un joven que sufrira la locura de su padre perderá todo y decidirá buscar respuestas y una venganza en contra de su padre
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Capítulo 9: El Retorno de Época y la Furia Reestructurada
La Última Batalla de Woodhaven
El Cazador Superior de pelo rosado sonrió ante la postura de lucha de Poseidón y Marcos.
—Patético. Estos Rojos creen que su pequeña mutación les da un derecho a la vida —se burló, y atacó con una velocidad que hizo vibrar el aire.
Poseidón, usando toda la fuerza de su cuerpo atlético y la energía canalizada en sus puños, interceptó el primer golpe. El impacto envió una onda expansiva de polvo y escombros, y Poseidón se deslizó varios metros hacia atrás, con los nudillos sangrando.
—¡Sus movimientos son basura, viejo! —gritó Marcos, su cabello rubio agitándose mientras saltaba con una agilidad felina. En lugar de usar puños cargados, Marcos atacó con una ráfaga de golpes rápidos y precisos, como un artista marcial.
El Cazador Superior se reía, esquivando o recibiendo los golpes sin inmutarse, como si fueran meros piquetes. —¡Esto es un chiste! ¡Son dos niños jugando a ser héroes!
Marcos dio un paso atrás, jadeando, sus ojos rojos fijos en la criatura. Se limpió la sangre de la comisura de la boca.
—Me cansé —dijo Marcos, con la voz profunda y cortante—. Me cansé de esperar y de jugar contigo.
Fue una distracción intencional. En ese momento, Poseidón saltó desde un costado, con una furia concentrada. Con un rugido que superó el sonido de la ruina, descargó un puñetazo explosivo —un golpe de energía pura— directamente en el torso del Cazador Superior.
Una gran explosión de energía roja y escombros desgarró el callejón. El humo y el polvo se elevaron a veinte metros de altura. Poseidón y Marcos retrocedieron, el silencio reinando sobre la destrucción.
Del centro del torbellino de polvo, una figura emergió lentamente. El Cazador Rosado estaba cubierto de hollín, con su cuerpo magullado, pero intacto. Su sonrisa era aún más amplia, sus ojos rojos brillaban con odio.
—¿Creen que con un solo golpe ganaron? —Su voz resonó con un poder recién descubierto.
El Cazador Rosado saltó hacia el cielo, elevándose sobre los edificios. —Se acabó el juego, Rojos. La comida no debería luchar tanto.
Iba a descender para un ataque final. Pero antes de que pudiera completar la parábola, otra figura se movió con una velocidad cegadora. Algo cruzó el aire y se abalanzó sobre el Cazador Rosado.
Un corte. Limpio, vertical y absolutamente fatal.
El cuerpo del Cazador Rosado se partió en dos mitades perfectas antes de tocar el suelo, esparciendo sangre negra y humeante por el callejón.
Poseidón y Marcos se quedaron mudos, mirando el lugar donde estaba el Cazador y luego a la figura que aterrizó.
Frente a ellos, en medio de los escombros, se alzaba Emily. Pero no era la Emily que habían visto antes.
Su cabello, ahora de un tono negro azabache, estaba elevado hacia el cielo como llamas petrificadas. Su cuerpo había ganado una musculatura y una estatura impresionantes, dándole un aire de divinidad aterradora. Sus ojos eran de un rojo majestuoso, profundos y penetrantes, con las pupilas completamente negras. Parecía la encarnación de la furia y el poder, una nueva faceta del híbrido.
Emily, ahora en su transformación definitiva, dejó caer una garra que se había endurecido en una espada de obsidiana. Miró a los dos Cazadores, su voz profunda y resonante.
—Leopold —dijo, y la tierra tembló ligeramente con el sonido de su nombre—. Vuelvan a buscarlo, y los cortaré a ambos en cuatro pedazos.
El Desvío del Protector
Mientras tanto, en la entrada de Pueblo Quemado, Leopold había tomado una decisión. No podía dejar a la joven desmayada. Cargándola con cuidado, se desvió de su camino hacia la torre de comunicaciones, buscando refugio.
La daga de su padre en el cinto le recordaba su misión, pero su conciencia le dictaba otra cosa.
Encontró un pequeño y destartalado cobertizo, abandonado pero seco, y recostó a la joven herida sobre unos trapos viejos. La herida de bala en su pierna era grave, pero no mortal. Leopold recordó los kits de emergencia de su padre y rápidamente improvisó un vendaje con la tela de su propia remera negra.
Mientras la atendía, Leopold se preguntó por el hombre que le disparó. ¿Otro cazador? ¿Qué estaba buscando?
La joven gimió, sus párpados se agitaron. Leopold esperó, listo para preguntar sobre el misterioso pistolero. Sabía que la información que ella tenía era vital, quizás incluso más que la del USB, si provenía de Pueblo Quemado, el lugar que su padre señaló como la clave para la supervivencia.