Tras sacrificarlo todo para preservar la vida de su hija, se ve obligada a ocultar su supervivencia para enfrentarse a una de las mayores batallas de su existencia: la lucha contra un ejército de no muertos que ansían la muerte de su propia hija.
Decidida a obtener la victoria, Genevieve se embarca en una peligrosa misión para recuperar la corona de su abuelo, el último rey de los tritones, arrebatada por el hombre que la mantuvo prisionera y la sometió durante años. En su odisea, se cruza nuevamente con el padre de su hijo por nacer, cuya muerte lo dejó desolado.
¿Logrará Genevieve reclamar la corona perdida y garantizar la seguridad de su familia frente a las fuerzas de la oscuridad?
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CAPÍTULO 19
Genevieve, quien ya estaba cansada de todo, se arrodilló frente a la antigua esposa de Gladiolus y le tomó con fuerza su barbilla. La única razón por la que estaba siendo paciente con la enviada del dios de la muerte fue porque aún recordaba con gratitud todo lo que el esposo de ella había hecho; sin embargo, si estaba destinada a volver a morir, esta vez lo haría a su modo.
—He dicho que el príncipe Noctis será el nuevo rey del pueblo tritón—dijo entre dientes—así que antes de irme de este mundo, me ayudarás a encontrar al desgraciado de Máximo...al fin de cuentas, ¿tú también lo quieres muerto, no?
Yuna desvió su mirada un poco, sabía muy bien lo que planeaba hacer la reina: quería darle una segunda opción en la vida a Noctis, de modo que su destino como nueva encarnación del dios de la muerte no fuera lo único que tuviese; sin embargo, la mujer también quería irse con todas aquellas personas que aún representaban un peligro tanto para el príncipe recién nacido, como para su hija mayor.
—¿Quién fue el demonio con el que Máximo hizo el pacto?—cuestionó Genevieve.
—Erin—respondió tajante—el alma de la segunda esposa del rey Somnus se corrompió a tal punto de que terminó por convertirse en un demonio...
—Así que quiere tomar venganza de mí—habló seria—escucha Yuna, me importa una mierda lo que pase con Máximo, siempre y cuando muera. Pero de Erin me encargo yo, ¿entendiste?
—¿Has pensado en algo, no?—preguntó Yuna—Ya sabes lo que harás con Erin...
—Su soberbia será su mayor condena—habló alejándose de la no muerta—creo que es hora de volver con los demás.
Consciente de lo que realmente significaba las palabras de Genevieve, Yuna asintió y se marchó de los aposentos de la reina, mientras esta se acercaba nuevamente a la ventana. Observando todo a su alrededor, pensando en las últimas órdenes que le había dado a Anisha, poco a poco la isla de su pueblo resurgirá y aquellos seres mágicos, así como humanos, convertidos en sirenas y tritones, vendrían a la isla en búsqueda de ayuda. Por ende, era cuestión de años para que su pueblo comenzara a emerger.
—Somnus...—habló en voz baja con los ojos cerrados—sé que te culpas por todo lo que pasó, pero tendré que hacerte sufrir un poco... tengo fe de que serás uno de los mayores reyes que han existido.
Derramando algunas lágrimas rebeldes, Genevieve suspiró con pesadez pensando en su futuro reencuentro con su familia. Lo último que quería era hacerlos sufrir más; sin embargo, debía apretar un poco más la situación, de modo que Máximo y Erin se mostraran como las viles ratas que eran.
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En el palacio del archiduque Elwin, dos semanas después de la muerte del emperador, se escuchaba a una mujer gritar.
Debido a complicaciones anomalas con su embarazo, en vez de durar nueve meses, Abril había durado casi doce meses.
Temiendo que su bebé naciera muerto, Abril dio todo de sí para cuidarlo, hasta que por fin su cuerpo le mandó la señal de que ya era hora que su criatura llegara al mundo.
Tras largas 18 horas de parto, los llantos de cuatro bebés resonaron en todo el piso del lugar, haciendo que Elwin se calmara. El hombre, quién había tenido que esperar en el pasillo, pensó que ese día lo perdería todo.
