Una historia sobre un adolescente Riko que se enamora de una ramera
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**Capítulo 3: La Vida de Fabiola**
**Capítulo 3: La Vida de Fabiola**
Fabiola Pérez había crecido en un barrio humilde, donde las calles estaban llenas de sueños rotos y esperanzas marchitas. Desde pequeña, había aprendido a valorar las pequeñas cosas de la vida: el sabor del pan recién horneado, la risa de sus hermanos y el calor de un abrazo. Sin embargo, la vida también le había enseñado lecciones duras. A los catorce años, Fabiola se vio obligada a asumir responsabilidades que no le correspondían. Su madre, una mujer trabajadora y valiente, había caído enferma, y el peso de la familia recayó sobre sus jóvenes hombros.
A medida que las circunstancias se volvían más difíciles, Fabiola se dio cuenta de que necesitaba encontrar una forma de ayudar. La pobreza era una sombra constante, y el hogar, aunque lleno de amor, a menudo carecía de lo esencial. Con el tiempo, se vio empujada hacia el mundo de la prostitución, un camino oscuro que jamás había imaginado. Sin embargo, a pesar de las circunstancias, Fabiola nunca perdió su esencia. Era una joven llena de vida, con una sonrisa que iluminaba incluso los días más oscuros.
Cuando empezó a trabajar en el bar, Fabiola se dio cuenta de que era un lugar donde podía ganar dinero rápidamente. Al principio, se sintió perdida y asustada, pero con el tiempo aprendió a adaptarse. Se convirtió en una de las favoritas de los clientes, no solo por su belleza, sino por su personalidad encantadora. Su risa era contagiosa, y su capacidad para escuchar a los demás la hacía destacar. Aunque sabía que su trabajo era polémico, Fabiola encontraba una extraña satisfacción en poder ayudar a su familia.
Sin embargo, el mundo del bar también era peligroso. Había noches en las que el ambiente se volvía tenso, y el alcohol y las drogas creaban situaciones peligrosas. Fabiola había visto a muchas mujeres convertirse en sombras de lo que solían ser, atrapadas en un ciclo de abuso y desesperación. Pero, a pesar de todo, ella se mantenía firme. Tenía sueños, y esos sueños eran su ancla en medio de la tormenta.
Una parte de Fabiola siempre anhelaba una vida diferente. A menudo se sentaba en su habitación, mirando por la ventana y soñando con un futuro mejor. Leía libros sobre lugares lejanos, sobre personas que habían logrado superar sus circunstancias. Quería ser más que un rostro en un bar, más que una simple historia que contar. Quería ser alguien que marcara la diferencia, no solo en su vida, sino en la de su familia.
Esa noche, mientras se preparaba para el turno, Fabiola pensaba en lo que había sucedido en el bar la semana anterior. Fernando había sido diferente a los demás. Su mirada, su forma de hablar, su interés genuino la habían deslumbrado. A pesar de su mundo opulento, había algo en él que resonaba con su propia lucha. Se preguntaba si podría haber algo más entre ellos, algo que trascendiera las barreras de sus vidas tan distintas.
Cuando llegó al bar, el ambiente ya estaba lleno de risas y música. Fabiola se dejó llevar por la energía del lugar, pero en el fondo de su corazón, había una pequeña chispa de esperanza. Mientras atendía a los clientes, no podía dejar de pensar en Fernando. ¿Volvería? ¿Lo volvería a ver?
Esa noche, mientras servía tragos, Fabiola se encontró con una clienta habitual que estaba visiblemente alterada. La mujer, que a menudo venía sola, parecía más desinhibida de lo habitual. Fabiola se acercó a ella con una sonrisa, tratando de calmarla. "¿Todo bien, amiga?", preguntó con suavidad.
La mujer, entre sollozos, comenzó a desahogar sus problemas. Hablaba de su vida, de su matrimonio infeliz y de cómo había llegado al bar en busca de escapatoria. Fabiola, con su corazón sensible, escuchaba atentamente. A medida que la mujer se desahogaba, Fabiola se dio cuenta de que, aunque estaban en mundos diferentes, ambas compartían la misma necesidad de ser escuchadas, de ser vistas. En ese momento, se sintió conectada con ella de una manera profunda.
Fabiola siempre había creído que su trabajo no solo consistía en atender a los hombres que buscaban compañía, sino también en ofrecer un espacio seguro para aquellos que necesitaban hablar, llorar o reír. A pesar de su situación, sentía que tenía un propósito, y eso le daba fuerzas para seguir adelante.
A medida que la noche avanzaba, Fabiola se encontró pensando en Fernando nuevamente. La forma en que la miraba, como si realmente la viera, la hizo cuestionar su propia realidad. ¿Era posible que alguien de un mundo tan diferente pudiera enamorarse de ella? ¿Podría Fernando ver más allá de su trabajo y su vida actual?
En los días siguientes, Fabiola se preparó para la llegada de Fernando. Cada vez que escuchaba el sonido de la puerta del bar abrirse, su corazón latía con más fuerza. Sin embargo, también había un miedo latente. La idea de ser rechazada, de que él no la aceptara por lo que era, la aterraba. Pero la esperanza, esa chispa que había encendido en su interior, la mantenía en pie.
Finalmente, llegó la noche en que Fernando volvió al bar. Fabiola sintió un torrente de emociones al verlo entrar. Su presencia era magnética, y la forma en que se movía por el lugar le hizo recordar por qué se había sentido atraída hacia él. En cuanto sus miradas se encontraron, algo en el aire cambió. Era como si el tiempo se detuviera y el ruido del bar se desvaneciera.
Fernando se acercó a la mesa donde ella estaba, y su corazón se aceleró. "Hola, Fabiola", dijo con una sonrisa. "Me alegra verte de nuevo".
"Hola, Fernando", respondió ella, sintiendo cómo sus mejillas se sonrojaban. "Yo también estoy feliz de verte".
La conversación fluyó con naturalidad, como si la distancia de la semana anterior nunca hubiera existido. Fabiola se permitió soñar un poco, imaginar que su vida podría cambiar, que podría ser más que una chica del bar. A medida que hablaban, compartían risas y miradas cómplices, y Fabiola se sintió más viva que nunca.
A lo largo de la noche, Fabiola no pudo evitar preguntarse qué pensaría Fernando de su vida. ¿Le contaría sobre su familia, sus luchas, su trabajo? La idea de abrirse a él la asustaba, pero también la emocionaba. Quería que él la conociera de verdad, no solo como la chica del bar, sino como la persona que era en su interior.
Mientras la noche avanzaba, Fabiola sintió que su corazón se llenaba de esperanza. Fernando representaba una oportunidad, una puerta abierta hacia algo nuevo y desconocido. Tal vez, solo tal vez, podría encontrar el amor y la aceptación que tanto anhelaba.
Con cada sonrisa compartida y cada historia contada, Fabiola comenzó a imaginar un futuro diferente. Un futuro donde no solo era una sobreviviente, sino una mujer amada y valorada. A medida que la música resonaba en el bar, Fabiola decidió que estaba dispuesta a arriesgarse, a abrir su corazón y ver a dónde la llevaría el destino.