En Manos Del Mafioso

Carloshabía permanecido en silencio junto a la puerta entreabierta del estudio. Había escuchado la revelación con una mezcla de asombro y confusión. Al escuchar la fría determinación en la voz de su padre, no pudo contenerse más. Empujó la puerta y entró.

Su voz, más joven y menos curtida que la de ellos, sonó en la estancia, cargada de una urgencia inusual —Entonces... ¿esa chica, Emily... es mi sobrina?

Marcos se giró, sorprendido por la intrusión. Su rostro aún estaba tenso por la conmoción

—Carlos, esto no te incumbe.

— ¡Claro que me incumbe! —Señaló el informe sobre el escritorio —¡Es sangre de nuestra sangre! La primera mujer de esta familia en... ¡siempre!

Adriano observando a su hijo menor con una mirada gélida— Y por eso mismo debemos actuar con fuerza. Bianchi la tiene en su guarida. La esta usando

Carlos niega con la cabeza, con un atisbo de idealismo que lo diferenciaba de su padre y hermano —¿Y si no es así? Los informes dicen que él mismo la lleva al trabajo, que la protege. No la tiene encadenada en un calabozo —Se acercó al escritorio, apoyando las manos en la madera

—Si entramos como un toro en un nuevo corral ¿qué creen que va a pasar? Ella ha crecido lejos de nosotros, en un mundo normal. Si un ejército de mafiosos irrumpe en su vida gritando que es una Moretti, solo conseguiremos dos cosas: que nos odie o que se aferre aún más a Bianchi por miedo.

Marcos su entrecejo se frunció. La lógica de su hermano menor, aunque ingenua, contenía una verdad incómoda— ¿Qué propones, entonces? ¿Enviarle una cesta de frutas con una nota?

CRespiró hondo—Propongo lo que nunca hemos intentado con los Bianchi: paz. O al menos, una tregua. Una asociación.

Un silencio pesado llenó la habitación. Adriano y Marcos se miraron, la idea era tan ajena a ellos que casi resultaba absurda.

Aprovechó el silencio— Piénsenlo. Una alianza de negocios. Algo lo suficientemente grande como para justificar un acercamiento. Nos sentamos a la mesa con Luca, mostramos interés en colaborar, no en destruirnos. Así, tenemos una excusa para estar cerca. Para conocerla. Para que ella nos vea no como los monstruos que la podrian secuestrar , sino como su familia. Podemos protegerla mejor a nuestro lado, pero tiene que ser su elección. Si la forzamos, la perderemos para siempre.

Adriano carraspeó, sus dedos ancianos golpeteando lentamente el brazo de su sillón

— Es un riesgo... Una alianza con los Bianchi... Podría verse como una debilidad.

Marcos miró de nuevo la foto de Emily. Los ojos de su hija lo observaban desde el papel. El instinto de padre, recién descubierto y feroz, luchaba contra el instinto de jefe mafioso

— ...Es la única forma de no ahuyentarla—Su voz era baja, concediéndole la razón a su hermano— carlos tiene razón. Si actuamos como lo hemos hecho siempre, la perderemos. Ella no es un territorio que conquistar. Es... mi hija.

La admisión de Marcos cambió el aire en la habitación. Ya no se trataba solo de estrategia, sino de corazón.

Adriano suspiró, un sonido raro y cansado en él—Muy bien—Miró a Carlos—Es tu idea. Te concedo una oportunidad. Acércate a los Bianchi. Propón una reunión. Habla de... de futuros negocios. Pero —y su mirada se volvió de acero— un solo movimiento en falso de Luca con ella, un solo indicio de que la está dañando, y toda esta farsa pacífica se termina. ¿Entendido?

Carlos asintió, una mezcla de alivio y determinación en su rostro. Entendido.

Mientras salía del estudio, una sonrisa leve se dibujó en sus labios. Por primera vez en su vida, sentía que podía usar la astucia para unir, no para destruir. Iba a conocer a su sobrina. Y tal vez, solo tal vez, podrían ser una familia de una manera que los Moretti nunca habían conocido.