—¡Felicitaciones, archiduque!—le dijo la partera al salir—¡Ha tenido 4 hermosos príncipes!
Elwin, pálido ante el cansancio y el hambre, al saber la cantidad de hijos que había tenido, no pudo dar ni un solo paso antes de desmayarse.
Gladiolus, quién había estado revisando el estado del hijo del rey, quiso pasar esa mañana para saber el estado de la archiduquesa, sin esperarse todo lo que había ocurrido.
—¡Archiduque!—lo llamó—¡Archiduque!
Viendo que no despertaba, Gladiolus despertó de una cachetada al tío de Somnus, haciendo que este se levantara del piso de golpe.
Elwin de inmediato corrió hacia la cama donde se encontraba su esposa, pálida mientras era tragada por una hemorragia. A su lado, yacían sus cuatro primeros hijos.
—¿Te lo dije, no?—preguntó Abril con una sonrisa—ahora solo faltan 26.
—Gracias, Abril—respondió besando su frente—gracias por todo.
Mientras sus bebés eran tratados, Abril se quedó dormida profundamente. Hubiera añorado la presencia de su madre, pero Genevieve ya no estaba en ese mundo.
Por eso, se conformaba con los sueños que ella tenía con la princesa caída; sin embargo, el nuevo sueño que tuvo era tan distinto a los demás.
Sintiéndose tan vívido, Abril estaba flotando bajo el agua, mientras veía las siluetas resplandecientes de varios tritones y sirenas. No obstante, una de ellas le llamó más la atención.
A lo lejos, liderando la procesión, se encontraba una sirena que irradiaba más luz. En su cabeza, una bella diadema se alzaba como si fuera una corona.
—¡Mamá!—gritó Abril al despertarse de golpe.
Fue tal su impresión, que su gritó terminó por despertar a sus bebés, quiénes lloraron al escucharla. Luego de que las asistentes de la partera lograran calmarlos, fue llamado Elwin y el médico de la familia para comprobar el estado de la archiduquesa.
—¡Elwin!—dijo eufórica mientras abrazaba a su esposo—¡Mamá está viva! ¡Mamá está viva! ¡Y viene para acá!
Elwin solo se quedó en silencio, mientras acunaba a Abril en sus brazos. No había querido decirle nada a la madre de sus hijos, pero cada vez estaba seguro de que sus sospechas eran ciertas: la princesa caída Genevieve estaba viva.
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Luego de nadar por una hora con un grupo de sirenas y tritones, Genevieve volvió al barco que los estaban transportando. Si bien era anticuado, por lo menos tenían las insignias de su pueblo.
Con ayuda de varios tritones, que habían dominado la habilidad de cambiar formas, pudieron guiar su camino rumbo a la costa. En ese lugar, de acuerdo a varios informantes, habían encontrado rastros del príncipe Máximo y el demonio que ahora era Erin.
—¿Y qué harás si te encuentras con Somnus?—preguntó Yuna.
Ambas mujeres se encontraban en el camarote de la reina, mientras esta se encontraba escribiendo en un diario. Suspirando con pesadez ante la pregunta de Yuna, Genevieve dejó de escribir.
—Yo ya no recuerdo el nombre de mi primera hija—respondió observando el cuaderno—ni siquiera como concebí a su hermano...
Su corazón se encontraba azotado cruelmente ante la ausencia de una parte de sus recuerdos. Maldecía para sus adentros aquel trato que hizo, pero sabía muy bien que era la única solución que tenía.
—Si debo volver a morir llevándome conmigo a Erin, lo haré antes de ser una tonta andante—habló retomando su escritura—aunque tenga que herirlos, es mejor así.
Cuando el barco estaba a punto de llegar al muelle de la ciudad costera donde estaba el palacio veraniego de Somnus, Genevieve salió al exterior para observar la ciudad que en cuestión de horas iba a ser el infierno en la tierra.
—¿Ya el equipo de Anisha está listo?—preguntó la reina.
