Cinco años después de la desaparición de su hermana Valentina, Anastasia se obsesiona en su búsqueda, sin descansar, ignorando todo lo que los demás decían, así llega hasta sumergirse en un viaje más allá de la realidad y lo imposible
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CAPITULO 20: "BEN AL RESCATE"
Esa noche, Ana no pudo dormir.
Daba vueltas en la cama, abrazando la almohada como si pudiera ahogar en ella la angustia que le pesaba en el pecho. El beso de Ralf, la mirada herida de Chris, sus propias palabras... Todo giraba en su cabeza sin darle tregua.
Al amanecer, llegó al set con el rostro apagado, ojeras marcadas y el corazón hecho un nudo. Esta vez, fue ella quien buscó con la mirada a Chris, esperando un momento a solas, una oportunidad para hablar… pero él la esquivaba como si fuera invisible. Ralf, por su parte, intentó acercarse varias veces, pero ella no quería ni mirarlo.
Más tarde, mientras preparaban una escena importante, Val se acercó con la lista de retoques de maquillaje.
—Necesitamos que estén listos en cinco minutos —ordenó.
Ana, viendo que Chris era uno de los protagonistas, tomó su estuche con decisión.
—Esta es la mía —murmuró para sí, con un atisbo de esperanza.
Caminaba hacia él cuando la voz de su hermana la frenó en seco.
—No. A Chris lo retoco yo —le dijo firme, quitándole las brochas de la mano sin darle opción—. Vos mejor ocupate de Ralf… y después de Peter.
Ana se quedó helada. Val aún no le perdonaba a Chris lo de la fiesta, y tampoco pensaba dejarla sola con él. Sin más remedio, se dirigió a Ralf, que ya la esperaba sentado, mientras Peter, a pocos pasos, hojeaba su guion sin perder detalle de lo que pasaba.
El ambiente era denso.
—¿Podemos hablar? —preguntó Ralf en voz baja, mientras ella comenzaba a aplicarle el polvo en el rostro.
—No. Acá no —respondió sin mirarlo, notando que Peter los observaba de reojo.
—Entonces hablemos en español —dijo él, bajando aún más la voz—. Vamos, Ana, sabés que hay algo entre nosotros…
—Sí, se llama amistad —cortó ella con firmeza.
Ralf suspiró y se atrevió a más.
—¿Me vas a decir que no sentiste nada con el beso?
Ella se tensó. Bajó la brocha, le sostuvo la mirada unos segundos y luego le apartó la mano cuando él intentó tocarla.
—¡Claro que no! —soltó molesta.
Peter, aunque fingía estar concentrado en el libreto, no se perdía ni un gesto.
—No quiero perderte, Ana —insistió Ralf, con tono lastimero.
Ella apretó los dientes.
—¡Lo hubieses pensado antes! —le espetó con rabia contenida, y giró hacia Peter—. Vamos, Peter. Es tu turno —dijo de forma seca, queriendo acabar con la conversación cuanto antes.
Después de la incómoda escena con Ralf, Ana se refugió en el camarín de los protagonistas. Necesitaba un respiro, un rincón donde nadie la mirara con lástima, ni con reproches, ni con deseos no correspondidos. Cerró la puerta con suavidad y se sentó frente al espejo, soltando un suspiro.
Quien sabe, tal vez aparecía Chris...
Pero no. Quien entró fue Peter, y la desilusión se le dibujó en la cara antes de poder esconderla.
—Hola, bella dama —saludó él con su típica sonrisa cargada de descaro.
—Hoy no estoy para esquivar tus balas, Peter —soltó Ana sin rodeos, cansada.
Él se acomodó en uno de los sillones, cruzando las piernas con elegancia, como si fuera dueño del lugar y del momento.
—¿Qué sucede? ¿El guapo Ralf tampoco pudo contenerse ante tus encantos?
—No digas disparates —le lanzó ella, intentando concentrarse en su estuche de maquillaje, aunque claramente no tenía nada que hacer ahí dentro.
—Ya somos un ejército. Ralf, el bueno de Chris, yo… y mi hermano. Qué conquistadora eres —añadió Peter con sorna.
Ana levantó la vista de golpe, frunciendo el ceño.
—Basta de pavadas, Peter. Ya te he dicho que… ¿Qué con tu hermano?
