Cuando Elliot, un estudiante universitario, empieza a experimentar extraños sucesos en su hogar, nunca imagina que está a punto de adentrarse en un misterio que trasciende la vida y la muerte. La aparición inesperada de Blake, un fantasma atrapado entre dos mundos, desencadena una serie de eventos que revelan secretos ocultos y verdades perturbadoras.
Mientras Elliot intenta ayudar a Blake a encontrar su camino al más allá, ambos descubren que la conexión entre ellos es más profunda de lo que imaginaban. En su búsqueda, se enfrentan a enigmas sin resolver, fuerzas oscuras y un pasado que no está dispuesto a permanecer en silencio.
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Ecos de lo desconocido
La brisa nocturna se colaba por la ventana de la habitación de Elliot, arrastrando consigo un susurro que le resultaba inquietantemente familiar. No era la primera vez que se sentía observado, pero ahora, después del encuentro con Adrián, aquella sensación se había vuelto más intensa. Intentó dormir, pero cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Adrián volvía a su mente.
A la mañana siguiente, Elliot salió temprano de la casa. Necesitaba despejar su cabeza antes de ir a la universidad. Caminó solo por las calles medio desiertas, el eco de sus pasos resonando en su mente. Mientras tanto, en casa, Damián se mantenía al margen, observando desde lejos. Sabía que algo había cambiado en Elliot desde el encuentro con Adrián, pero no sabía cómo enfrentarlo. Ese sentimiento de incertidumbre lo estaba devorando por dentro.
Al llegar a la universidad, Elliot intentó actuar con normalidad, pero Lilith, que lo conocía bien, no tardó en notar que algo no iba bien.
—¿Estás bien? —preguntó, observándolo con preocupación mientras caminaban hacia las aulas.
—Sí, estoy bien —respondió Elliot, demasiado rápido como para que sonara convincente.
Lilith lo miró de reojo, claramente sin creerle, pero decidió no insistir. Sabía que Elliot le contaría las cosas cuando estuviera listo. Sin embargo, la tensión en el ambiente era palpable. Dylan, que se unió a ellos poco después, notó la misma incomodidad en Elliot.
—Has estado raro últimamente —comentó Dylan sin rodeos, frunciendo el ceño—. ¿Qué te pasa?
Elliot apretó los labios, sintiendo la presión de las miradas de sus amigos sobre él. No podía hablarles sobre Blake ni mucho menos de Adrián. El hecho de que solo Damián supiera la verdad lo hacía sentir aún más aislado.
—No es nada importante —mintió, pero en el fondo sabía que eso no haría más que aumentar las sospechas.
El día continuó con sus clases de manera habitual, pero Elliot sentía una inquietud constante. Algo en el aire parecía diferente. Mientras caminaba por los pasillos entre clases, no podía sacudirse la sensación de que estaba siendo seguido. Giraba la cabeza de vez en cuando, pero nunca había nadie.
Finalmente, cuando llegó la noche y regresó a casa, Blake apareció de nuevo. Esta vez, no sonreía. Su rostro estaba serio, como si hubiera estado esperando este momento todo el día.
—Tenemos que hablar de Adrián —dijo Blake, sin preámbulos.
Elliot lo miró fijamente, sin saber qué decir.
—¿Qué pasa con él? —preguntó finalmente.
Blake cruzó los brazos y se acercó a la ventana, mirando hacia afuera.
—Adrián no solo es alguien que ha vivido demasiado tiempo —comenzó Blake—. Es un hombre que ha estado huyendo de su pasado por siglos. Ha visto demasiadas cosas, ha sido parte de demasiados conflictos... Y tú estás en medio de uno de ellos.
Elliot frunció el ceño, intentando procesar lo que Blake le decía.
—¿Qué conflicto? ¿Qué tiene que ver conmigo?
Blake lo miró con seriedad.
