuerza, y la soledad que lo envolvía comenzará a desvanecerse poco a poco.
Ahora deberá enfrentarse a una decisión que definirá su destino:
¿Elegirá la luz o se rendirá ante la oscuridad?
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¿Te vas?
15/01/2019
El lunes por la mañana, tomé una ducha, desayuné rápidamente y salí rumbo a la escuela. La noche anterior había pensado en hacerme amigo de Elizabeth, pero después de reflexionarlo un poco, llegué a la conclusión de que con Max era más que suficiente. Al fin y al cabo, después de dos años, olvidaría a Elizabeth.
Cuando llegué al salón, me senté y me puse a esperar. Extrañamente, había llegado temprano. Desde que me convertí en familiar, me di cuenta de que algunos de mis malos hábitos habían desaparecido sin que me diera cuenta.
(salón de clases)
Max: (al entrar, sorprendido) ¡¿Eh?! ¿Esto es un sueño?
Losert: (lo miro confundido) ¿Qué pasa, Max? Buenos días.
Max: ¿Tú, temprano en la escuela? ¡Eso es lo que pasa! Ha, buenos días.
Losert: (sonrío y me rasco la cabeza) Jajaja, sí, lo sé, raro, ¿no? Pero hoy simplemente tenía ganas de llegar temprano. (Pienso) No pude dormir otra vez...
Max: (se sienta) Bueno, desde ayer te noto raro. (Me mira, pensativo) No sé qué pasó, pero espero que ese cambio sea para bien. (Sonríe) Jejeje.
Losert: Eres un caso perdido, amigo.
Max: (en tono alterado) ¿Qué yo? ¿Qué? Aquí el caso perdido eres tú, ¡tienes solo un amigo y ni novia tienes! A este paso te vas a quedar solo.
Losert: Eso no va a pasar. Te tengo a ti. (Lo tomo del hombro) No necesito a nadie más que a ti, Max. (Termino con una sonrisa).
Max: (se pone serio, baja la mirada) Pues… tengo algo que contarte en el receso.
Losert: (intrigado) Okey, amigo.
Tomamos las clases como siempre, hasta que finalmente llegó la hora del receso.
(reseso en el salon)
Max: Losert (me mira con seriedad). Tengo algo que contarte. Mis padres aceptaron un trabajo en Estados Unidos, y me voy con ellos.
Losert: (me quedo en shock, un nudo en la garganta). ¿Qué? ¿En serio? ¿Cuándo se van?
Max: El jueves. Hoy mis papás hablarán con el director para dar la noticia.
Losert: (intento disimular mi sorpresa, forzando una sonrisa) Ah, claro... Estados Unidos, ¿eh? Si van a Nueva York, saluda a mis padres. Ellos dan clases allá.
Max: (baja la mirada, parece culpable) Lo siento, Losert, no quería que fuera tan de repente.
Losert: (respiro hondo, trato de mantenerme firme) No es nada, Max... (con una sonrisa que no es del todo sincera) Al final, será un cambio para ti, ¿no? Voy a estar bien. (cambio de tema rápidamente) Eh, voy al baño un momento, ya vengo.
Caminé por los pasillos hasta llegar al baño. Me acerqué al lavabo, mojé mi cara con agua fría y me quedé mirando mi reflejo en el espejo. No pude evitar que las lágrimas comenzaran a caer. Mi único amigo, Max, se iba, y al igual que mis padres, me dejaba atrás. Sentí que me quedaría completamente solo. Estaba atrapado en ese momento de desesperanza cuando, de repente, ellos entraron.
¿?: (voz burlona de chico) Vamos, Háziel, la próxima vez le damos más fuerte.
Háziel: (riéndose) Jejeje, claro, Daniel. Es divertido verlos doblarse.
Daniel: (entrando al baño, sorprendido) ¿Eh? ¿Estás llorando?
Háziel: (mirando con curiosidad) ¿Lo conoces?
Daniel: Es solo un mocoso de primero, dicen que es el chico raro, el que no habla con nadie.
Háziel: (sonriendo maliciosamente) Ah, entonces este es el famoso inadaptado.
Daniel: Exacto. (se acercan lentamente, rodeándome) Y parece que, además, solo tiene un amigo.
Háziel: (en tono provocador) Mmm... ¿qué pasa, mocoso? ¿No vas a defenderte?
Losert: (los miro con calma, sin apartar la mirada) No sé qué quieren de mí, pero no tengo nada que decirles. (muevo la cabeza y empiezo a caminar para salir)
Daniel: (agarrándome del brazo con fuerza, sonríe de manera despectiva) Vaya, parece que no eres tan tímido después de todo. (acerca su rostro al mío) A ver, ¿qué harías si te golpeamos ahora? ¿Llorarías o pelearías?
