Una pareja de esposos adoptan a una niña que según los lugareños es hija de una bruja. Se la quitaron a la mala y ella ha jurado que regresará del más allá a vengarse.
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Un grito agudo
Yaquelyn, al ver a Eugenio en el piso se asustó tanto que se desmayó, ahí permanecieron en el suelo hasta que Yaqui recobró el sentido.
Amor, perdóname, tuve mucho miedo, tú no llegabas, pensé que era un...
Fue cuando Eugenio despertó y se tocó la cabeza adolorida, ay, ¿por qué me pegaste?
Perdón, amor, no sabía qué hacer... Yaqui lo ayudó a levantarse, ¿estás bien?
Sí, deja de tocarme, me daré un baño, había mucho tráfico, la lluvia no nos dejaba pasar. Tuve un mal día, y mira cómo me recibes. Tus ideas locas de que hay fantasmas, un día nos van a matar a los dos.
No fue mi intención, perdón.
Eugenio se metió a baño, Yaqui se fue a la cama, el miedo aún estaba ahí, se sentía observada por alguien, cuando volteó a la ventana unos ojos estaban ahí, ¿o era su imaginación?
Mejor se tapó la cabeza, y así como estaba pronto se quedó dormida.
"Yo no soy una bruja, juro que me las pagarán, uno a uno pagarán, no se olviden que conozco muy bien a todos.
Y tú, Yaquelyn, eres la peor de todas, tú azuzaste a la gente para que vinieran en pos de mí, solo porque me achacaste tus propios miedos e inseguridades, el no poder tener hijos, te ha hecho insegura. Pero juro que vendré del más allá y les haré pagar, uno a uno".
Yaquelyn se revolvía en la cama, la sensación de no poder abrir los ojos la tenía al borde de un paro cardíaco. Sacando fuerzas de no sé dónde, logró abrir los ojos, todo estaba en completa calma. Afuera ya no llovía, los árboles, plantas y flores, parecían agradecer por el agua que les había caído del cielo.
Estaban muy verdes y coloridas, como si no temieran nada de la vida. La única que no se sentía bien era Yaquelyn.
Con los ojos desorbitados veía a todas partes, pero no había nada extraño, todo estaba en su lugar, entonces, ¿qué era lo que la preocupaba mucho?
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Dos días después, Sonia fue al internado, llevaba las hojas firmadas por Héctor.
Buenos días, Madre Superiora.
Buenos días, ¿cómo le va?, ¿trae los papeles firmados?
Sí, madre, aquí están...
¿Y por qué no vino su esposo con usted?, esto deben hacerlo los dos, van a adoptar a una niña, no a un perrito.
Disculpe, mi esposo no pudo venir, pero no se preocupe, yo me las puedo arreglar sola.
Bueno, al parecer todo está en orden. ¿Quiere ver a las niñas? Hay varias de 3 años y solo una de dos semanas de nacida.
Sí, quiero verlas, sobre a todo a la bebé, por favor.
Venga conmigo para que las conozca. En realidad no tenemos muchos niños...
La madre Superiora llevó a Sonia a conocer a las niñas, pero al ver a la beba, quedó encantada con ella.
!Dios mío!, esta es la que quiero, dijo señalando a la beba. ¿La puedo cargar?
Por supuesto que sí.
¡Es tan linda!, ¿cómo se llama?
Alejandra, le pusimos ese nombre porque así se llamaba una monja que murió hace unos meses, ella era muy buena.
¡Qué hermoso nombre!, ¿me la puedo llevar?
Aún no, todavía faltan algunos requisitos, tiene que venir con su esposo, los dos necesitan firmar.
¿Y por qué no me la quiere dar a mí?, al fin y al cabo mi esposo ya firmó los papeles.
Lo siento, señora, son los protocolos de este lugar. Es necesario que vengan usted y su esposo.
Ok, gracias, madre superiora.
Sonia salió de ahí un poco descorazonada. La niña le había robado el corazón, pero, ¿cómo decírselo a su esposo?
Tendría que encontrar la manera.
Esa misma noche habló con él... Amor, ¿qué has pensado de lo que te dije?
¿De qué estás hablando?
De lo de adoptar a una niña...
Sigues con eso.
Por favor, la niña es hermosa, tiene solo dos semanas.
¿Por qué fuiste a verla?, ya te había dicho que no.
Por favor, no me niegues el derecho de ser madre.
Sonia, así estamos bien, ¿para qué quieres una hija?, yo te amo, con o sin hijos.
Héctor la dejó hablando sola, no tenía intención de adoptar un hijo, pero veía a su esposa muy ilusionada y no le quedó más remedio que aceptar.
Regresó con ella, está bien, vamos a ver a esa niña.
Sonia le sonrió, gracias, amor, no sabes toda la felicidad que me das.
Mañana vamos a primera hora. Pero vamos a dormir, estoy muy cansado.
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Amor, voy a trabajar en el despacho, procura dormir, al rato te alcanzo.
Yaqui se fue a su cuarto, se dio una ducha y se acostó a dormir.
Al poco rato ya estaba dormida, pero algo perturbaba su sueño. Se revolvía en la cama inquieta...
Solo se oía a los grillos y uno que otro lobo por ahí.
Sin embargo, el sueño de Yaqui era tortuoso.
Había algo que no la dejaba dormir, sentía la respiración a un lado de ella.
Mientras tanto, Eugenio revisaba unos papeles importantes, tenía que firmarlos y entregarlos al día siguiente.
Estaba muy absorto en lo que hacía, no escuchaba nada.
Eugenio era el dueño de una importante agencia de autos. Tenía sucursales en varias partes de México.
Los autos habían tenido una aceptación excelente. Eugenio iba todos los días, tenía que mantener el orden, y que todo marchara bien. Era muy quisquilloso, no aceptaba faltas de ninguna especie, era autoritario y cruel.
Pero la empresa marchaba bien, tenía mucha gente a su servicio.
Terminó de firmar los papeles y se dispuso a subir a la habitación.
No había subido un peldaño, cuando un grito salió de la habitación...