MI NIÑA. UNA GUERRERA. RENACIENDO. "Una Historia Que Duele… Pero También Salva"

POV Maria Teresa

Cuando llegó un juez, acompañado de dos policías y con una orden en mano para que abandonara mi casa, supe que algo muy malo estaba pasando. Era una demanda de derechos herenciales interpuesta por mi hija menor.

Esa no era mi niña.

Ella, que se quitaba el pan de la boca por los demás, que dormía abrazada a mí cuando tenía pesadillas… ¿cómo podía querer dejarme sin hogar? Y menos con una excusa tan fría, tan ajena.

No entendía qué ocurría. Pero si ella realmente necesitaba mi casa, estaba dispuesta a dársela. No lo pensaría dos veces.

Esas paredes guardaban los recuerdos de su infancia y la adolescencia de Adrián… las risas y también las lágrimas.

Siempre pensé en cederla algún día a uno de ellos. Jamás imaginé que me la reclamaría de esa manera. No con abogados. No con una orden judicial. No con tanta frialdad.

Después de que cada uno la abandonó para iniciar su vida adulta e independiente, sentía demasiado grande la casa para una mujer sola como yo.

Pero no puedo negar que me dolió la forma en que la pidió. Esperaba que me mirara a los ojos y me dijera la verdad. Que me explicara. Que confiara en mí.

Intenté comunicarme con ella una y otra vez. Su teléfono sonaba, pero no respondía.

Y el corazón de una madre no se equivoca.

Algo no estaba bien.

Lo sentía en lo más profundo del alma, como un eco sordo que no me dejaba respirar.

Recuerdo que, con lágrimas en los ojos, le pedí a Marla y a Roqui que me ayudaran.

—Charrill no es de actuar así —les dije entre sollozos—. Algo pasa. Yo lo siento aquí —me golpeé el pecho con fuerza, como si eso pudiera calmar el dolor que me estaba destrozando por dentro.

Marla se acercó y me abrazó con fuerza, como siempre ahí a mi lado.

—MariaT, cálmate. Nosotros vamos a averiguar qué pasa. Ella es parte de nuestra familia. Aunque tú la llevaste en tu vientre, yo la amo como a una hija. Soy su madrina, y no permitiré que le pase nada.

Roqui se acercó y tomó mis manos con un leve apretón.

—Amiga, tus hijos son mis sobrinos del alma. Los vamos a cuidar siempre, pero debemos actuar con inteligencia. Si alguien la está presionando, lo vamos a averiguar.

Seco las lágrimas de mis mejillas y asiento, con el alma rota pero aferrada a la esperanza.

Agradezco al cielo que ellos estaban ahí, porque si no fuera así… yo estaría muriendo de pánico. Y habría caído con los ojos cerrados en las garras de nuestro verdugo.

Cuando Marla y Roqui regresaron ese día, vi en sus rostros el dolor, el cansancio… pero no era un cansancio físico, era algo más profundo. Algo que dolía de verdad. Un peso en el alma.

Ellos evitaban por todos los medios mi mirada. Estaban nerviosos. Eso encendió más mis alarmas.

Y entonces llegó Marcello. Cuando supieron que era mi nuevo vecino, toda la atención la desviaron hacia él, pero yo seguía sintiendo ese nudo en el pecho.

—MariaT, hoy ve y diviértete con el bombón de las tinieblas. Aprovecha. Nosotros debemos hacer otras investigaciones. Mañana, con pruebas en mano, hablamos.

—¿Pero por qué no hoy? —pregunté, intentando resistirme.

—Porque hoy tienes un compromiso. ¿Acaso no viste los ojitos de ese pequeño, esperando poder tener una cena contigo y su padre? ¿Lo vas a defraudar? —me dice Marla, con las manos en la cintura y su poder de convencimiento que siempre me desarma.

No pude refutar. No podía hacer llorar a ese pequeño que, desde el primer día que lo vi, me trató con cariño y gentileza.

Esa noche, con mis inseguridades y miedos, comenzó la verdadera historia entre Marcello y yo. Un hombre que consideré que no era mi tipo.

Un hombre diez años menor, que junto a su pequeño llenaron ese espacio vacío en mi vida. Me ayudaron a levantarme del suelo.

Él, con esa sonrisa seductora y desafiante, y ese niño con su ingenio y cariño, han sido quienes me han sostenido en estos momentos tan difíciles.

La situación de mi pequeña es terrible. Siento que el corazón se me parte en mil pedazos. Deseo correr, estar a su lado, abrazarla hasta que todo el dolor desaparezca.

