En las áridas tierras de Wadi Al-Rimal, donde el honor vale más que la vida y las mujeres son piezas de un destino pactado, Nasser Al-Sabah llega con una misión: investigar un campamento aislado y proteger a su nación de una guerra.
Lo que no esperaba era encontrar allí a Sámira Al-Jabari, una joven de apenas veinte años, condenada a convertirse en la segunda esposa de un hombre mucho mayor. Entre ellos surge una conexión tan intensa como prohibida, un amor que desafía las reglas del desierto y las cadenas de la tradición.
Mientras la arena cubre secretos y el peligro acecha en cada rincón, Nasser y Sámira deberán elegir entre la obediencia y la libertad, entre la renuncia y un amor capaz de desafiar al destino.
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Las leyes del desierto
Nasser la miro.— Baja esa roca y te ayudare.
— Usted no puede ayudarme, no bajo nada, quiero irme.
— No deberías subestimarme soy un hombre de recursos, que quede claro no dejaré que te vayas, sé razonable.
— Soy razonable, dijo ella.
— No lo eres, si fueras razonable no estarías aquí estarías en tu cama. Sámira no ves las fallas en tu plan, ¿de verdad piensas que hubieras llegado a Jaddara?, pregunto él.– Habrías muerto en el camino, y solo diré que de deshidratación, por no entrar en detalles, pero en el desierto hay hombres peligrosos.
— No soy idiota, pero no quiero ir al médico y casarme, así muera en el desierto valdrá la pena.
—Pues te comportas como una idiota, baja esa piedra. Supongo que iras al médico para que certifique qué eres pura.
Sámira agitó la mano.— No seas ofensivo, no puede hablar de eso y para que lo sepa voy al médico para que diga que tenga buena salud. Mi amiga dice que su esposa debe estar enferma y el quiere un hijo varón.
— Me ocuparé del que médico diga que tienes mala salud.
— ¿Y el médico porque lo haría?, pregunto ella confundida.
— Porque le pagaré para eso, y a cambio tú me devolverás el favor, exclamó él.
— ¿ Que quieres?, pregunto ella observándolo mientras se corria hacia atras.
— No quiero sexo, exclamó el y sin pensar Sámira le arrojo la piedra golpeando.—Te has vuelto loca.
— Le dije que no me hable así, no sea atrevido exclamó ella tomando un palo.
— ¿No tienes la mente muy flexible?, baja ese palo.
— No, aprenda a comportarse. Deje de burlarse de mí lo escuche con la cabra, dijo soy fea y sucia. Pues no me importa es usted un idiota.
Nasser solto una risotada lo cual la desquicio y se abalanzó sobre el para golpearlo, el tomo el palo y forcejeo con ella hasta sacárselo y lo arrojo lejos Sámira iba a correr cuando él la agarro con fuerza apretándola contra su cuerpo.
— Suélteme, no sea atrevido exclamó Sámira retorciendose entre sus brazos.
— Tranquila no voy a hacerte nada, me gusta que mis mujeres sean civilizadas exclamó él.– La tomo del rostro y la obligo a mirarlo a los ojos.—Aclaremos las cosas, nunca dije que eras fea, eres muy bonita y hueles a cítrico, sabía que estabas ahí abajo estaba bromeando.
Sámira contuvo la respiración, se sentía tan extraña.— Voy a soltarte y te explicaré lo que quiero. Ella asintió y él la soltó.
Ella lo miro mientras se apartaba.
— Tu me hablaste de unas cajas, quiero saber que hay dentro. Tu me ayudaras a ingresar para ver o la harás tu y me llevas lo que veas.
— ¿ Por que quiere saberlo?, pregunto ella.
—Porque para mi es importante. Sámira lo observaba con desconfianza.– Nasser lo vio en sus ojos.— Hace unas noches cuando realice mi primera ronda de vigilancia, uno de los hombres comento algo de una guerra, quiero saber si hay armas.
Sámira abrió sus ojos como platos.
— No vino de pasada, nos esta espiando como ese hombre exclamó ella.
Nasser la agarro antes de que saliera corriendo y le tapo la boca antes de que comenzará a gritar inútilmente.
— Escucha bien lo que te digo, te calmas y conversas conmigo, o te juro que te arrepentirás, porque yo tendré problemas pero a ti te irá peor, no terminaras casada con ese viejo de segunda esposa. Si pronuncias una sola palabra en mi contra, Samira, te juro que no tendrás paz.
En este desierto, una mujer no necesita pecar para ser culpable.
Solo basta con que un hombre hable y créeme si hablas, hablaré...
Sámira abrió sus ojos, si Nasser decía una sola palabra, ni su sangre lavaria el honor familiar, incluso su hermanos se verían perjudicados y los hijos de ellos...
— Ahora dime Sámira, ¿ seremos cómplices o rivales?...