Laura Díaz y Felipe Núñez parecen tenerlo todo: un matrimonio de cinco años, la riqueza y el prestigio que él ha construido como empresario. A los ojos de todos, son la pareja perfecta. Sin embargo, detrás de la fachada, su amor se tambalea. La incapacidad de Laura para quedar embarazada ha creado una fisura en su relación.
Felipe le asegura que no hay nada de qué preocuparse, que su sueño de ser padres se hará realidad. Pero mientras sus palabras intentan calmar, la tensión crece. El silencio de una cuna vacía amenaza con convertirse en el eco que destruya su matrimonio, revelando si su amor es tan sólido como creían o si solo era parte del perfecto decorado que han construido.
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Capitulo XX Nueva vida
Punto de vista de Damián
La noticia del embarazo de Laura me emocionó más de lo que jamás hubiera imaginado. Aunque ya tenía mis sospechas, el que un médico lo confirmara me hizo el hombre más feliz del planeta. Laura era una mujer maravillosa que merecía ser madre. Y ahora, gracias a ella, mi hija y yo tendríamos un nuevo miembro en la familia.
Para Zoé, la noticia de que tendría un hermano fue una bendición. La hizo volver a sonreír todos los días. Ya no era esa niña tímida que se escondía del mundo. Ahora era otra, llena de vida. Hasta en el colegio tenía amigos. Yo, en mi egoísmo, pensé que le hacía un favor a Laura al traerla a esta casa, pero resultó ser todo lo contrario. Ella ha sido nuestra tabla de salvación.
La noche llegó, y nuestra pequeña se durmió con mucho esfuerzo, ya que no quería irse a la cama. Decía que tenía que cuidar a su "nueva mamá y a su hermano". Después de arroparla, fui a nuestra habitación.
—¿Necesitas algo? Me di cuenta de que no comiste mucho durante la cena —dije, sentándome a un lado de la cama.
—Estoy bien —respondió, su voz suave, pero había una distancia en ella que no pude descifrar.
El silencio se instaló entre nosotros. Era un silencio pesado, lleno de preguntas sin respuesta. Yo quería preguntarle si estaba feliz, si se arrepentía de lo que había pasado entre nosotros. Pero el miedo a su respuesta me detuvo.
—Sé que te sientes abrumada. Entiendo que esta no es la vida que esperabas —dije, rompiendo el silencio.
—¿Qué te hace pensar eso? —preguntó.
—Tus ojos. Siempre me dicen la verdad. Veo la felicidad, pero también veo miedo. Miedo de que esto no sea real, de que sea un sueño que pronto se desvanecerá.
Se levantó y se sentó a mi lado. Sus manos temblaban.
—Tienes razón. Tengo miedo. Miedo de que, de la noche a la mañana, decidas que ya no nos quieres en tu vida. De que te canses de nosotros, y nos dejes en la calle —sus palabras me hirieron más que un puñal.
—Eso no va a pasar. Jamás los dejaría. Tú, Zoé y ahora nuestro hijo, son lo más importante en mi vida. Mi venganza ya no importa —dije, y por primera vez, me sentí libre.
La abracé, y ella se acurrucó en mis brazos. El calor de su cuerpo me hizo sentir seguro, en paz.
—Yo también tengo algo que confesar. Tengo miedo. Miedo de que esto sea una trampa, de que mi felicidad sea solo temporal —dije.
—No lo es. Estaremos bien, lo prometo.
En ese momento, supe que mi historia con ella había tomado un nuevo rumbo. Ya no era sobre la venganza, sino sobre construir una familia. Sobre sanar las heridas y encontrar un nuevo propósito en la vida. Mi corazón, que había estado muerto por tanto tiempo, empezó a latir con una nueva esperanza.
Punto de vista de Laura
Dos días después, Damián me informó que había una sorpresa. Me pidió que me vistiera formalmente, así que me puse un hermoso vestido rojo y unos zapatos de tacón alto. Me sentía nerviosa, ya que no sabía a dónde íbamos.
Llegamos a una enorme mansión, mucho más grande que la de Damián. Era hermosa, con un jardín impecable, una piscina gigantesca y un paisaje digno de una postal. Al entrar, vi que mis padres estaban ahí, y Damián me dijo que esa era nuestra nueva casa. No podía creerlo.
—Quiero que nuestra familia tenga un hogar, no una simple mansión escondida. Que nuestros hijos crezca en un lugar con amor y paz. —me dijo.
Me abrazó, y sentí que mi corazón se llenaba de una felicidad que nunca antes había experimentado.
—Gracias —susurré, las lágrimas brotando de mis ojos.
Esa noche, cenamos todos juntos, Damián, Zoé, mis padres y yo. Por primera vez en mi vida, me sentí completa, feliz. Y por primera vez en mucho tiempo, sentí que mi vida tenía un propósito.
La sorpresa de la casa me dejó fascinada, ya no viviríamos más en la clandestinidad y podía recibir a mis padres en casa cada vez que ellos quisieran venir, mi vida había cambiado tanto desde que Damián se cruzó en mi camino, aunque aún no sé si lo que siento por él es amor, estoy segura de que ya no lo odio, es decir, no puedo odiar al padre de mi hijo.
Después de que todos se fueron a dormir Damián y yo nos quedamos en el enorme jardín hablando sobre nuestro futuro. Un futuro donde seríamos felices y sin problemas.
—¿Te gustó la sorpresa?, — pregunto tomando mi mano.
—La casa está hermosa, pero siento que es demasiado grande. — fui honesta.
—Así la vamos a necesitar, porque pienso tener muchos hijos contigo, — su respuesta me dejó en shock.
—¿Cuántos hijos pretendes que tendremos?, — pregunté.
—Unos cinco, espero no exagerar. — sonreí ante sus ocurrencias. Sin embargo, ahora que sé que puedo tener hijos estoy segura de que quiero más de uno.
—Tendremos que trabajar mucho en eso. — respondí coqueteando.
—Señora de Miller, usted me ha salido insaciable. — dijo acariciando mi pierna.
—Es que usted me hace sentir cosas que no sabía que existían.
Sellamos el momento con un apasionado beso que luego terminamos en nuestra nueva recamara, que para ser sincera era hermosa, pero en este momento lo que menos me interesaba era la decoración.