Hiroshi es un adolescente solitario y reservado que ha aprendido a soportar las constantes acusaciones y burlas de sus compañeros en la escuela. Nunca se defiende ni se enfrenta a ellos; prefiere pasar desapercibido, convencido de que las cosas nunca cambiarán. Su vida se vuelve extraña cuando llega a la escuela una nueva estudiante, Sayuri, una chica de mirada fría y aspecto aterrador que incomoda a todos con su presencia sombría y extraña actitud. Sayuri parece no temer a nada ni a nadie, y sus intereses peculiares y personalidad intimidante la convierten en el blanco de rumores.
Contra todo pronóstico, Sayuri comienza a acercarse a Hiroshi, lo observa como si supiera más de él que nadie, y sin que él se dé cuenta, empieza hacer justicias.
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La nueve ingresada- Demonio humano
El jefe del trono, con su imponente presencia, se inclinó ligeramente hacia adelante, su mirada penetrante fija en mí. Había algo en sus ojos que parecía perforar mi alma, como si ya supiera cuál sería mi decisión, pero aun así disfrutara de jugar con mis dudas.
—¿Quieres saber lo que se necesita para convertirte en un demonio? —dijo, su voz resonando en la sala como un trueno contenido.
Asentí lentamente, aunque el miedo apretaba mi pecho como un puño invisible.
—Muy bien. Escucha con atención, porque esto no es algo que puedas deshacer una vez que comience.
Hizo una pausa, su sonrisa apenas perceptible pero cargada de intención.
—Para ser un demonio, primero debes renunciar a todo lo que te hace humano. Tu compasión, tus lazos, tus recuerdos felices… incluso tu nombre. Cada aspecto de tu identidad será arrancado de ti. Lo que quede será moldeado por mi voluntad y por la oscuridad que aceptes en tu interior. También tienes que hacer algo especial para que surja simplemente, puede ser lo que sea, pero todo se activa con ira, deseo, maldad, frialdad, venganza, y... satisdación.
Mi garganta se secó, pero me obligué a hablar.
—¿Cómo… cómo se hace eso?
El jefe se reclinó en su trono, como si estuviera disfrutando del espectáculo.
—Es un proceso en varias etapas. Primero, un ritual de entrega. Tendrás que ofrecer algo invaluable: un recuerdo, una promesa, o incluso el alma de alguien más. —Hizo una pausa, estudiando mi reacción—. Luego, se despojará tu cuerpo de sus debilidades humanas. No morirás exactamente, pero lo que quede de ti apenas será reconocible.
Claude, quien ya parecía haberse recuperado del susto, me miró con una mezcla de preocupación.
—No es un paseo por el parque, amigo —intervino, inclinándose contra la pared—. Y no todos sobreviven.
Lo ignoré y me centré en el jefe, quien continuó.
—La última etapa… —dijo, su voz bajando un poco, como si saboreara las palabras—, es una prueba. Una masacre. Lo que seas capaz de superar definirá qué tipo de demonio serás… o si te quedas como un simple montón de cenizas.
Sentí que mi estómago se revolvía. Esto sonaba peor de lo que imaginé, pero no podía mostrar debilidad. No con todos observándome.
—¿Y qué pasa si no paso esa prueba? —pregunté, mi voz apenas un susurro.
El jefe rio suavemente, un sonido que no era ni remotamente reconfortante.
—Entonces mueres. De verdad, esta vez. Tu alma se disolverá en la nada, y ni siquiera quedará un rastro de que alguna vez exististe.
Miré a Sayuri, quien mantenía la cabeza gacha, evitando mi mirada. Algo en su postura me decía que incluso ella consideraba esto como una locura, pero no podía decirlo en voz alta.
—¿Por qué haces esto? —pregunté finalmente, reuniendo el valor para enfrentar al jefe—. Si tanto te molesta que me retractara de mi deseo, ¿por qué me das una opción?
El jefe se inclinó hacia adelante nuevamente, apoyando un codo en el brazo de su trono y mirándome como un depredador estudiando a su presa.
—Porque eres interesante, Hiroshi. Tienes algo que la mayoría de los humanos no tiene: la voluntad de resistir y, al mismo tiempo, la estupidez de enfrentarte a lo imposible. —Sonrió con malicia—. Y, para ser honesto, siempre estoy buscando nuevas almas para mi ejército. Si tienes lo que se necesita para atraer almas, sería un desperdicio simplemente matarte.
Mi mente giraba con preguntas, dudas, y un miedo paralizante que intentaba esconder. Miré a Sayuri, esperando algo, cualquier señal de qué debía hacer.
