En el pintoresco pueblo de Santa Lucía, Mary, una joven de veintiún años siente un profundo vacío causado por la falta de afecto de su padre, don Jaime, quien parece preferir a sus hermanos. Determinada a ganarse su amor, Mary inicia un viaje emocional donde descubre que el verdadero amor comienza por uno mismo. Con la ayuda amorosa de su madre, Mary busca entender las razones detrás del distanciamiento de su padre mientras aprende valiosas lecciones sobre aceptación y fortaleza interior. En su búsqueda, Mary encuentra que el amor verdadero puede manifestarse de formas inesperadas y en momentos cruciales de la vida familiar y personal.
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Bajo la Mirada Protectora de Tomás
Tomás observaba desde la ventana de su habitación mientras el sol comenzaba a ponerse sobre los tejados de Santa Lucía. Una sensación de inquietud crecía en su pecho al notar que Mary no estaba en ninguna parte de la casa. Aunque a veces parecía distante y absorta en sus pensamientos, Tomás siempre había sentido una conexión especial con su hermana menor.
Bajó corriendo las escaleras y preguntó a Ana y Lucas si habían visto a Mary. Los dos negaron con la cabeza, ocupados con sus propios juegos en el patio trasero. Clara, al escuchar la pregunta de Tomás, frunció el ceño preocupada. Mary solía desaparecer ocasionalmente para estar sola con sus pensamientos, pero esta vez parecía diferente.
Tomás decidió buscarla en sus lugares favoritos. Primero, revisó el prado detrás de la casa, donde encontró su árbol favorito y a menudo pensaba en silencio. No había rastro de Mary allí. Luego, se aventuró más allá del pueblo, hasta el borde del río, donde solían explorar juntos cuando eran niños. Nada.
Preocupado, decidió regresar al pueblo y preguntar a algunos amigos de Mary si la habían visto. Nadie había cruzado su camino. Justo cuando la preocupación de Tomás alcanzaba su punto máximo, divisó a lo lejos la figura de Mary bajo el gran árbol. Su corazón se llenó de alivio al verla, pero también de preocupación por lo que podría estar pasando por su mente.
Se acercó a paso lento, no queriendo asustarla. Mary levantó la vista al escuchar sus pasos y una leve sonrisa iluminó su rostro cuando vio a Tomás acercarse.
—¿Qué haces aquí sola, Mary? —preguntó Tomás, sentándose a su lado bajo la sombra fresca del árbol.
Mary suspiró y miró hacia el horizonte.
—Solo necesitaba un poco de tiempo para pensar —respondió ella, sintiéndose reconfortada por la presencia cercana de su hermano mayor.
Tomás asintió comprensivo. Conocía bien la necesidad de Mary de retirarse a veces para reflexionar sobre las cosas. Pero esta vez había algo diferente en su expresión, algo que le hacía temer por lo que estaba pasando por su mente.
—Estoy aquí si quieres hablar, Mary. Sabes que siempre puedes contar conmigo —dijo Tomás con voz suave, colocando una mano cálida sobre el hombro de su hermana.
Mary se sintió abrumada por el amor y la preocupación de Tomás. A pesar de la distancia emocional con su padre, siempre había encontrado consuelo y apoyo en el cariño incondicional de sus hermanos, especialmente en Tomás.
—Gracias, Tomás. No sé cómo explicarlo bien, pero... —vaciló Mary, buscando las palabras adecuadas para expresar sus pensamientos y emociones.
Tomás la escuchó en silencio, permitiéndole tomar su tiempo. Juntos, bajo la mirada protectora del árbol de los susurros, Mary encontró el coraje para abrir su corazón a su hermano mayor, compartiendo sus preocupaciones y sus sueños de encontrar amor y aceptación, tanto dentro de sí misma como de su padre.
Tomás escuchó atentamente cada palabra que salía de los labios de Mary mientras se sentaban bajo las ramas tranquilas del árbol.