La Apuesta De Angel

El viento Soplaba fuerte, se sentía el golpe sobre los ventanales en la habitación de Ángel.

Como si fuera un lamento mientras ella terminaba de cerrar su maleta. En sus ojos se reflejaba una mezcla de miedo, tristeza pero también de firmeza.

Celeste, sentada en la cama, la observaba con una mirada llena de preocupación y cariño.

-Amiga, cuéntamelo todo. ¿Qué pasó?-insistió Celeste, con voz ansiosa.

Ángel respiró hondo y comenzó a contarle todo lo sucedido en el salón , lo que hablaron entre su madre, abuelo .La promesa de protección y ayuda de él.Cada palabra resonaba en la habitación, cargada de un gran peso y alivio a la vez.

-Mi abuelo va a estar junto a mi, va a cuidarme - respondió Ángel, con esperanza en su voz.

Celeste se levantó de la cama y la abrazó con fuerza.

-Me iré contigo, amiga. Y no acepto un no como respuesta. No te dejaré sola.

Ángel se apartó, con los ojos llenos de lágrimas.

-No, amiga. De ninguna manera. Ya te arrastré mucho con mis locuras, tú no lo mereces.

-Te dije que si me voy. Si no me llevas contigo, de una me escondo en tu maleta y listo -respondió Celeste con una sonrisa traviesa, intentando poner onda en el ambiente.

Ángel no pudo evitar sonreír.

-Eres muy buena amiga. No merezco a alguien como tú en mi vida.

-Pero necesito la ayuda de tu abuelo -dijo Celeste con seriedad-. Que él haga que mi padre firme la autorización para el viaje.

La pregunta de Ángel fue inevitable.

-¿Pero Enzo y tú? ¿Qué harás con él? Tienen una historia bonita, amiga... Yo no merezco arruinarla, todo es mi culpa.

Celeste tomó las manos de Ángel entre las suyas.

-Amiga, sé que hoy me necesitas a mí. Vos estuviste conmigo en todas mis situaciones malas. Sí o sí estaré junto a vos, porque ahora me toca a mi, aunque sea otra más de tus locuras. - Y sonrieron juntas como siempre.

Con una decisión renovada, Ángel tomó su teléfono y llamó a su abuelo. Le contó la novedad, que ahora serían dos en lugar de una, y le pidió el favor de interceder con el padre de Celeste. Él, con su voz grave y segura, le aseguró que lo arreglaría todo.Nunca le decía a nada que no su abuelo a ella.

Poco después, Samuel llamó para confirmar que la autorización estaba firmada. Ángel no preguntó cómo lo había logrado; conocía los métodos, a veces poco comunes, de su familia. Le informó que ya estaban enviando la ropa y los documentos de Celeste para que pudiera asistir al colegio junto a ella.

El amanecer llegó con la promesa de un nuevo comienzo. Tal como había prometido su abuelo, un avión privado las esperaba para llevarlos a los Estados Unidos.

En el aeropuerto, Emma, Iris, qué lloraba desconsoladamente, y Alex se despidieron de ellos.

Alex, aunque había aceptado la explicación de Emma y su padre, aún sentía una punzada de sospecha en el corazón.

Se acercó a su hija y la abrazó con fuerza, las lágrimas brillando en sus ojos.

-Hija, te voy a extrañar mucho. Entiendo que quieras mejorar, acompañar a tu abuelo… -susurró al oído, para que solo ella lo escuchara-. Pero sé que hay algo más detrás de todo esto, mi princesa, y te aseguro que lo voy a averiguar.

Le dio un beso en la frente y se apartó.

En ese momento, Raffaele Visconti se acercó y le dio la mano a Samuel.

-Vamos, muchacho -dijo con una sonrisa amable.

Ángel lo miró con sorpresa.

-Te he visto… ¿Tú eres el hombre que me tiró el jugo encima?

Raffaele se sonrojó levemente.

-Sí, señorita. Qué vergüenza… Y mire las casualidades de la vida, yo trabajo para su familia -dijo con una sonrisa.

Raffaele estaba justamente donde quería estar. Por una venganza habia conocido al amor de su vida.

Pero era su secreto, que no lo tenía que saber nunca su hermana Anna, si no arruinaría su vida como siempre lo hacía cuando a él le gustaba alguien, nadie era bueno o lo suficiente para él, según ella.

Está vez no la dejaría arruinar lo que él quería. Tendría que desimular perfectamente con Anna.

Celeste lo miró con desconfianza, sin saber por qué, había algo en él y como miraba a Ángel que no le gustaba.

Antes de subir al avión, Celeste envió un mensaje de voz a Enzo.

"Hola, Enzo. Quiero despedirme, debo irme de viaje por un tiempo largo. Te pido disculpas por todo, por irme así. No te enojes, no me odies. Todo lo que viví contigo fue real y lo más hermoso que viví en mi vida, te lo juro, amor. Pero el destino es así, a veces no es como lo deseamos, sino como es. No puedo decirte dónde estaré. Te quiero mucho y siempre serás el hombre de mi vida".

Respiró hondo, tocó el botón de enviar y guardó el celular.

Ángel se volvió un instante, abrazó a su madre y a su hermana, y miró a su padre. Se acercó a él y le susurró al oído:

-Papá, no le digas a nadie dónde iremos, por favor. Confía en mí.

Él la miró a los ojos y asintió.

Samuel abrazó a su hijo.

-Luego te llamo, Alex, cuando estemos allá. Tranquilo.

Todos subieron al avión, pronto se elevó hacia el cielo, alejándose de su hogar de México y llevándolas hacia un futuro en un país lejano.

El destino, caprichoso y misterioso, tenía algunos planes en sus vidas, llevándolos por caminos que aún no podían saber.