Dormir se ha vuelto imposible. Me despierto empapada en sudor, una y otra vez en medio de la noche, con los brazos vacíos, añorando sentirla entre ellos. Poder acariciarle el cabello, sentir su aroma y susurrarle que todo estará bien.

Marcello y mi pequeño Dante son mi fuerza en medio de estas noches oscuras, silenciosas y frías, donde la angustia me ahoga y los pensamientos no me dejan respirar.

Durante el día, Marla, Roqui y Adrián, no se separan de mí. Me sostienen con sus palabras, con sus miradas, con su presencia.

No me permiten derrumbarme, aunque por dentro me esté desmoronando.

La culpa me devora.

Me siento culpable por estar viva, por respirar, mientras ella está allá, atrapada entre demonios, siendo accedida y destruida por esos malditos.

Es una tortura insoportable.

Quiero matar a ese infeliz de Martín con mis propias manos.

Mi corazón de madre siempre supo que ese hombre no era bueno para ella.

Siempre lo sentí. Pero cada vez que intentaba advertirle, ella me alejaba, me echaba de su vida sin darme oportunidad de hablar.

Una y otra vez repasaba todo en mi mente, buscando qué fue lo que la hizo cambiar. Lo atribuí a la edad, a la rebeldía, a esa etapa en que creen saberlo todo. Solo le decía que, cuando me necesitara, allí estaría. Siempre.

Poco a poco, nuestra relación se fue enfriando. Cuando la llamaba, apenas me respondía con monosílabos. Sentía que me odiaba. Que no quería tener nada que ver conmigo.

Cuando descubrimos que todo venía del hombre al que consideré durante años mi amigo… mi mundo se derrumbó… Me odié por ello…

No sé qué dolía más: si la traición o la culpa. Sentir que el verdugo de mi hija me sonreía cada día, que era el padrino de mi hijo mayor, el invitado fiel de cada domingo en mi mesa… "¿Cómo no me di cuenta? ¿Cómo pude ser tan ciega?" Me recriminaba, pero eso ya no era importante.

No sabía cómo asimilarlo. Me sentía tan culpable. Pero ahí, a mi alrededor, estaban mis ángeles de la guarda. Mis hermanos del alma: Roqui y Marla. El hombre que llegó a mi vida con un pequeño para darle sentido. Mi hijo Adrián. Este dolor nos unía como familia.

En especial, Gerónimo. Mi cuñado, mi compadre, mi amigo. Nunca tendré cómo pagarle lo que ha hecho por mi hija.

En medio de la adversidad, la vida nos mostraba lo bendecidos que éramos. Teníamos personas que nos amaban y estaban ahí, sin pedir nada a cambio, para tendernos la mano.

Las instrucciones de Gerónimo fueron claras y precisas:

—Maria Teresa, debes mostrar al mundo que tu hija no te interesa, que has perdido absoluto contacto con ella. Jamás me llames desde tu celular. Si te hablan de ella, muéstrate indiferente. Eso te mantendrá a ti y a Adrián A salvo.

Claro que duele cuando preguntan por ella y tengo que negarla, o fingir que no me importa, que la odio por haber usurpado mi casa… Por ser una mala hija.

Pero dentro de estas cuatro paredes, junto a mi familia, me quiebro… lloro… me fracturo.

No poder llamarla ni escribirle es una tortura que se vuelve cada día más insoportable. Y aunque Hulk me envía mensajes, fotos, videos… no es suficiente. Yo necesito escuchar su voz. Sentir que sigue conectada a mí. Y sé, con cada fibra de mi cuerpo, que ella también necesita a su mamá.

Cuando nadie me ve, me hundo en la almohada, muerdo la sábana para no gritar, y le hablo… como si pudiera oírme. Como si mi amor pudiera atravesar paredes, distancias, silencios... y alcanzarla. Como si al susurrarle al vacío, pudiera acunarla a la distancia y darle un poquito de calor.

—Muñeca… —susurra Marcello cada vez que me encuentra hecha un ovillo sobre la cama—. Debes ser fuerte, por ella. Te necesita entera y segura… Tal vez podrías empezar terapia, para que te ayude a sostenerte mejor…

Es recurrente. Y tiene razón.

Tengo que ser firme. Estar a la altura de las circunstancias. Necesito herramientas para apoyarla… porque en cualquier momento iremos a verla.

Y cuando ese momento llegue, ella se merece tener a su madre fuerte. Por ella. Para ella.

(…)

El dolor de una madre. ¿Qué le podríamos decir a esa mamá?

La historia de María Teresa. La encuentran en LA VETERANA ¡NO ERES MI TIPO! ALÉJATE.