Minji, una joven de la era moderna, luchó sola para alcanzar sus sueños, a menudo en un camino lleno de sacrificios y soledad. A los 33 años, un giro inesperado la lleva a perder su vida, solo para reencarnar en un mundo de novela romántica como Azusa, una niña que es el centro de amor y cuidado, de sus padres, algo que Minji nunca conoció. Ahora, rodeada de lo que siempre soñó, ¿será capaz de adaptarse a esta nueva vida o se dejará consumir por la trama que la rodea? Un futuro incierto se abre ante ella, y, con su peculiar forma de ser, Azusa podría reescribir la historia de una manera inesperada.
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Capítulo 20
Capítulo 20
Salí de la sala del emperador con el corazón todavía latiendo fuerte. Estaba contenta por la propuesta que había sido aprobada, pero mis pensamientos no dejaban de ir de un lado a otro, especialmente con la interacción que había tenido con los príncipes. Sin embargo, había algo que me rondaba la cabeza: la escena en el palacio que se me había escapado.
Sabía que por ese pasillo pasaría la escena romántica más esperada, donde Evelin, distraída con su libro, conocería al Duque Cedric. Había algo en mí, una pequeña chispa de morbo, que no podía ignorar. No puedo dejar que me lo cuenten, necesito ver cómo se da ese primer encuentro épico. Así que, sin pensarlo demasiado, me desvíe un poco de mi camino para acercarme a la zona donde sabía que se daría el encuentro.
Recorrí los pasillos, pero al final me perdí. ¿Dónde están esos malditos arbustos?, me murmuré a mí misma, frustrada. En algún momento, mis pasos me llevaron hasta un banco, y me senté a descansar. Mi mente seguía dándole vueltas a lo que había sucedido en la sala del emperador.
Fue entonces cuando escuché algunas voces. Decidí esconderme entre unos arbustos cercanos. No sabía por qué, pero la curiosidad me había vencido, y quería ver la escena por mí misma. No tardé mucho en ver a Evelin pasar, completamente absorta en su libro, sin darse cuenta de lo que ocurría a su alrededor.
Fue justo en ese momento cuando el Duque Cedric apareció, y como era de esperar, sus ojos inmediatamente se posaron en Evelin. Este tipo, que generalmente era acosado por mujeres en todas partes, se mostró extrañado al ver que Evelin, tan ajena a su presencia, no le prestaba atención. Incluso me atrevería a decir que le llamó la atención el hecho de que fuera ignorado. Y así, con una mezcla de curiosidad y desdén, lo vi acercarse.
Todo ocurrió en un parpadeo. Evelin, tan concentrada en su lectura, tropezó con una piedra, y cuando ya no parecía poder evitar caer, el Duque la atrapó en el último momento. ¡Qué épico! De verdad, nunca imaginé que la escena sería tan dramática. El Duque, evidentemente cautivado por la joven, se presentó con una elegancia propia de su estatus, y ella, tan indiferente, le respondió solo con un par de palabras.
Lo estaba disfrutando tanto, que no pude evitar reír en voz baja. Fue entonces cuando, completamente fuera de lugar y sin querer, perdí el equilibrio. ¡Oh no! Me caí justo cerca de ellos. Evelin, preocupada, me tendió la mano para ayudarme, pero antes de que pudiera levantarme, el Duque sacó su espada, mirando con desconfianza.
—¡Una acosadora! —, exclamó, señalándome con su espada. —Sé cómo son las de tu tipo, siempre siguiendo a los nobles. —
Mi mandíbula casi se cayó al suelo. ¿Acosadora? ¿De qué demonios está hablando? Miré al Duque de arriba a abajo, sin pensar demasiado en las consecuencias, y le respondí
¬—Tú eres poca cosa para mí. —
Fue entonces cuando, en mi impulsividad y sin darme cuenta de que esto podría arruinar mi discreta existencia en la novela, la situación se volvió aún más incómoda. Evelin, como si nada, no dijo ni una sola palabra, y su rostro, tan bonito como siempre, no mostraba ni un atisbo de emoción.
La tensión era palpable, y antes de que todo empeorara, tomé la mano de Evelin, me levanté de un salto que sorprendió a ambos, ya que no soy precisamente la más graciosa ni elegante. Más bien me parecía un mono aprendiendo a caminar, pero lo logré. —¡Idiota! —, le grité al Duque, y antes de que pudiera decir algo más, salí corriendo como una loca.
Por suerte, mi fiel doncella y Sir Bastian estaban esperándome cerca en el carruaje. Me subí al vehículo sin dar explicaciones, y le pedí al cochero que nos llevara lejos al restaurante, de ser posible.
Al llegar, les conté a mis compañeros lo que había pasado. —¡Lo logré! ¡Conseguí el presupuesto para los plebeyos! —, dije, tratando de mantener una actitud positiva a pesar de todo el caos que había ocurrido. —Pero los príncipes... ¡me odian! Solo por reírme un poco. Y el Duque, ¡me llamó acosadora! ¡Este día no puede ser peor! —
Isabela y Leopoldo se pusieron a reírse a carcajadas, mientras que Sir Bastian parecía más bien preocupado, aunque no dejaba de soltar una sonrisa nerviosa.
—Eso fue... épico—, dijo Leopoldo entre risas. —¿Acosadora? ¡Por favor! Si te veían como una niña! Y esos príncipes, ¡sólo por reír! —
—Es que no sé qué hice para que me miraran así—, suspiré, exasperada. —Lo peor es que ahora estoy más cerca de convertirme en una villana desquiciada, ¿no? ¡Dios! Espero no volver a verlos nunca más. —
Isabela no dejaba de reír, y aunque yo quería seguir quejándome, una pequeña sonrisa también apareció en mi rostro. A fin de cuentas, tal vez había sido un día lleno de caos, pero también había logrado avanzar un poco en mis planes. Sin embargo, no podía evitar sentir que mi aparición había causado más de un dolor de cabeza entre los nobles.
—Bueno, en todo caso, por lo menos el presupuesto está aprobado—, dije, intentando ponerme positiva. Pero la verdad era que, con los príncipes y el Duque en mi contra, la vida en este mundo de novela no iba a ser tan fácil como pensaba.