Llevaba años sufriendo el rechazo del chico que amaba, sin embargo en su corazón albergaba la esperanza de que él tarde o temprano correspondería a sus sentimientos pero una noche tras un desagradable descubrimiento se dará cuenta que necesitará algo más que amor incondicional para conquistarlo, un poco de ayuda de su profesor de confianza.
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Cruzando la línea
Desde que era joven, Gael fue consiente de tener cierto atractivo natural para con las mujeres, aunque no había tenido tantas parejas como se esperaría de alguien con esta virtud. Gael no solía acercarse aun cuando se sintiera atraído hacia una mujer, podría decirse que era un hombre reservado. Ya en su madurez se dio cuenta que esto de ser reservado atraía un poco más a las mujeres, que buscaban a alguien centrado, profesional y guapo; Gael era más o menos así, aunque aún sabedor de esto, seguía sin buscar pareja.
Gael entendía por qué se acercaban a él mujeres como Valeria que ya rondaban los treinta e incluso jóvenes como esas alumnas que le insinuaban no tan sutilmente sus intenciones. Lo que lo tenía sorprendido es que Daniela se hubiera acercado a él con esas intenciones, aunque tenía muy claro su motivación, no dejaba de sorprenderlo y descolocarlo. Lo que agradecía es que, siendo Daniela una chica tímida, aún más que él, lo hacía sentirse en control de la situación.
El siguiente paso era claro, pero había que tomarlo con calma. Gael se deslizó por la orilla del asiento hasta quedar sentado en el piso sobre la alfombra con las piernas estiradas.
—Ven, siéntate aquí, estarás más cómoda—le indicó a Daniela el espacio entre sus piernas. Daniela lo siguió y se colocó ahí de espaldas a él, también con las piernas estiradas —. Tu cabello huele muy bien —dijo inhalando el aroma —No solo es tu cabello —dijo ahora hundiendo su nariz en la curvatura del cuello de la chica —debes dejar tu aroma en todos lados, en especial en la cama.
Era algo estúpido, en realidad, él no acostumbraba decir nada en esos momentos, pero estaba nervioso; ella había ido con él por la experiencia y Gael no sabía cómo debería llenar ese requisito.
—Creo que es solo el perfume —respondió Daniela un poco inquieta. Sentir el tibio aliento de Gael rozando su piel, le provocaba un cosquilleo en la parte baja de su abdomen que se extendía por su cuerpo, parecía todo tan surrealista.
Debía continuar con las caricias y dejar de hablar, si decía otra cosa estúpida se rompería el momento, pero había algo que tenía que decir aunque no quisiera.
—Dani, si en algún momento quieres que me detenga solo tienes que decirlo, ¿de acuerdo?—ella solo movió la cabeza de forma afirmativa.
Gael no estaba seguro, pero comenzaba a sentirse embriagado por el aroma de su cabello, sería quizás el vino que había tomado, de cualquier modo aspiro profundo y colocó un beso en su cuello —necesito que lo digas en voz alta.
—De acuerdo —respondió con respiración pausada y ladeando poco su cabeza, dejando a Gael continuar con el recorrido por su cuello. Sus manos seguían deslizándose por sus piernas, con movimientos suaves pero firmes, subiendo su falda cada vez más, hasta que rozo la tela de sus pantis. Las caricias continuaron cada vez más íntimas. Gael mantuvo una mano entre las piernas de la chica, mientras que la otra subía por su cintura casi llegando a uno de sus pechos, pero sin tocarlo en realidad. Le estaba dando tiempo para arrepentirse. Pero Daniela no decía una sola palabra, solo jadeaba de forma suave y delicada. Seguro que ella no quería hacer mucho ruido, y era normal, Gael lo entendió.
Lo dudo un momento, pero ella no decía nada, debía dar el siguiente paso, lo cual no sería un movimiento sencillo, al menos eso creyó, pero en el momento de enganchar sus dedos en la prenda, Daniela alzó su cadera y encogió las piernas facilitando la tarea.