Háziel: (cerca de mi oído, retorciendo mi otro brazo) Estás empezando a interesarme. Dime, ¿tienes algo que decir o te quedas en silencio como siempre?
Antes de que pudiera decir algo más, un maestro entró al baño, interrumpiendo lo que parecía una confrontación inminente. Los dos chicos me soltaron de inmediato, y aunque sus sonrisas se mantenían, el ambiente ya no era el mismo. La amenaza quedó suspendida en el aire, como un juego incompleto, mientras los tres se apresuraban a salir del baño antes de que el maestro notara lo que había sucedido.
Dejaron que me fuera, pero no sin antes asegurarme que lo que acababa de ocurrir quedaría pendiente. No supe si me tranquilizó o me preocupó más.
Cuando el receso terminó, todos regresaron al salón con la misma indiferencia que si nada hubiera pasado. Las conversaciones seguían, los estudiantes se acomodaban en sus asientos, y el ambiente escolar continuaba como siempre. Sin embargo, había algo que no podía ignorar: Elizabeth nunca me dirigió la palabra. Ni un gesto, ni una mirada. Solo sonreía y hablaba con todos los demás, incluso con Max.
Ya había logrado hacerse amiga de casi toda la clase, como si no hubiera llegado a este lugar hace pocos días. Se integraba con facilidad, y todo el mundo la aceptaba como una más del grupo. Era un contraste con mi lugar en ese salón, el único que quedaba al margen, el único que parecía invisible para todos, excepto para Max.
Los días pasaron rápidamente, sumidos en la rutina diaria. Nadie parecía notarlo, pero yo seguía siendo la misma persona aislada en ese rincón, mientras los demás se movían en sus propios mundos. La normalidad se apoderó de las horas, pero algo en mí sabía que pronto todo cambiaría.
Y así, llegó el jueves. El día que Max se despediría. Cuando entró al salón, me di cuenta de que algo era diferente. Él no era el mismo de siempre, su postura era más seria, más tensa. Todos los ojos se volvieron hacia él, y se detuvo en el centro del aula, mirando a sus compañeros.
18/01/2019
(salón de clases)
Max: "Compañeros, debo despedirme de ustedes, pues hoy es mi último día de clases. Me iré del país con mis padres, y solo quería darles las gracias a todos por haberme ayudado. Aunque no pude hablar con todos, les estoy muy agradecido por todo lo que compartimos."
(Su voz estaba tranquila, pero la tristeza era evidente en sus ojos. A pesar de que estaba rodeado de sus compañeros, algo en su postura mostraba que esta despedida no era fácil para él).
Maestro: "Bien dicho, Max. Ahora toma asiento y disfruta tu última clase."
(El maestro asintió, con una leve sonrisa en su rostro, como si intentara hacer que el momento fuera menos pesado).
Max: "Gracias, maestro."
(Dijo en un susurro, antes de sentarse nuevamente. Su mirada se cruzó con la mía por un segundo, y aunque no dijimos nada, ambos sabíamos lo que significaba ese breve intercambio).
Toda la clase terminó conmovida. Desde que las clases empezaron en agosto, Max había sido un compañero en quien todos podían confiar. Siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás, a escuchar cuando alguien necesitaba hablar. No era el tipo de persona que solo se preocupaba por sí mismo; su bondad era lo que lo hacía destacar, y todos lo sabían.
Mientras observaba cómo sus compañeros le mostraban su aprecio, me di cuenta de lo difícil que debía ser para él decir adiós. Para mí, el hecho de que Max se fuera era más que solo una despedida. Era una pérdida personal. A pesar de que nunca fui el tipo de persona que demostraba mis emociones, sentí que algo se quebraba dentro de mí.
Sin embargo, su despedida no era solo para mí. Yo era el inadaptado, el que nunca encajó completamente. Max había sido el único que realmente me trató como un igual, pero ahora, al ver la reacción de todos, me di cuenta de cuán distante había estado de él en los últimos días. Supuse que sería un fastidio que un tipo como yo, alguien que no tenía mucho que ofrecer, quisiera pasar su último día de clases solo con él. Así que, en el reseso, lo ignoré. No quise acercarme, no quería ser un recordatorio de que el chico solitario seguiría ahí, mientras él se despedía de todos con una sonrisa en su rostro.
Ni siquiera me molesté en comer con él. Tal vez, de alguna manera, creí que mi silencio lo protegería, que no sería otra carga más en su despedida. Pero en el fondo, sabía que esa era la peor decisión. La distancia que había puesto entre nosotros solo confirmaba lo que ya había temido: la soledad me estaba ganando de nuevo.
