Alex Borisov es un Don de la mafia rusa. Tenía un acuerdo de matrimonio cerrado con la italiana Caterina Colombo, cuando él alcanzaba la mayoría de edad y ella era apenas una adolescente. Una de las cláusulas de ese acuerdo era esperar a que Caterina cumpliera dieciocho años, y que ella solo supiera que tenía un prometido el día de la boda.
Los años pasaron, y Alex fue víctima de una trampa, obligándolo a casarse con la joven, con quien tuvo una hija. Fueron meses viviendo amargados, recordando que no deseaba ese matrimonio. Él, que siempre había sido serio, se cerró a todo, como una piedra inaccesible. Hasta que, misteriosamente, su esposa es asesinada.
Cuando queda viudo, decide ir en busca de su verdadera prometida en Italia. Caterina llega a la vida de Alex con toda su intensidad y persuasión, dispuesta a sacudir su mundo y, con su insistencia, promete romper la piedra que él puso en lugar de su corazón.
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Capítulo 20
Caterina
Antes de bajar las escaleras, aún en el pasillo, Alex sujeta mi brazo para que me detenga. Acomoda a Alice en su regazo y me mira serio.
—Tengo muchas cosas que resolver hoy, ya te dije que no tomes decisiones sin consultarme primero —se refiere a que yo decidí que él pasaría la mañana con su hija y conmigo.
Estaba tan entusiasmada porque él había tomado a Alice en brazos, que ni siquiera pensé bien, sentí como si me hubieran echado un balde de agua fría, pero no desistiría tan fácil.
—Es solo por la mañana, ¿no puedes cancelar los compromisos, o aplazarlos para la tarde? ¡Por favor! —imploro, pero él continúa serio mirándome. Alice estira sus bracitos y toca su rostro, él la mira y yo aprovecho la ocasión.
—No tiene que ser por mí, sino por Alice, es importante que ella pase un tiempo con su padre, Alex —apelo, pero este hombre es inaccesible a veces, como una piedra dura que nadie consigue quebrar.
—Caterina, ¡no se puede!
—Mira el lado bueno, vamos a pasar una mañana tranquila jugando con Alice, en la tarde tú vas a trabajar y en la noche, vamos a la cena que me invitaste y... —coloco mi mano en su pecho y comienzo a alisar lentamente y disminuyo el tono de voz—. Sabes, aún no hemos consumado el matrimonio... no querrás esperar más, ¿verdad?
Hablo usando todo mi poder de persuasión, Alice continúa tocando a su padre curiosa, ajena a lo que conversamos. Alex arquea una ceja.
—Además de ser terca y respondona, ¿siempre me vas a manipular para tener lo que quieres?
—No te estoy manipulando, te estoy dando opciones. Sabes que si yo no quiero... no hay nada que hacer —amenazo y sonrío guiñando inocentemente. Alex sonríe de lado, parece pensar en algo.
—Estoy viendo los cuernos formándose en tu cabeza, diabla... voy a aplazar mis compromisos de ahora por la mañana.
Abro una amplia sonrisa y vibro por haber conseguido lo que quería. Ni siquiera me importa que me haya llamado diabla.
Alex se acerca a mi oído, su aliento caliente me eriza, entonces susurra:
—De hoy no pasa...
Después de hablar, se aleja y sigue adelante con Alice. Siento mi sangre calentarse y mi parte íntima encenderse. No sé cómo él consigue dejarme así tan rápido.
Acelero el paso para acompañarlo, y cuando llegamos a la mesa del desayuno. Los rostros son de la misma sorpresa del día anterior. Doy buenos días a todos y me siento cerca de Alex. Alice estira sus bracitos hacia mí, entonces la tomo en brazos para darle su desayuno.
—¿Será que en la vida pasada, eras una santa milagrosa? —Anastasia a mi lado bromea, ella intentó hablar bajo, pero vi que Alex escuchó por su arqueamiento de ceja. Sin embargo, él no dijo nada.
El desayuno siguió, fui dándole frutitas, pan y juguito a Alice. Ella jugaba y daba carcajadas, hablaba algunas palabritas enredadas.
