Segunda parte de casualidad o destino, en donde se relata lo que paso con Carlos y Liz después de que supimos de ellos, relatando como el pasado puede volver afectándonos, no solo a nosotros, sino a nuestros seres más queridos, además de mostrar, como es obligación de los padres apoyar a sus hijos, para que no paguen los errores cometidos por estos.
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LA CONFESIÓN
Mientras, esto pasaba otra crisis sucedía al mismo tiempo, Carolina reúne a Carlos y Liz para confesar una verdad sobre sí misma, con un nudo en la garganta y una fuerte molestia en el estómago, Carolina habla con sus padres.
Carolina:
Papá, mamá, necesito confesarles algo, lo he estado pensando mucho tiempo y no puedo ocultarlos más, tal vez mamá tú ya te diste cuenta, pero papá sé que a los hombres les cuesta más trabajo.
Liz:
A si es ya lo sé, por lo menos algo de los que nos vas a decir, pero no quise comentarlo hasta que tú misma nos lo corroboraras.
Carolina:
Primero que nada, tiene tiempo que me he dado cuenta, que no solo me gustan los hombres, también me llaman demasiado la atención las chicas.
Liz:
Eso no me lo esperaba, pero sí sé que no es lo único que nos quieres decir.
Carlos:
¿Qué pasa, acaso hay algo más?, ¿De qué hablan?
Liz:
Amor es exactamente lo que te imaginas.
Carolina:
Papá estoy embarazada.
Liz.
Ya lo sabía, ¿Cuántos meses tienes?
Carolina:
Un mes, fue con un chico de la universidad, pero lo escuché hablar con sus amigos que solo, me quería por nuestra posición económica y como escucho que Junior se casa después de la universidad y Aldebaran también lo hará, él me conquistaría y después solo sería un mantenido, ya que sí le pedía el divorcio creyó que su vida estaría resuelta, y le tendría que dar la mitad de todo, cuando lo confronte le dije que yo solo tengo un sueldo cuando trabajo en el restaurante y que él tendría que trabajar si quería dinero y más ahora que estoy esperando un hijo suyo.
Liz:
¿Qué te contesto cuando se lo dijiste?
Carolina:
Me dijo, que entonces no tenía nada que hacer conmigo y que si no abortaba por mi propia cuenta, él se encargaría, no me iba a mantener ni a mí ni a mi hijo.
Liz:
Melina; siempre he sabido cuando me mientes, no te dijo así, ¿verdad?
Carolina:
No, me insulto peor.
LIZ:
No lo endulces, dime exactamente como te dijo.
Carolina:
Que no iba a mantener una fácil y su bastardo.
La
tensión aumenta con cada pregunta, mientras las lágrimas fluyen por el rostro de Melina.
Liz:
Él fue el primero ¿Cierto?
Melina.
El único, mamá, solo fue una vez y me convenció de que fuera sin protección, me dijo que si algo pasaba él respondería como hombre, como una tonta caí en sus mentiras y lo peor del caso es que no lo disfrute, ya que solo le intereso su propio placer y solo duro menos de 5 minutos cuando eyaculo dentro de mí.
Liz:
Olvídate de eso, ahora dime ¿qué piensas hacer?
Melina:
No lo sé, por favor díganme que debo hacer, lo tengo o me hago el procedimiento.
Liz:
No, hija, estas ves, no te puedo decir que hacer, solo puedo apoyarte con lo que decidas, pero sea cual sea tu decisión, nada será igual, si lo quieres tener, tendrás que trabajar el doble yo te apoyaré cuando estés en la escuela y trabajando en el restaurante, pero no más que eso; y si no yo te llevaré al obstetra para que el procedimiento sea lo más seguro posible y no tengas problemas a futuro, pero todo depende de ti.
Carolina:
Papá, no has dicho nada, por favor dime algo, te necesito papá, ahora más que nunca.
Al escuchar, esto, Carlos, quien había estado cayado escuchando cada palabra, solo se levanta y se aleja, dirigiendo una mirada de decepción a su hija, la cual llora desconsoladamente.
Carolina:
Papá, por favor, no te vayas. Papá
Liz:
Déjalo ir hija, conozco a tu padre y en verdad le duele lo que está pasando, necesita espacio para pasar este mal trago.