—Esos "bandos" que mencionó Adrián no son solo historias del pasado. Son fuerzas que aún están en juego, y tú estás más conectado a ellas de lo que crees. Él no te ha elegido por casualidad.
Elliot sintió un nudo formarse en su estómago.
—¿Por qué yo? —preguntó en voz baja.
Blake suspiró.
—Eso es algo que tendrás que descubrir por ti mismo. Pero te advierto, Adrián no es alguien de quien puedas escapar tan fácilmente. Está más cerca de ti de lo que crees, y sus intenciones no son claras.
Antes de que Elliot pudiera responder, el sonido de la puerta principal abriéndose resonó en la casa. Damián había regresado de su caminata nocturna, y aunque normalmente era más reservado al entrar, esta vez se le veía más agitado.
—¿Qué ocurre? —preguntó Damián, entrando en la habitación y viendo la expresión en el rostro de Elliot y la presencia de Blake.
—Estamos hablando de Adrián —respondió Elliot con una mirada significativa.
Damián frunció el ceño al escuchar el nombre del chico que ahora parecía haberse convertido en una sombra persistente sobre ellos.
—No me gusta ese tipo —dijo Damián, con una frialdad que no solía mostrar—. Algo en él está mal.
Blake asintió, como si estuviera de acuerdo.
—Esa es la verdad —dijo—. Adrián no es confiable, pero lo que lo hace peligroso no es lo que muestra, sino lo que oculta.
Elliot miró a ambos, sintiendo que el peso de la situación se hacía más grande con cada palabra.
—Entonces, ¿qué hacemos? —preguntó finalmente.
Blake y Damián se miraron por un instante antes de que Blake hablara de nuevo.
—Por ahora, lo mejor que puedes hacer es estar alerta. No le des motivos para atacarte, pero tampoco le muestres debilidad. Este es un juego de paciencia, Elliot. Y no estás solo en esto.
Elliot asintió, sintiendo una mezcla de miedo y determinación. Sabía que no podía enfrentar a Adrián solo, pero también entendía que este era solo el principio de algo mucho más grande.
El silencio se instaló en la habitación, interrumpido solo por la suave respiración de los tres. Elliot se dejó caer en la cama, mirando al techo, mientras Damián y Blake seguían observándolo, esperando su siguiente movimiento.
—No quiero vivir así —murmuró Elliot, cerrando los ojos por un momento—. No quiero estar siempre mirando sobre mi hombro, esperando a que algo terrible ocurra.
Blake se acercó a la cama, su figura etérea proyectando una sombra difusa en el suelo.
—Lo sé —respondió Blake suavemente—. Pero no podemos ignorar lo que está pasando. Adrián no es alguien a quien puedas simplemente evitar. Está en tu vida, te guste o no.
Damián se movió con inquietud, sus manos apretándose en puños. A pesar de su habitual autocontrol, era evidente que el tema de Adrián lo perturbaba más de lo normal.
—Si ese tipo vuelve a aparecer cerca de ti, lo haré pedazos —gruñó Damián, con una intensidad que hizo que Elliot lo mirara sorprendido.
—Damián, no puedes hacer algo así —dijo Elliot con calma, aunque su corazón latía más rápido al ver la furia en los ojos de su amigo.
—No lo entiendes, Elliot. Ese tipo es peligroso. Lo siento. Y no es solo por lo que Blake dice, lo noto en el aire cuando está cerca de ti. Hay algo oscuro en él.
Elliot frunció el ceño, sintiendo cómo sus pensamientos se enredaban. Sabía que había algo extraño en Adrián desde el primer momento en que lo había visto, pero la idea de que Damián también lo sintiera le daba una nueva dimensión a su preocupación.
—No podemos hacer nada drástico —dijo Blake, cruzándose de brazos—. Pero podemos mantenernos vigilantes. Adrián tiene un objetivo, y hasta que lo descubramos, debemos ser inteligentes.
Elliot se sentó en la cama, pasando una mano por su cabello con frustración.