(reseso salón de clases)
Max: ¿Comemos juntos una última vez? (Dijo mientras se sentaba)
Losert: (Lo miré, luego a todos los que se acercaban para hablar con él, sus sonrisas y sus palabras llenaban el aire de una energía que yo no podía compartir) Lo siento, no tengo hambre. (Mi voz sonó más distante de lo que esperaba). Iré a la biblioteca a estudiar un poco, tal vez me distraiga. Tú… come con los demás. Nos vemos luego.
(Lo dije sin mirarlo directamente, aunque sabía que Max me entendía. Mi excusa era vacía, pero no podía enfrentar la idea de compartir ese último momento. Los demás lo rodeaban, felices por su compañía, mientras yo me perdía en mis pensamientos. senti que cada paso me alejaba más de una amistad que, de alguna manera, sabía que nunca tendría de nuevo. La soledad, una vez más, era mi única compañía.)
Al caminar para salir del salón, sentí una mirada que me congeló. Era Elizabeth. Sus ojos se clavaron en mí con una expresión que no pude descifrar al principio. Pero al mirarla por más tiempo, entendí que era desespero, una mezcla extraña de frustración y algo más. Tal vez era por mi indiferencia, tal vez por la distancia que había puesto entre nosotros. Pero, a pesar de todo, decidí ignorarla. No quería enfrentarme a lo que su mirada provocaba en mí.
Salí del salón sin decir una palabra, con el eco de su mirada aún resonando en mi cabeza. No me detuve, no me volví para ver si seguía observándome. Caminé directo a la biblioteca, buscando refugio en los libros, en el silencio. Me senté en una mesa, rodeado de estanterías llenas de conocimientos que ahora me parecían vacíos. Todo lo que quería era escapar de ese torbellino de pensamientos y emociones que me asfixiaban. Cerré los ojos y dejé que el tiempo pasara mientras meditaba sobre lo que estaba sucediendo, pero las respuestas nunca llegaban. Solo más preguntas.
(biblioteca)
Losert: (pensé) Solo soy un cobarde. ¿En qué punto de mi vida decidí alejar a todos? (La tristeza invadió mi cabeza, como una niebla densa que no podía disipar) Supongo que estaré bien, no necesito a Max. No lo necesito. Me convencí a mí mismo, una y otra vez, de que no había nada que pudiera hacer para cambiar las cosas. ¿Para qué aferrarme a alguien que, al final, también se iría? La soledad parecía ser el único camino, y, si lo pensaba bien, nunca había sido tan diferente a los demás, solo... más callado, más aislado.
Al pensar más en ello, me convencí de que todo estaría bien. No necesitaba a nadie, y mucho menos a Max. Era un ciclo que siempre se repetía: la gente se va, y uno tiene que seguir adelante. Así que, al final, terminé el día como si nada hubiera sucedido. Como si esos sentimientos no existieran, como si realmente estuviera bien con todo.
En la salida, vi a Max, que me miraba con esa expresión triste, como si quisiera decir algo más. Pero, sin darle mucha importancia, le di una despedida rápida, una que apenas alcanzó a ser sincera, y me marché a casa, tratando de olvidar por un rato todo lo que había pasado.
Max: Si en unos años regreso, espero que sigamos siendo amigos. (Me extiende la mano con una leve sonrisa, intentando esconder la tristeza en sus ojos).
Losert: (Lo miré en silencio por un momento, tratando de procesar sus palabras. Finalmente, sonreí de forma que sabía era falsa, pero que él no notaría) Dalo por hecho. (Estrechó su mano, intentando no dejar que se notara lo mucho que me dolía decir esas palabras. Sin embargo, mi sonrisa no alcanzó a llegar a mis ojos). Me voy, que te vaya bien.
Max: (Su rostro se tornó serio, la tristeza invadiendo su expresión) Nos vemos, amigo.
Losert: (Lo miré por última vez, sintiendo cómo algo dentro de mí se rompía un poco, pero sin mostrarlo. Contesté en voz baja, casi con indiferencia) Adiós, Max.
Supongo que Max se dio cuenta de mi frialdad, porque no dijo nada más. Solo me observó mientras me alejaba, y yo, aunque quería hablarle, no podía. Sabía que, en ese momento, ya no había nada que pudiera decir para evitar lo inevitable. Cuando me alejé lo suficiente, las lágrimas empezaron a caer, sin previo aviso. Mi corazón, por alguna razón que no comprendía, dejó de latir con fuerza, como si estuviera agotado de todo lo que había estado guardando.
Al llegar a casa, solo me dejé caer en el sofá, el peso de todo lo que había sucedido en ese día se desbordó. Cerré los ojos, buscando algo de consuelo en la oscuridad de la habitación. Pero lo único que sentí fue un vacío profundo, uno que no sabía cómo llenar.
CONTINUARA....