—Si realmente estás considerando esto… —dijo Sayuri, finalmente rompiendo el silencio—, debes saber que no hay vuelta atrás. Y no creas que te convertirás en algo como yo. —Se señaló a sí misma —. Yo disfruto ser un demonio. Pero tú… tú podrías odiarlo.
El jefe interrumpió con una risa seca.
—La decisión es tuya, Hiroshi. ¿Aceptarás el precio y caminarás por este oscuro camino? ¿O prefieres quedarte como estás, con tus días contados y tu alma destinada al olvido?
Todo el peso de su pregunta cayó sobre mí, y sentí que el aire en la sala se volvía más pesado. Tenía que tomar una decisión, y rápido. ¿Arriesgaría todo lo que soy para sobrevivir… o aceptaría mi destino como un simple humano condenado?
El aire en la sala se sentía espeso, como si el mismo ambiente contuviera la respiración en espera de mi respuesta. El jefe, con una sonrisa de satisfacción, se reclinó en su trono y observó cada uno de mis movimientos, mientras las palabras pesaban como un martillo en mi cabeza.
—Lo acepto —dije finalmente, aunque mi voz temblaba ligeramente.
Claude levantó una ceja, claramente sorprendido por mi decisión, mientras Sayuri suspiraba con resignación.
—Muy bien —dijo el jefe, su voz grave y profunda llenando cada rincón de la sala—. A partir de ahora, Hiroshi, tu destino está en tus manos. El proceso ya está en marcha. Lo que venga después dependerá de lo que hagas y de cómo enfrentes cada desafío. No me decepciones.
Sus ojos se oscurecieron por un momento antes de mirar a Claude y Sayuri.
—Ahora, reúnanse con Dante y Kou. Les asignaré una tarea que necesitarán realizar juntos.
Sayuri abrió la boca para responder, pero el jefe levantó una mano, silenciándola sin esfuerzo. Claude, por su parte, se limitó a asentir con una sonrisa irónica, como si no pudiera esperar para ver cómo manejaría yo lo que venía.
—¿Dante y Kou? —pregunté, tratando de recordar lo que Claude me había contado anteriormente.
El jefe pareció complacido de que mostrara interés.
—Dante es un demonio mitad humano, mitad demonio. Su sangre humana lo hace... problemático, pero también útil. Es fuerte, impredecible, y frío como el hielo. —Hizo una pausa, casi disfrutando del momento antes de continuar—. Y Kou, bueno, él era un ángel. Desobedeció órdenes demasiado importantes y fue exiliado, cayendo al lugar que muchos de nosotros llamamos hogar. Es inteligente, calculador, y quizás el único de ustedes con sentido común.
Claude soltó una risa baja.
—Eso seguro. Kou siempre está pensando dos pasos por delante de todos nosotros.
El jefe asintió, su mirada volviendo a fijarse en mí.
—Ustedes cinco trabajarán juntos. Esta tarea será más grande de lo que cualquiera de ustedes ha enfrentado antes.
Sayuri cruzó los brazos, su expresión claramente molesta.
—¿Y qué pasa si alguno de ellos intenta matarlo antes de tiempo? —preguntó, mirando de reojo a Claude.
El jefe rio suavemente, un sonido que hizo que mi piel se erizara.
—Entonces se enfrentarán a mí. Y créeme, ninguno de ellos quiere eso.
Sin más, el jefe hizo un gesto con la mano, y una sombra se alzó del suelo frente a nosotros, formando un portal oscuro que parecía palpitar con energía. Sentí un escalofrío recorrer mi columna.
—Vean esto como el principio del fin —dijo el jefe, reclinándose nuevamente en su trono—. Ahora, márchense.
Cruzamos el portal, y al otro lado nos encontramos en un paisaje desolado, un campo abierto bajo un cielo nublado y oscuro. Dos figuras ya estaban esperándonos. Uno de ellos, alto y con una expresión severa, tenía el cabello rojo y ojos tan afilados que parecía que podían atravesarte. El otro era más relajado, con un brillo casi celestial en sus ojos y un aire sereno a pesar de estar claramente fuera de lugar.
—Ah, miren quién llegó tarde como siempre —dijo Dante, el de cabello rojo, cruzando los brazos y mirando directamente a Sayuri—. Pensé que tú eras la responsable del grupo.
Sayuri rodó los ojos.
—Dante, no tengo tiempo para tus comentarios. Estamos aquí por una razón, así que guarda tu sarcasmo.
Kou, el de cabello negro y mirada tranquila, se acercó a mí, estudiándome de cerca.
