El CEO Y La Divorciada

Capítulo veinte

Ambos se miraron sorprendidos. Rocío se levantó y fue a abrir la puerta, encontrándose con Marta, quien tenía una mirada de asombro al ver a Luca allí.

—Oh, hola Rocío. No sabía que estabas acompañada —dijo Marta, sin disimular su sorpresa, sin poder prestarle atención a los ojos de su amiga.

Rocío se giró hacia Luca, quien estaba detrás de ella, y se dio cuenta de que aún no había contado quién era realmente. Aquella cena tan íntima había sido el preámbulo de una revelación inesperada.

Luca se disculpó por la interrupción y explicó que debía marcharse, dejando a Rocío a solas con su amiga, Marta. Mientras se despedía, Marta no podía apartar la mirada de él, lo cual no pasó desapercibido para Rocío, aunque ella trató de restarle importancia.

Una vez que Luca se fue, Marta no pudo evitar comentar sobre la presencia de él en la cena y describir lo impresionante que parecía ser. Rocío, tratando de minimizar la situación, le contó sobre su accidente en el trabajo. Le explicó cómo él la ayudó en medio de la situación con los códigos y la admisión en el hospital, destacando su amabilidad y disposición.

—Debe ser un hombre excepcional, y no lo digo solo por la ayuda. Amiga, está como para quitarse las bragas en plena calle —comentó Marta, insistiendo en lo hermoso que era Luca.

Rocío asintió, sin poder negar la atracción natural que Luca ejercía, aunque no había visto su apariencia aún. Le agradaba por todo lo que habían pasado ese día.

—Es un gran tipo, pero ahora mismo no es lo que estoy buscando. Estoy enfocada en superar lo de mi matrimonio fallido, ¿recuerdas? —le preguntó Rocío a su amiga para que entendiera de una vez por toda.

Marta no pudo dejar de insinuar que una relación con alguien como Luca podría ser buena para Rocío. Sin embargo, su amiga se mantuvo firme en su postura, asegurando que no estaba lista para iniciar algo nuevo, ya que necesitaba tiempo para sanar. Porque, aunque no quiera reconocerlo, aún le dolía lo ocurrido con su ex.

Continuaron hablando de otros temas, pero Marta no podía evitar hacer alusiones discretas sobre el encanto de Luca, sus atributos visibles y su cuerpo precisamente trabajado; mientras Rocío intentaba cambiar el tema y mantener su enfoque.

—¿Qué te ha mantenido tan distante estos días? —preguntó Rocío mientras iban a la cocina y su amiga le hacía el favor de lavar los platos.

—Sé que dijiste que no siguiera. Pero dime… ¿Cuándo un hombre vino hasta tu casa a cocinarte? —preguntó Marta y Rocío sonrió.

—Nunca, pero estoy segura de que los hombres de ahora son más accesibles —le indicó Rocío a su amiga.

—¿Hombres de ahora? —preguntó Marta.

—Por su voz parece más joven que yo. Seguro tiene unos años más que Andrea —aseguró Rocío.

—¿Estás loca? Su voz puede parecer jovial, no obstante anda por encima de los treinta —le aseguró Marta—. ¿Y cuál es el problema si tiene veintialgo? ¿Desde cuándo te gustan mayores que tú? Te recuerdo que científicamente está probado que el colágeno humano es mejor a los veinte…

—¿No puedes dejar de decir tonterías? —preguntó Rocío incómoda.

—Solo digo, que yo no rechazaría a un hombre apuesto como ese que encima cocina y que tiene un BMW —indicó Marta mientras terminaba de lavar y se secaba las manos.

—¿BMW? —preguntó Rocío confundida.

—Sí, por lo menos había uno en tu puerta. Pensé que era el de tu suegro y creí que Marcelo había venido a molestarte. Pero ahora que lo pienso, este era último modelo —aseguró Marta.

—¿Será uno de los gerentes de la empresa? ¡Por dios! Qué vergüenza —Rocío aún no sabía en qué equipo se encontraba su compañero.

—¿Y qué? No lo obligaste a venir a tu casa poniendo una pistola en su cabeza. ¿Cuál es el problema? —le preguntó Marta y la ayudó a levantarse.

—Tranquila, conozco mi casa. No necesitas ayudar tanto —la reprendió Rocío.

—Lo sé, pero aún estoy molesta. ¿Por qué no me llamaste para que viniera a ayudarte? —preguntó Marta y sonrió—. ¿Será que le habías dicho a ese dios griego que eres una pobre e inocente divorciada?

—Y dale con ese tema. Eres cansadora marta. Me recuerda a cuando me insistías para que saliera con Marcelo —indicó Rocío, aunque no puedo ver la cara de incomodidad de su amiga.

La conversación entre ellas giró en torno a los malentendidos, las opiniones de Marta sobre las posibles relaciones y la frustración de esta última por no haber sido llamada para ayudar a Rocío. A pesar de las bromas y la insistencia de Marta, Rocío se mantuvo en su postura, recordando la insistencia pasada de su amiga por relaciones que, en ese momento, no deseaba retomar.

Finalmente, Rocío le pidió a Marta que descansara en el cuarto de invitados, dejando entrever su deseo de dormir sola y reflexionar sobre los eventos de ese día.

¿Quién era Luca? ¿Y por qué el saber de su coche la había puesto mal?

La mención de un BMW en la puerta de Rocío desató la confusión en ella, sin saber exactamente quién era el hombre que había estado en su casa cocinando. La posibilidad de que fuera un gerente de la empresa le resultaba embarazosa, pero Marta, en su estilo directo, no veía el problema en ello.

El cansancio le ganó a Rocío y se quedó dormida, con la idea en la cabeza de que le preguntaría a Luca cuál era su puesto de trabajo en la empresa y después de saberlo decidiría si seguiría en contacto con él fuera del trabajo. Ya que no quería que empezaran a decir cosas sobre ellos, las cuales no eran reales y podrían traerle problemas durante el divorcio. Marcelo se negaba a firmar los documentos pese a que ella tenía las contraseñas de todos los proyectos importantes. Además de que Andrea no estaba contenta con que sus padres se separaran, por lo cual lo mejor sería dejar los vínculos demasiados personales fuera de su trabajo, que era lo único que la ayudaría a salir adelante, sin depender del dinero que le pasara su ex para las niñas.

Autora: Osaku