Carolina:
Pero mamá, viste la mirada que me lanzo.
Liz:
¿Qué esperabas, hija, que recibiera esa noticia con bombos y platillos?, tus preferencias son solo tuyas y ni yo ni tu padre jamás te juzgaremos por algo así, pero que hayas caído en las mentiras de un patán le duele como una puñalada en el alma, ya que te criamos para no ser confiada.
Carolina:
Lo sé mamá, pero en verdad le creí.
Mientras
madre e hija hablan, Carlos se encierra en su cuarto de entrenamiento, golpeando costales y domis sin parar, repitiéndose la misma pregunta, una y otra vez ¿en que falle?
Pasan las horas y Carlos continua encerrado, golpeando, al llegar el resto de la familia, preguntan por él, a lo cual Liz los actualiza, desatando la furia de los hermanos quienes de inmediato cuestionan a Carolina.
Junior:
No me importa, como haya sido, me vas a decir quién es ese patán y yo mismo me encargaré de él.
Aldebaran:
No te equivoques, hermana, estoy muy decepcionado de ti, siempre le dije a mis papás que no te dieran tanta libertad, pero si o si me dirás quién es ese poco hombre y más le vale que tenga un buen seguro médico, lo necesitará cuando acabe con él, así que dime de una vez donde lo encuentro.
Liz.
Deténganse ustedes dos, basta de atormentar a su hermana, se los dijimos porque lo tenían que saber, no para que actuaran como un par de salvajes.
Junior:
Te equivocas mamá, lo que vamos a hacer es lo correcto, vamos Aldebaran, tenemos una cita con un próximo, cuadripléjico.
Aldebaran.
Te sigo hermano, no le quedará ni un solo hueso sano.
Liz:
¡LES DIJE QUE SE CALMARAN! Voy por su padre, chicas no dejen ir a estos dos.
Chicas:
OK
Liz corre por la llave del cuarto de entrenamiento y como esperaba ve a Carlos golpeando con ira los costales, golpe tras golpe sin parar.
Liz.
Amor, necesitas calmarte, por más furioso que estés el tiempo no retrocederá, sé que estás decepcionado, pero nuestra hija necesita el apoyo de los dos, ya un hombre del que se enamoró, la decepciono, lo que menos necesita es que los hombres que más ama en el mundo le den la espalda; tus hijos quieren dejar totalmente agonizante a ese sujeto, ¿vamos a permitir que se manchen sus manos?
Carlos:
Amor, ¿en que falle?, siempre la he cuidado, jamás le ha faltado nada, siempre trate de inculcarle, que no debía ser tan confiada, y mira salió embarazada.
Liz:
Lo sé amor, pero esto no depende de ti, cometió un error, uno grave sí, pero la tenemos que apoyar.
Carlos:
Tienes razón, amor, necesita nuestro apoyo.
Junior:
Aldebaran, los viejos no salen, vamos a tomar esto en nuestras propias manos.
Aldebaran:
Te sigo hermano, es hora de dar unos buenos golpes.
Carlos:
Deténganse ahí ustedes dos, nadie hará nada, ya hablé con su tío Paco, ya sé, está arreglando todo, no fue necesario que su hermana nos dijera quién es, el pobre inútil, presumió de más, Carolina, ¿qué decidirás?
Carolina:
Él bebe, es inocente, lo tendré.
Carlos:
De acuerdo ya escuchaste a tu madre, cuál será tu situación de ahora en adelante.
Carolina:
Si papa lo sé.
Junior:
Viejo, no hablas en serio, ese tipo merece sufrir en nuestras manos.
Aldebaran:
Yo estoy de acuerdo.
Carlos:
Lo sé, hijos míos, pero su madre me hizo entrar en razón, nuestros puños no se mancharán, con la sangre de un poco hombre, su tío Paco ya se hizo cargo.
Junior y Aldebaran:
Está bien.
Liz:
Hay amor, dignos hijos tuyos.
Carlos:
Carolina, eres mi hija y nada ni nadie lo cambiará, pero mi confianza es algo que tendrás que recuperar.
Carolina.
Lo se papá.
La familia se divide momentáneamente, con las mujeres ayudando y consolando a Carolina, mientras los hombres se encierran a entrenar para desahogar su frustración.
