OH! MÍ GENERAL

Blair había decidido redimirse y de alguna forma tratar de conquistar el corazón de Lale, ciertamente sabía que eso sería muy difícil por todo lo que ya había ocasionado en contra de ella, pero el que le haya escrito aquellas palabras, significaba que Lale no lo odiaba por completo. Era por esa razón que se iría a su campaña y encontraría la manera de ir conquistando el corazón de aquella mujer que despertó en él la calidez que siempre había necesitado, y quizás en algún momento le contará todo sobre él y sus más grandes miedos.

Por su parte Lale partió al Oeste a una zona dónde había muchos bosques y planicies, el lugar perfecto para poder entrenar todo lo que había planeado durante la noche. Al principio no tenía ningún plan, pero para ella no le fue difícil crear uno, pues era experta en improvisar cuando se le presentaban este tipo de situaciones. Al llegar al lugar los soldados que habían sido elegidos, sé dispusieron a hacer un campamento ya que ahí estarían al menos un par de meses porque Lale planeaba darles un entrenamiento intensivo para que lograrán lo que ella quería. El resto del día lo descansarían y al día siguiente comenzarían a entrenar.

En cuanto al príncipe heredero, salió esa misma mañana junto a su amigo Sandro y al menos trescientos guardias. Su campaña iba a iniciar desde el sur del imperio, recorriendo al este, después llegando al norte y terminaría en el Oeste, justamente en donde se encontraba Lale.

—¿Así que por fin decidiste dejar tu hermoso palacio y salir a descubrir el mundo por tu cuenta?, realmente me sorprende cómo puedes cambiar de opinión tan fácilmente dime, ¿quién hizo qué decidieras esto a último momento?—preguntó el Duque a su amigo.

— Ya deja de estar molestando, ¿no era ésto lo que querías? de seguro tú fuiste el que propuso que me enviaran fuera del palacio, conociéndote lo único que querías hacer era que despejara mi mente y en realidad te lo agradezco, si no hubiese sido por eso yo no me hubiera dado cuenta de muchas cosas, quizás sea algo tarde para que te lo diga pero gracias por ser mi amigo y por estar ahí siempre que te necesito. En realidad yo te...— Blair no pudo continuar hablando porque fue interrumpido con un pequeño zape en la cabeza de parte del Duque.

—¿Qué demonios sucede contigo?, ¿acaso te golpeaste la cabeza?, ¿alguien te amenazó o quizás te enteraste de que morirás pronto?, y por eso quieres hacer las paces con aquellas personas a quienes les has faltado el respeto, ¿le pediste perdón a tu padre y de verdad vas a morir pronto o eres otra persona y en realidad no eres mi amigo?. Dímelo ahora— gritaba muy desconcertado Sandro, pues la actitud que había tomado el príncipe lo tenía más que confundido, tomando en cuenta que él no era así.

—Ya déjame en paz, en realidad quiero cambiar, quiero hacer las cosas bien de ahora en adelante, quiero que mi padre se sienta orgulloso de mí y quiero que el imperio esté en buenas manos cuando pase a mí. He cometido muchos errores y he dejado en vergüenza a mi padre muchas veces es por eso que quiero cambiar, por favor sigue ayudándome como hasta ahora.— Contestó el príncipe muy sereno.

—Dime Blair, te conozco desde hace mucho tiempo como para que hayas cambiado tu manera de pensar de la noche a la mañana, ¿qué fue aquello que sucedió para que tú reaccionaras?, dime ¿a quién le tengo que agradecer que haya logrado algo que yo he intentado durante muchos años?, por favor dime que fue una mujer— exclamó el Duque muy ansioso.

—En realidad sí fue una mujer, pero no es lo que tú crees, simplemente decidí hacer las cosas bien para mí mismo y para no defraudar más a mi padre— contestó el príncipe.

—Espero estar equivocado, pero acaso esa mujer no será la general mmm... dime que me equivoco por favor, no puede ser que ahora la persona a quien supuestamente más odias sea la que te haya salvado, porque en realidad eso hizo, tú estabas cayendo en un pozo sin fondo y ahora ella llegó y te aventó una soga, tú la tomaste y estas subiendo. ¡Hay amigo mío!, la vas a tener difícil tomando en cuenta cómo la has tratado— dijo el Duque.

—Eso ya lo sé, tampoco es que la quiera de esposa solo que sus palabras me hicieron entrar en razón y soy guapo ella lo dijo, así que no me va a ser tan difícil conquistarla sí me lo propongo.

—Quizás en algunas cosas mejoraste, pero sigues siendo un patán, te apuesto a que no va a ser tan fácil como tú crees. Es una apuesta que no voy a perder amigo mío deberías de acostumbrarte a perder más seguido con esta ya serán dos.— Habló el duque sarcásticamente.

—Ya empecé mi plan de redención y conquista, así que no me subestimes. Envié a un mensajero para que le entregué algo de manera anónima.— Mencionó el príncipe, muy orgulloso de si mismo.

—Me encantaría ver la cara que pondrá la general, por cierto ¿qué demonios le mandaste?. — Preguntó el duque.

Los dos amigos junto a los guardias continuaban su camino, aquellos dos platicando. Mientras que en el campamento de Lale...

—¿Quién rayos trajo esto al campamento?, haber señores, esto es un entrenamiento, no venimos a conquistar a nadie y mucho menos a andar saliendo de fiesta, asi que ¿cómo me explican estos malditos vestidos?.— Decía Lale furiosa, pues el mensajero había llegado y con él también llegó el regalo del príncipe, que no era nada más y nada menos que varios vestidos.

—General lo siento, pero estos vestidos son para usted, alguien se los envío.— Replicó un capitán.

—Pues los regresan, a mí no me interesa nada que tenga que ver con vestidos, al menos quien los envío debería saber que soy una general y para lo que estoy. Mínimo una espada o un caballo.— dijo Lale molesta. —Además ¿quién se atrevería a poner sus ojos en mí, sin mi permiso?.