Pensaba en comenzar a conversar con ella, enseñarle a hablar algunas palabras y, también, el tiempo que ella pasaría más activa en el jardín, será bueno para aprender a andar de una vez. Alice ya cumplió un añito, es la edad ideal para estar comenzando a dar pasitos. Ella ya se queda de pie, pero no consigue dar ningún paso.
Mientras desayunaba, comencé a sentirme extraña, un malestar y el dolor de cabeza de la borrachera de ayer aún estaba presente. Nunca supe lo que era una resaca y ahora golpeó con fuerza, junto con el arrepentimiento de haber bebido tanto.
Cuando todos salieron para resolver sus cosas, solo quedamos yo y Alex con Alice en la mesa.
—¿Vamos para el jardín? —pregunté, aunque no me sintiera bien, no podría perder la oportunidad de aprovechar que había convencido a Alex.
—Deja a Alice con Odete solo algunos minutos, pasaré la mañana con ustedes, pero antes, necesitamos resolver algo —dijo y su semblante ya se puso serio, parecía ser algo importante y la curiosidad me carcomió, pero solo concordé.
Busqué a Odete, que estaba en la cocina, terminando su café.
—Odete, por favor, quédese con Alice solo un poquito, dentro de poco la recojo de vuelta.
—¿La señora se está sintiendo mal? —preguntó mirándome preocupada.
—No, yo solo bebí un poco ayer y no estoy muy bien, pero no es nada grave.
—La señora tomó toda esa lluvia y aún bebió, puede descansar, yo me tomo el día libre otro día, la señora no se ve nada bien.
—No es nada grave, Odete. Regreso en algunos minutos.
Yo realmente no me sentía tan bien, pero no sabía cuándo tendría otra oportunidad de tener a Alex cerca de su hija, necesitaba aprovechar.
Volví a la mesa, donde Alex me esperaba. Él se levantó y yo lo seguí. Él salió y anduvimos por un corredor cerrado al lado de la mansión, no sabía para dónde él iría y no pregunté. Anduvimos por el largo corredor, después él abrió un portón pesado de hierro, donde había una escalera que llevaba para un subsuelo. En la mansión de mis padres, había un lugar parecido, donde era usado especialmente para torturas e interrogatorio de enemigos.
Sentí un frío en la espina dorsal, ¿por qué Alex me estaba llevando para el sótano? ¿Él iba a castigarme por algo? Confieso que me quedé recelosa, aún tenía miedo de confiar ciegamente en él.
Cuando terminamos de bajar los escalones, entendí el motivo. Selena estaba amarrada en una silla con el cabello desordenado.
La encaré y ella me miró con odio.
—No creo que vayas a creer en ella que ni siquiera conoces bien. Alex, nos conocemos desde que nacimos. Estoy diciendo la verdad, ella armó todo para mí.
Me acerco y sin dudar le doy un puñetazo en su nariz, tan fuerte que su cabeza va para atrás y cae para adelante. Alex mira sorprendido, pero no me impide.
—¡Quién armó todo fuiste tú! Querías a mi marido, ¡pero él es mío! Y otra cosa, yo te advertí que no lo llamaras por el nombre. —doy otro puñetazo más fuerte, sacando sangre de su nariz, esta vez hasta mis dedos dolieron.
Selena baja la cabeza y parece llorar bajito.
—Creí que te conocía, Selena. Tú siempre fuiste leal, estoy realmente decepcionado —Alex habla con su voz grave y Selena levanta la cabeza con los ojos llenos de lágrimas.
—Yo no... —él hace una señal con la mano, desinteresado en saber la respuesta. Ella se calla y continúa llorando.
—¡Pónganla de rodillas! —ordena a los soldados que están aquí dentro.
Alex está a mi lado y yo me quedo solo observando a los hombres desamarrarla de la silla y colocarla arrodillada en mi frente.
—Pide perdón a tu señora —ordena dejándome sin palabras, pero me quedo quieta mirando a Selena, que solo llora en silencio.
—¡Pide perdón a tu señora, ahora car4jo! —él grita con una voz tan rabiosa que me dio miedo hasta a mí.
—¡Perdón, señora! ¡Perdón, señora! —Selena comienza a hablar y yo continúo quieta.
—Veinte latigazos y después estás desterrada de mis tierras. Si vuelvo a ver tu cara, tu próximo destino será a siete palmos del suelo.