—Tu de nuevo—Su voz era calmada, pero había algo en su tono que hacía que me sintiera pequeño—. ¿Estás seguro de que sabes en lo que te has metido?
—No tiene elección —intervino Sayuri rápidamente, como si quisiera evitar que Kou siguiera haciendo preguntas.
Dante soltó una risa burlona.
—Perfecto. Esto será interesante.
Antes de que pudiera responder, Claude intervino, poniéndose entre Dante y yo.
—Tranquilo, amigo. Ya sabemos que eres el tipo rudo del grupo, pero tal vez podrías intentar no asustar al novato en su primer día.
Dante resopló, pero no dijo nada más. En cambio, Kou miró al cielo, como si estuviera esperando algo.
—La tarea nos llevará a un lugar complicado —dijo finalmente—. Pero antes de eso, será mejor que aclaremos las reglas. Porque, Hiroshi, esto no será como las pequeñas pruebas que has enfrentado hasta ahora. Si te equivocas aquí, no solo tú pagarás las consecuencias.
El aire en el lugar seguía siendo denso, y el cielo oscuro parecía presionar contra nosotros mientras el grupo discutía los detalles de la misión. Sayuri, impaciente como siempre, me miró de reojo antes de dirigirse a Dante y Kou.
—¿Ya todos saben qué hacer? —preguntó con un tono cortante.
—Claro, aunque no sé por qué traemos al humano —respondió Dante, con una media sonrisa burlona en sus labios—. Es un estorbo más que una ayuda.
—Es parte de su prueba —replicó Sayuri, ignorando la provocación.
Me acerqué a Kou, el único que parecía más dispuesto a explicar lo que estaba ocurriendo.
—¿Adónde vamos? —le pregunté, tratando de mantener mi voz firme.
Kou me miró con su típica calma, pero había algo en su mirada que me puso nervioso.
—Vamos a enfrentarnos a demonios renegados, Hiroshi. No a humanos. Este no será un simple juego de deseos cumplidos. Estas criaturas han desobedecido al jefe, se han rebelado contra él, y ahora vagan causando caos. No tienen reglas, ni límites, y créeme, no tienen problemas con matarte si tienen la oportunidad.
Tragué saliva, sintiendo cómo un escalofrío recorría mi espalda.
—¿Y qué pasa si me matan? —pregunté, intentando sonar más valiente de lo que me sentía.
Dante soltó una carcajada desde su posición, cruzando los brazos.
—Pues, morirás. ¿Qué otra cosa esperabas? No somos niñeras, humano. Si te matan, eso será problema tuyo.
Intenté ignorarlo y volví mi atención a Kou, quien continuó con su explicación.
—La cuestión es que nosotros no podemos simplemente deshacernos de ellos. Matar a un demonio no es tan simple como crees. No puedes usar una pistola, ni un cuchillo. Solo se les puede eliminar con una espada especial, la que posee nuestro jefe.
—¿La espada del diablo? —pregunté, con una mezcla de asombro y miedo.
Kou asintió lentamente.
—Es la única arma capaz de destruir a un demonio por completo. Si no usas esa espada, solo los herirás, y volverán más furiosos. Por eso vamos con cuidado. Nuestro objetivo es localizarlos y traerlos de vuelta. Si no cooperan... —Dejó que su frase colgara en el aire, pero la implicación era clara.
—¿Y por qué no los mata simplemente? —pregunté, dirigiendo mi pregunta al grupo en general.
Sayuri, quien había estado observándome con impaciencia, cruzó los brazos y respondió.
—Porque no es tan sencillo, Hiroshi. Un demonio no es solo un ser oscuro. Cada uno de nosotros tiene un propósito, una función en este sistema. Si matamos a demasiados, se debilita la estructura. Pero si uno se rebela, como estos, se convierte en una amenaza que no podemos ignorar.
—Entonces... ¿vamos a capturarlos? —pregunté, intentando seguir el hilo.
Claude, que hasta entonces había permanecido en silencio, dio un paso adelante y se inclinó hacia mí, con una sonrisa juguetona en su rostro.
—Más o menos. Si cooperan, los llevaremos de vuelta. Si no... —Hizo un gesto de apuñalar algo en el pecho, mientras su sonrisa se ensanchaba.
—Y si no quieren cooperar, ¿qué se supone que haga yo? —dije, mi voz traicionando mi creciente ansiedad.
Sayuri me lanzó una mirada severa.
—Sobrevivir, si puedes. Nadie va a protegerte. Esta es tu prueba, Hiroshi. Si no puedes con esto, entonces no sirves para nada.