Catalina Miranda es una joven deslumbrante que persigue con fervor sus sueños, a pesar de las adversidades que la rodean. Su familia no cuenta con grandes recursos económicos ni ocupa un alto estrato social, pero cada día luchan con valentía para salir adelante. Para Catalina, su madre y su hermana menor son el centro de su mundo; sueña con conseguir un buen trabajo que les brinde la vida digna que merecen, convirtiéndolas en verdaderas reinas.
Catalina es una soñadora incansable, siempre dispuesta a extender su mano a quienes la rodean. Sin embargo, su vida da un giro inesperado en una oscura noche. Al escuchar murmullos inquietantes provenientes de las afueras de su hogar, se siente atraída por la multitud de vecinos congregados. Con el corazón en un puño y temiendo lo peor, se acerca lentamente, solo para encontrarse con una escena desgarradora que cambiará su vida para siempre.
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Capítulo II La propuesta
Salgo del baño envuelta en una toalla, veo la ropa que acababan de traer tendida con cuidado en la cama, ni en mis mejores sueños vi algo tan bonito. Sabía que mientras estuve en la ducha alguien entró y escogió la ropa que usaría, era un vestido azul hermoso, además para mi tono de piel era el indicado.
Procedí a vestirme, mis emociones estaban a flor de piel, el dolor por la perdida de mi familia y el miedo que estaba sintiendo me consumían.
Después de vestirme, busque algo para secar mi cabello, este era ondulado y largo, lo llevaba hasta la cintura, al verme en el gran espejo que tenía frente a mí: mis ojos color miel estaban apagados y sin el brillo que siempre me había caracterizado, en mi rostro se reflejaba el dolor y el miedo, mis labios estaban pálidos... no era yo, esta mujer frente a mí estaba muy lejos de ser quien había sido en el pasado.
Recordé aquella terrible escena y sin saberlo cada vez que volvían a mí esas imágenes mi corazón se endurecía. "Señorita, el señor la espera", la voz de la joven que me había visitado temprano me saco de mis pensamientos.
"¿Quién es ese hombre que me trajo a este lugar sin mi autorización?", las palabras salían de mi boca sin permiso.
"Ya lo sabrá, ahora sígame", fui detrás de esa mujer, quería saber que hacía yo en aquel lugar.
Al salir de la habitación me encontré con un lugar asombroso, esto era un palacio, caminamos por un enorme pasillo que deslumbraba con las pinturas colgadas en la pared, seguimos el camino hasta llegar a una escalera de cristal, el contraste entre el pasillo por el cual cruzamos a este era increíble, mientras que la parte superior parecía de un lugar antiguo, una vez que llegas a este punto el modernismo te abraza. Baje las escaleras detrás de la joven que me había atendido desde que desperté, aún no sabía su nombre, pero en este momento me daba igual.
Llegamos frente a una gran puerta, después de cruzar la moderna sala, este lugar era el sueño de cualquier mujer. "Ya la anuncio", comentó la mujer llamando mi atención hacia ella.
No lo voy a negar, estaba muerta de miedo; sin embargo, no lo iba a demostrar. No entendía de donde estaba sacando esas fuerzas, somo sabía que no podía demostrar temor.
"Puede pasar", dijo la joven al salir nuevamente de la oficina.
Entre sin titubear, quería saber de qué se trataba todo esto, quéría terminar con todo e ir a despedirme de mi familia.
"Catalina Miranda, eres mucho más hermosa en persona que por fotos", las palabras del hombre que estaba sentado detrás de un gran escritorio me recibieron.
Lo miré extrañada, nunca antes había visto a este sujeto, pero al parecer el sí me conocía a mí.
"Por favor acércate, y toma asiento", me quede paralizada en mi sitio. No podía negar que era un hombre muy guapo, su mirada era profunda, enigmática y atrapante, parecía que te dejaba hipnotizada, pero al mismo tiempo sabías que era un hombre muy peligroso.
"No repito ordenes", dijo con voz fuerte y determinada.
Sin más remedio caminé hasta donde se encontraba ese sujeto y me senté en la silla frente a él. "¿Quién es usted y qué desea de mí?", no supe de donde saque el valor para formular aquella pregunta.
"¿Quién soy?, solo confórmate en saber que soy quien te ayudara a vengar a tu familia y ¿qué quiero de ti?, pues lo único que me puedes dar...", no era ninguna estúpida y sabía muy bien a que se refería este hombre.
"¿Qué gana con todo esto?, porque estoy segura de que las mujeres le llueven". Respondí mirándolo a los ojos.
"Así es, tengo muchas mujeres a mi alrededor, pero desde que te vi me gustaste y te deseo", respondió sin titubeos.
"¿Sabe quien le hizo eso a mi familia?", pregunté con un nudo en la garganta.
"La verdad es que no lo sé, pero te aseguro que lo averiguaré y pondré en tus manos sus cabezas", dijo con firmeza.
"¿Por qué creer en usted?, no lo conozco y no parece alguien de fiar", respondí mirándolo fijamente a los ojos, no iba a negar que estaba asustada y que por dentro moría de ganas de salir corriendo, pero la propuesta era tentadora, alguien era culpable de la muerte de mi familia y debían pagar.
"Tampoco creo que quieras conocerme, ti solo acepta mi propuesta y te prepararé para que regreses por tu venganza, mira el lado positivo, solo te entregaras a mí un par de veces, ni que fuera algo que nunca hubieras hecho antes", trate de contenerme, no quería que se diera cuenta de que en realidad nunca había estado con ningún hombre, siempre me había guardado para estar con el amor de mi vida, aunque no lo había conocido aun.
"Cuando es por amor, ese acto no es una tortura, pero cuando es a la fuerza las cosas son diferentes", estaba molesta, sentía mucha impotencia, era como si me estuviera vendiendo y para eso no me educo mi madre.
"Eres demasiado inocente cariño. Yo no sé que es el amor, ni me interesa saberlo, ahora te daré un par de días para que lo pienses, mientras puedes quedarte aquí y disfrutar de mi casa", tras decir eso, me pidió que saliera del estudio, ni siquiera me dijo su nombre y así pensaba que me apostaría con él, no tengo nada que pensar; buscaré a mi manera la forma de vengar a mi familia. No necesito a este sujeto.
Salí del estudio y de aquella casa, ni loca me entregaría a un tipo tan frío y déspota. Hablar de sexo como si eso se tomara a la ligera.
Iba caminando por las calles de vuelta al barrio en el que creci, la tristeza me inundaba a medida que me acercaba a mi casa, las lágrimas empezaron a salir de mis ojos. Estaba distraída y no me di cuenta que me estaban siguiendo, cuando estaba cerca de la casa de mis padres sentí como una mano tapaba mi boca, no pude ver a los sujetos que me estaban llevando, estaba aterrada e indefensa, no yenia las fuerzas para salir de esta situación.