—¿Y si su objetivo soy yo? —preguntó finalmente.
Blake lo miró con una expresión seria.
—Es una posibilidad que no podemos descartar.
Damián, que hasta ese momento había estado caminando de un lado a otro, se detuvo de repente.
—Si te quiere a ti, Elliot, tendrá que pasar sobre mi cadáver primero —dijo, con una voz tan baja que casi sonaba como una amenaza.
Elliot lo miró con una mezcla de preocupación y gratitud. Sabía que Damián lo protegería con su vida si fuera necesario, pero la idea de que su mejor amigo tuviera que enfrentarse a algo tan peligroso lo atormentaba.
—No dejaremos que llegue a eso —dijo Elliot, poniéndose de pie y acercándose a Damián—. Lo resolveremos antes de que las cosas se pongan feas.
El silencio cayó sobre ellos una vez más, cada uno inmerso en sus propios pensamientos. Finalmente, Damián suspiró y asintió.
—No me gusta nada de esto, pero te seguiré a donde sea.
Elliot le sonrió suavemente, tocando su brazo en un gesto de agradecimiento. Sabía que las cosas se estaban complicando, pero no estaba solo, y eso era lo único que le daba fuerzas para continuar.
Blake, quien había permanecido en silencio por un rato, habló de nuevo.
—Lo importante es que no subestimemos a Adrián. Si ha estado oculto tanto tiempo, es porque sabe cómo jugar este juego.
—Entonces jugaremos también —dijo Elliot, con una chispa de determinación en su voz.
Damián sonrió de lado, aunque había un rastro de preocupación en sus ojos.
—Jugaremos, pero yo haré trampa si es necesario.
Blake dejó escapar una pequeña risa, pero su expresión no perdió la gravedad de la situación.
—Hagamos lo que hagamos, tenemos que estar preparados para cualquier cosa.
Las semanas pasaron, y aunque Adrián no volvió a hacer acto de presencia, Elliot no podía sacudirse la sensación de que algo estaba por suceder. Cada día se sentía como si el aire estuviera más pesado, como si el mundo a su alrededor se estuviera preparando para una tormenta.
Damián seguía vigilante, sus salidas nocturnas al bosque se habían vuelto más frecuentes, pero nunca explicaba exactamente qué hacía allí. Elliot no quería presionarlo, sabiendo que su amigo necesitaba ese espacio para lidiar con su propia forma de protegerlo.
Blake, por otro lado, estaba siempre cerca, aunque invisible para los demás. Cada vez que Elliot se encontraba solo en casa, podía sentir la presencia de Blake, observándolo, como un guardián en la sombra.
Una noche, mientras Elliot estaba recostado en su cama, Blake apareció de repente, materializándose junto a la ventana.
—He estado pensando en Adrián —dijo Blake, mirando hacia la oscuridad exterior—. No es normal que alguien como él se mantenga oculto tanto tiempo y luego aparezca tan de repente.
Elliot se incorporó en la cama, mirando a Blake con curiosidad.
—¿Qué crees que significa?
Blake lo miró con seriedad.
—Creo que algo más lo ha obligado a salir. No creo que su interés en ti sea solo casualidad. Hay algo más, algo que no estamos viendo aún.
Elliot sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—¿Qué se supone que debo hacer?
Blake se acercó más, sus ojos brillando con una intensidad que Elliot no había visto antes.
—Lo que sea que venga, Elliot, tienes que estar listo. Y recuerda, no estás solo en esto.
El silencio de la noche se hizo más profundo tras las palabras de Blake. Elliot asintió lentamente, sintiendo cómo una carga invisible se hacía más pesada en sus hombros. No estaba seguro de cómo "estar listo", pero sabía que la situación con Adrián no era algo que pudiera ignorar.
—Tienes razón —dijo Elliot finalmente, su voz apenas un susurro en la penumbra—. Pero no sé cómo enfrentarme a él, ni siquiera sé qué es lo que quiere de mí.