—Rojo, que bonito —dijo sosteniendo al frente la prenda de encaje. Tenía que verlo, hubiera sido mucho más estimulante ver la prenda puesta, y entonces una idea morbosa cruzo su mente. Daniela tendría inclinación a vestir de esa forma, o solo para ocasiones especiales, vestiría así para ir a la universidad. Gael sonrió por la manera en que su mente estaba jugando con él —. ¿Intentas seducirme? —dijo susurrando cerca de su oído.
—¿Esta funcionado?—respondió Daniela intentando controlar su respiración.
Gael no esperaba esa respuesta un tanto atrevida, pero pudo sentir su sangre calentarse.
—Claro que si hermosa.
Aunque aún tenía puesto el vestido, la falta de ropa interior la hacía sentirse desnuda. El frio que se colaba por debajo de su falda provocaba una sensación placentera, que le hacía desear más de esas caricias que le había dado un momento atrás, pero ahora sobre su piel descubierta.
Las manos de Gael comenzaron a subir hacia el vientre de la chica, por encima del vestido, llegando hasta sus senos, abarcándolos entre sus manos como si estuvieran hechos a la medida de estas manos…sus manos. —Si necesitas que me detenga… solo tienes que decirlo… podemos parar si es lo que quieres —dijo Gael presionando con suavidad y firmeza la delicada piel, sintiéndose egoísta por desear con todas sus fuerzas que ella dijera que no. Estaba disfrutando tanto tocarla que un por un momento olvido que se trataba de darle placer a ella y no al revés.
—No... por favor —era más de lo necesitaba para deslizar ese vestido por encima de su cabeza, el sostén fue lo siguiente. Una de sus manos fue alternando entre sus senos y la otra volvió a la intimidad de la joven, al mismo tiempo sus labios depositaban húmedos besos sobre el cuello y hombro de la chica, la respuesta de Daniela fue tan excitante, sus jadeos, su rostro sonrojado por el placer que él le estaba dando; la forma en que se movía y se frotaba contra su erección todo era un espectáculo tan provocativo, que casi sintió lastima por Alex, porque lo más probable es que no sabía lo sensible y apasionada que podía ser la tímida Dani. Cualquier pensamiento sobre aquello se esfumo cuando sin pensar hundió un dedo en la chica luego dos, ella se arqueo ante la intromisión y ambos gimieron, aunque Gael hubiera preferido no hacerlo, pero la idea de que era su miembro y no sus dedos los que entraban en ella, era demasiado.
Se estaba haciendo difícil disipar la neblina que comenzaba a formarse en su mente. Los jadeos y gemidos de Daniela, la chica que apenas el día anterior le había pedido que le enseñara sobre sexo, claro que sin llegar a aser tan explicita, estaban nublando su juicio; se descubrió a si mismo, disfrutando de como ella estiraba su brazo hacia él y enredaba sus dedos en su cabello, dándole suaves tirones, ya no tenía ni idea que era lo que se suponía que le iba a enseñar, si ella lo estaba provocando con cada movimiento, con sus gestos. Cualquier hombre se excitaría con solo verla disfrutar y escucharla jadear con cada caricia; Daniela era tan sensible, y además respondía de forma activa, lo único que podría pedir era poseerla de una vez.
El movimiento de su cadera lo estaba volviendo loco, deseando cada vez más, pero debía mantener su excitación dentro de su pantalón, como había planeado desde el principio, pero necesitaba con urgencia que ella terminara, que llegara al orgasmo antes de que su propia necesidad tomara el control de la situación, antes de que esa necesidad le hiciera quitarse la ropa y hacerla suya ahí mismo. Gael acelero un poco el movimiento de sus dedos incluyendo su pulgar a la formula, con movimientos circulares sobre el pequeño botón más sensible de su intimidad.
—¡Gael! —escuchar su nombre de esa manera, lo hizo ponerse aún más duro de lo que estaba. Con su mano libre masajeaba sus pechos, uno y luego el otro, pellizcando con suavidad sus pezones para hacerla jadear más fuerte y entonces ahí estaba, con sus dedos aprisionados entre las paredes de la chica, con contracciones y jadeos más ruidosos indicado que era el momento por el que había trabajado, y sabia tan bien, que dolía.