—Sí, la primera ministra ha terminado con los preparativos del círculo—respondió Yuna—el tercer equipo se encargará de evacuar a los ciudadanos.
Sabiendo que era probable que el padre de su hijo y el antiguo esposo de Yuna llegaran cuando las noticias se extendieran, Genevieve sacó una bengala mágica que funcionaba en el día.
—Terminemos con esto, Erin—susurró.
Una vez disparó la Bengala de color rojo, un círculo mágico se encendió en todo el centro de la ciudad, cerrando el terreno donde inclusive quedaba el palacio veraniego en una enorme columna de energía.
Sabiendo lo que pasaría, un segundo después de aquello, un terremoto comenzó a suceder y de las grietas del piso miles de no muertos, liderados por el príncipe Máximo y Erin, comenzaron a emerger.
Teniendo el tiempo a su favor, el tercer equipo comenzó la evacuación de los que quedaron dentro de la barrera, en lo que Anisha luchaba contra los no muertos.
Una vez el barco tocó tierra firme, Genevieve descendió en su caballo, seguida por el resto de los miembros de los kingsglaive y Yuna, hasta la barrera. Los demás ciudadanos se apartaban de las calles para darles paso, mientras los soldados del rey Somnus intentaban saber qué era lo que estaba pasando.
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Seis horas tomó para que a Somnus, luego de haber estado medio día con su hijo, se le fuera notificado el ataque la ciudad costera. El rey, enojado por tal retraso, se reunió enseguida con Gladiolus. Iban a resolver aquel problema, ellos dos, no iba a involucrar a Elwin con su esposa recién parida.
—Se supone que con la línea del telégrafo principal las noticias nos debieron de haber llegado antes—dijo Gladiolus.
—Pero no lo hicieron—espetó preocupado rumbo a su caballo—¡ya después resolveremos eso, ahora debemos partir!
Estresado ya que el viaje a caballo hasta esa ciudad le tomaría horas, su corazón latía con fuerza, esperando que la ciudad aguantara hasta su llegada.
El recordar como en el mensaje se le fue informado que vieron banderas del antiguo reino de los tritones, ondeando en la ciudad, un poco de esperanza inundó su corazón. Deseaba volver a ver a Genevieve, estaba seguro de que la vería allí.
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La situación era grave en la ciudad, puesto que si bien la barrera había logrado contener a los no muertos, a los kingsglaive les estaba costando evacuar.
Por lo que, para evitar que más personas inocentes murieran, abrieron espacio para que los soldados del rey Somnus pudieran entrar. Por Lo que todas las fuerzas estaban concentradas al borde del domo como alrededor del castillo veraniego que servía de refugio.
—¡Maldita Yuna!—gritó Máximo.
El príncipe se encontraba al frente de Yuna, la mujer que había violado múltiples veces para forzarla a estar con el, a solo escasos metros del sitio donde habían surgido del bajo mundo.
—Idiota—dijo en un susurro Yuna.
Intentando luchar con el, pese aun estar un poco herida de su último encuentro, se distrajo separándose así de Genevieve.
La situación también era preocupante para la ahora reina, quién estaba frente a frente con la mujer que tanto daño le había hecho a Somnus y a su hija.
“Solo...solo un poco más...”
Respondió mentalmente, mientras esquivaba los ataques de Erin. El círculo mágico pronto estaría cargado, y la batalla pasaría a la isla...solo debían aguantar el tiempo suficiente.
—Mierda...—dijo tosiendo sangre.
Con una velocidad sorprendete, Erin había logrado clavarle una estaca bajo su raíz mágica, lo que hizo que gran parte de su energía se sellara. Mientras sentía como su alma se sumergía en un profundo sueño, Genevieve miró como el demonio sonreía con alegría.
—Dulce sueños...—dijo en un susurro.
A la par que todo aquello ocurría, Somnus, quién ni siquiera iba a mitad de camino, terminó cayendo de su caballo a gran velocidad. Gladiolus bajó y corrió para ayudar al rey, dándose cuenta de que algo malo estaba pasando con la raíz mágica de este.