Amor a domicilio, es una historia de romance que se centra en Lya, una chica pobre, pero trabajadora que tiene el sueño de superarse a sí misma. Para esto, ella toma cualquier trabajo para ahorrar dinero para la matrícula de la universidad donde ella quiere estudiar. También, está William un joven millonario egocéntrico que cree que todas las personas tienen un precio cuando están necesitadas. Accidentalmente, las vidas de estos dos se cruzan y viven una encrucijada hasta descubrir que son el uno para el otro.
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.III
WILLIAM VON BRAUN
William Von Braun, ese es mi nombre. Soy hijo de uno de los hombres más ricos e influyentes del planeta.
Mi padre ocupa el cuarto puesto del hombre más millonario del planeta tierra, debido a esta etiqueta, toda mi vida he estado rodeado de dinero, fama y de los mejores colegios, restaurante, viajes, universidad y un sin número de cosas de lujos, está etiqueta también me ha dado a las chicas más bonitas y de buena posición económica, aunque todo es un juego.
No creo en el amor, pienso que las relaciones solo son negocios o pequeños acuerdos donde ambas partes se benefician. Todos se mueven a partir del dinero.
Soy un hombre de 21 años, que cursa su último año en la carrera Administración de empresas en la universidad elite. Domino varios idiomas, inglés, francés, italiano, portugués y español. Toda mi vida he pasado preparándome para algún día ser el próximo CEO de las empresas de mi padre. Pero desde hace un par de años, he decidido dar riendas sueltas a mi vida.
Iba a la universidad, cuando el semáforo se puso en rojo. Sentí como que algo había pegado en mi auto. Bajé del auto y Vi en el suelo a una chica que me pareció bastante bonita, pero tonta y pobre. Así que decidí jugar un poco con ella. El rayón podía pagarse con el mismo seguro, Pero hay algo que la gente pobre hace y es venderse por un par de dólares.
La chica se levantó del suelo, levantó su moto. La molesté un poco y ella con un orgullo chocante, dijo que iba a pagarme el rayón del auto. Me dio su nombre y número de celular.
La investigué un poco. Cada vez la idea de molestarla me iba gustando más y más.
Ese mismo día la visité. Ella abrió la puerta de su casa, aunque parecía, todo era tan estrecho. Traía el cabello desordenado, parecía que acababa de darse una ducha.
Llevaba una camisa blanca donde pude apreciar la forma redonda de sus senos, sus piernas al aire libre, porque el shorts mostraba más de lo que podía ver e imaginar. En ese momento, Lya atrajo mi atención como hombre.
Le hice firmar un documento donde ella aceptaría cualquier orden mía si ella no pagaba la cantidad de $25 000 en un mes.
LYA CAMPOS
Estaba molesta, estresada a causa de William. Sentía que mis sueños de ir a la universidad se esfumaban como el humo.
Salí del cuarto para ver un poco las nubes, buscar como calmar mi corazón. William es un egocéntrico. Sentía que lo odiaba.
Al día siguiente, voy a mi trabajo. Empiezo a realizar las entregas asignadas. Y como siempre a luchar a entregar a tiempo. El tráfico es pesado. Mi última entrega de pizza fue en un edificio que se veía que solo había gente adinerada viviendo ahí.
Aquí voy. Departamento 57. Es el único dato. Okey. No me importa. Es la última entrega y después a casa.
Llegué al departamento, toqué el timbre. Abrió William. Puso una gran sonrisa. Continué con mi protocolo de entrega.
— ¿Puedes ponerla en la mesa, por favor?
—Mi trabajo solo es entregar, no entrar a la casa del cliente y servirle. ¿Puede tomar su pizza por favor y pagarme?
— Si, te voy a pagar hasta que pongas la pizza en la mesa— él mostraba su maldita sonrisa que juro que la detestaba.
Cerré mis ojos y suspiré. Entré al departamento de William y puse la pizza en la mesa. Extendí mi mano para qué me pagará.
— Te pago si me das un beso— pasó su mano por el cabello de su cabeza y volvió a sonreír.
— Estimado cliente, respete por favor. Son 15 dólares por la pizza. Usted dijo que pagará en efectivo y completo. Por favor págueme. Necesito regresar a mi trabajo.
William se acercó un poco más.
— Te dije que me des un beso y te pago. Yo doy buena propina.
— Atrevido— caminé hasta la puerta y le di una mirada de odio y repugnancia— Quédese con la pizza, no importa.
Intenté abrir la puerta pero no pude.
— Abre la puerta o llamo a la policía.
— Llámala, tienes una deuda conmigo. Si tienes para pagarme ya, puedes llamar.
— Esto es un chantaje. Nada tiene que ver lo del auto con el pago de la pizza.
William se acercó otra vez, pero está vez puso su cara muy cerca de la mía.
— Dime que soy guapo y sexi y te dejo ir con el pago de la pizza.
— Deja de ser infantil. No te voy a decir nada. ¿Cuántos años tienes? Yo estoy en horario de trabajo. Me van a correr si tú sigues jugando así.
— Es divertido molestarte— Estaba a un par de centímetros de mi boca— un beso y se acaba todo.
Este chico es un estúpido. No he guardado mi primer beso para que sea dado a este mentecato. Sostuve la mirada en sus ojos. Estaba molesta. Aunque el color de sus ojos es un color embriagador, jamás había visto a alguien que tuviera ojos de color gris.
— Un beso, me pagas la pizza y me abres está puerta.
— Así es— él mordía su labio inferior.
Me acerqué y le di un beso apenas rozando sus labios.
— ¿Qué fue eso?— puso su mano en la puerta, estaba arrinconada.
Tenía ganas de golpearlo.
— Ahora cumple, ya te di lo que para mí es un beso.
Él se puso a reír, fue a traer el dinero.
— Ya te doy tu vuelto
— Es propina— Abrió la puerta.
Extendí la mano y le di su cambio.
— No quiero tu propina.
— Lo que tú digas.
Salí del departamento corriendo, iba limpiando con la mano mi boca.
Maldito narcisista.