Peter sonrió como quien tiene una joya guardada hace rato y decide sacarla justo en el mejor momento.
—¿De verdad no te has dado cuenta? —se inclinó hacia adelante, bajando un poco el tono, como si le estuviera confiando un secreto—. Se esconde en los rincones del set solo para verte trabajar. Para él, no hay protagonista ni escena tan importante como tú.
Ana negó con la cabeza, nerviosa, como si las palabras no pudieran ser ciertas.
—Eso no puede ser...
—¿Por qué no? —preguntó Peter, y esta vez la miró con atención sincera, más allá de la picardía habitual—. Te interesa mi hermano.
—¡Claro que no! —saltó ella enseguida, con un tono defensivo que más que negar, delataba.
Peter ladeó la cabeza, divertido, como si hubiera resuelto un enigma.
—Claro que sí… ¿cómo no lo noté antes?
—¡No, idiota! Y no lo repitas más —le lanzó ella, sonrojada, mientras recogía sus cosas con torpeza—. Mejor me voy a hacer algo… porque yo sí trabajo.
Y salió prácticamente huyendo del camarín, dejando a Peter con una risa suave y satisfecha, como quien acaba de ganar una pequeña batalla en una guerra que no era suya.
Ana trataba de ocultarse del mundo esa tarde. Entre rodaje y rodaje, se escabulló hacia las escaleras traseras de una escenografía montada para la próxima escena. Se sentó con la mirada perdida, como si el cuerpo estuviera en 1987 pero su mente siguiera flotando entre el dolor y la confusión.
De pronto, una voz cálida y conocida la sacó de su ensimismamiento:
—¿Y esta es la forma en la que recibís a los viejos amigos?
Ana levantó la vista y al ver a Ben, no pudo evitar sonreír. Se levantó rápido y lo abrazó con fuerza.
—¡Ben! Hace mil años que no te veo.
—Lo mismo digo, señorita. Vine a visitarte, ya que vos no te dignás a conocer mi nuevo departamento.
—Ya lo haré, prometo. Es que estoy con la cabeza a mil por hora... —respondió ella, volviendo a sentarse en el escalón, y él la imitó—. Pero pronto es mi cumpleaños. Val quiere hacer algo chiquito, entre nosotras y seguro con su cuñado también. ¿Te gustaría venir?
—Claro que sí, no me lo perdería por nada —respondió con una sonrisa, pero luego la miró con atención—. ¿Y tu novio? El que te vi el otro día... ¿no otra vez con él?
—¿Ralf? No es mi novio, nunca lo fue. Pero...
—Pero ¿Qué?
-Nada.- respondió ella.
-Ana...
-Bueno... Me beso sin que yo lo quiera y... el chico que me interesa estaba viéndonos detrás.
-Ah, entiendo.- comento Ben.
—Y ahora no sé cómo arreglarlo.
Ben se frotó la barba con un gesto pensativo.
—¿Y ese otro chico… él está interesado en vos también?
—Creo que sí. Pero su padre no me quiere cerca… y encima, antes lo vi besando a su ex novia.
—Ah, qué trama de película —comentó él con una sonrisa irónica, pero al verla tan decaída, la rodeó con un brazo y la atrajo hacia su hombro—. Mi niña bonita… ¿qué te puede decir un viejo como yo, que tan poco ha vivido?
Ana rió apenas, sin mucho entusiasmo, pero agradeció el gesto.
—Cuando hay terceros de tanto peso que se meten en el medio, es difícil que las cosas salgan bien… —siguió él—. Pero, ¿por qué no intentás conocer a alguien más?
—Ben…
—No, escuchame. Tal vez este muchacho que tanto te impresiona… sea solo eso, una impresión. Tal vez porque es nuevo, o porque te descolocó desde el primer día. No digo que tenga que ser Ralf, pero...
—Ralf ya no —dijo ella bajito.
—Bueno, entonces otro. Y si después de charlar, de conocer a alguien sin todo este drama alrededor, sigues pensando en ese primero… volvemos al principio. ¿Qué pierdes?
Ana lo miró con ternura, los ojos húmedos.
—Estoy feliz de haberte conocido.
—Y yo de tenerte cerca —respondió él, devolviéndole el abrazo.