Blake lo observó con una expresión pensativa, su mirada perdida en los pensamientos que claramente llevaba tiempo contemplando.
—Es difícil saberlo —respondió Blake—. Pero, por ahora, lo más importante es no perder de vista lo que sucede a tu alrededor. Hay fuerzas que están más allá de lo que ves, y Adrián... él no es el único peligro.
Elliot sintió un escalofrío recorrerle la espalda al escuchar esas palabras. No era solo Adrián quien lo amenazaba, sino algo más grande, más oscuro, que parecía acechar en cada rincón de su vida.
Damián, que había permanecido en silencio, sentado junto a la ventana, observando la oscuridad del exterior, finalmente habló.
—No podemos esperar a que él haga el primer movimiento. Necesitamos una ventaja —dijo, su tono frío y decidido—. Si sigue así, estamos a su merced.
Elliot miró a su amigo con preocupación. Sabía que Damián siempre había sido impulsivo, pero en este caso, su enfoque parecía peligrosamente radical.
—¿Qué sugieres? —preguntó Elliot, tratando de mantener la calma.
Damián lo miró con una intensidad que pocas veces mostraba, sus ojos oscuros reflejaban una mezcla de celos y una lealtad implacable.
—Necesitamos saber más sobre él. Sobre sus motivaciones, su pasado. No podemos luchar contra lo que no entendemos. Si tiene algo que esconder, lo encontraremos.
Blake asintió lentamente, aunque había un brillo de preocupación en sus ojos.
—Eso es verdad. Pero debemos ser cuidadosos. Si Adrián ha sobrevivido tanto tiempo, no es alguien a quien se pueda subestimar.
Elliot sintió un peso en su pecho. Era demasiado pronto para enfrentarse a algo tan grande, pero sabía que el tiempo se agotaba. Adrián había dejado una marca en él, una sensación de inminente peligro que no podía ignorar.
—De acuerdo —murmuró Elliot, más para sí mismo que para los demás—. No puedo seguir evadiendo esto.
—Entonces tomaremos la ofensiva —dijo Damián, con una sonrisa peligrosa—. Lo encontraremos antes de que él nos encuentre.
Blake observó la interacción entre ambos, con una expresión mezcla de aceptación y preocupación.
—Lo primero que debemos hacer es averiguar dónde ha estado escondido todo este tiempo —dijo Blake—. Eso nos dará pistas sobre sus intenciones.
Elliot asintió. Tenía miedo, pero no podía dejar que ese miedo lo paralizara. Era hora de tomar las riendas de su destino, de dejar de ser una víctima de las circunstancias.
—Mañana comenzamos a investigar —dijo finalmente, con una determinación renovada—. Pero esta vez, no lo haremos solos. Si hay algo que aprender de todo esto, es que no podemos enfrentarnos a lo desconocido sin ayuda.
Damián y Blake lo miraron con aprobación, y por primera vez en mucho tiempo, Elliot sintió que tenía una dirección clara.
El peligro aún estaba allí, acechando en las sombras. Pero con sus amigos a su lado, tal vez, solo tal vez, podrían encontrar una manera de derrotar a Adrián y a lo que sea que estuviera detrás de él.
Elliot pasó el resto de la noche en una inquieta vigilia. Mientras sus amigos dormían —o, en el caso de Blake, permanecían en un estado de descanso silencioso—, Elliot no lograba apagar el torrente de pensamientos que lo asaltaban. Las palabras de Blake y Damián seguían resonando en su mente. La mención de las fuerzas ocultas, el peligro inminente de Adrián, y la idea de que algo aún más siniestro se cernía sobre ellos no le dejaban en paz.
El amanecer apenas comenzaba a teñir el horizonte cuando Elliot decidió que ya era suficiente. Se levantó con cuidado de no despertar a los demás y salió de la habitación. Necesitaba aire, un momento para aclarar sus pensamientos.
Caminó hacia el pequeño jardín detrás de la casa. La brisa fría de la mañana le calmaba los nervios, aunque el peso en su pecho no desaparecía. Mientras se dejaba caer en el césped húmedo, una presencia familiar apareció a su lado. Blake, aunque ahora casi imperceptible en su forma fantasmal, se sentó junto a él.
—No puedes dormir —afirmó Blake, con una voz suave que parecía acariciar la atmósfera.
Elliot negó con la cabeza, mirando al cielo que lentamente se iluminaba.
—No puedo dejar de pensar en todo esto, Blake. Lo que dijiste anoche… sobre Adrián y las otras fuerzas. No sé cómo enfrentarme a todo esto. Parece tan grande, tan… incontrolable.
Blake lo observó con empatía, su expresión reflejando una comprensión profunda.
—Es normal que tengas miedo. No estás solo en esto. Pero te prometo, Elliot, que lo enfrentaremos juntos.
Elliot miró a Blake a los ojos. Había algo en esa mirada que le transmitía seguridad, una conexión que iba más allá de lo físico. Era como si Blake pudiera sentir lo que él sentía, y a pesar de todo, estuviera dispuesto a estar a su lado.
—Gracias, Blake. No sé qué haría sin ti —murmuró Elliot, con un pequeño nudo formándose en su garganta.
El fantasma asintió con una ligera sonrisa, pero su mirada se desvió hacia las sombras del bosque más allá del jardín. Elliot siguió su mirada, sintiendo de nuevo el escalofrío que recorría su espina dorsal.
—Damián está en el bosque —comentó Blake en voz baja.
Elliot frunció el ceño. Sabía que Damián tenía la costumbre de salir por las noches, pero no podía evitar preocuparse por su amigo. Últimamente, las excursiones nocturnas de Damián parecían más frecuentes, y había una oscuridad en él que Elliot no lograba descifrar.
—Está… ¿a salvo? —preguntó Elliot, con una mezcla de inquietud y curiosidad.
Blake asintió, aunque su expresión seguía siendo cautelosa.
—Sí, pero Damián guarda sus propios secretos. Hay cosas que él tampoco ha compartido contigo. Lo único que puedo decirte es que, por ahora, no está en peligro… al menos no del tipo que imaginamos.
Elliot se tensó ante esa revelación. Sabía que Damián era reservado, que su naturaleza celosa y casi obsesiva con él era solo una faceta de algo más profundo. A pesar de lo cercano que era con su amigo, siempre había algo oculto bajo la superficie, algo que Elliot temía desenterrar.
—Damián me lo contaría si fuera importante —respondió Elliot, más como una afirmación para convencerse a sí mismo que como una verdadera creencia.
Blake no dijo nada, pero su silencio hablaba más que cualquier palabra.
El tiempo pasó en un silencio cómodo entre ellos, hasta que el primer rayo de sol atravesó las copas de los árboles. Elliot se levantó, sintiendo el leve temblor en sus piernas por la falta de sueño.
—Hoy comenzamos a investigar —dijo Elliot, volviendo a mirar a Blake—. Necesitamos encontrar respuestas, sobre Adrián, sobre lo que sea que esté pasando. No podemos esperar más.
Blake asintió, y ambos regresaron a la casa, donde Damián ya había vuelto, sentado en el sofá como si nada hubiera pasado.
—¿Dormiste bien? —preguntó Damián, con una sonrisa inocente, que contrastaba con la intensidad de su mirada.
Elliot no respondió de inmediato, pero asintió.
—Tenemos trabajo por hacer —dijo simplemente, sabiendo que las preguntas que tenía sobre su amigo tendrían que esperar. Por ahora, había un misterio mucho mayor que resolver, uno que los superaba a todos.
Y aunque el día apenas comenzaba, Elliot sabía que las sombras que los rodeaban no se desvanecerían con la luz del sol.