El Corazón De La Villana

​El Príncipe Ray no perdió el tiempo. Con el Duque del Sur y su familia asegurados en una caravana bajo la vigilancia de su escuadrón, se dispuso a regresar a la Capital. Antes de partir, sin embargo, se aseguró de que el Emperador tuviera conocimiento inmediato de su éxito.

​Se sentó brevemente para escribir un segundo y más directo mensaje.

​"Majestad: Misión cumplida. He asegurado la 'raíz podrida' del Ducado del Sur. El Duque y su familia están en camino a la Capital bajo mi escolta personal para enfrentar cargos de traición. El complot es profundo y está ligado directamente a Cristal y al Ducado del Este. El barco enemigo y su tripulación también están bajo nuestro control. Me dirijo ahora a la Capital. Espere nuestra llegada en tres días. Su hijo obediente, Ray."

​El mensaje, sellado con el anillo de la Casa Mondragón, fue atado a una de sus palomas mensajeras más rápidas, la cual alzó el vuelo hacia el norte. El Príncipe montó su caballo, con una mezcla de cansancio y profunda satisfacción. Había limpiado la escoria, pero el verdadero desafío apenas comenzaba. La conspiración era más grande de lo que habían imaginado.

​Horas más tarde, entrada la tarde en la Capital, la paloma mensajera llegó a la oficina del Emperador. El aire en el despacho estaba denso, lleno de mapas militares y el olor a pergamino viejo.

​El Emperador, ajeno a los asuntos del protocolo y aún preocupado por el mensaje de Sian, leyó la carta de Ray. Su rostro, que había estado tenso, se relajó de repente, y luego se iluminó con una inmensa satisfacción.

​—¡Alistair! —llamó a su secretario con una euforia contenida.

​—¿Sí, Majestad?

​—Ray, Ha capturado al Duque y viene devuelta ala capital se debe de alistar las seldas de castigo para el interrogatorio

​—Una noticia maravillosa, Majestad por supuesto me hare cargo de todo Majestad —respondió Alistair, aliviado.

​—Prepara un mensaje de regreso para él. Algo breve y afectuoso. Que sepa que estoy orgulloso. Dile que lo esperamos para la cena formal en tres días y que recibirá todos los honores.

​El Emperador se levantó, sintiéndose más ligero de hombros de lo que se había sentido en días. Miró el reloj.

​—Es hora de cenar. Por fin, después de tres días, cenaré con mi esposa y mi hija.

​En el comedor imperial, la atmósfera era considerablemente más cálida que en días anteriores. El Emperador, la Emperatriz y la Princesa Alina se sentaron juntos, disfrutando de la comida y la compañía mutua.

​—Es un placer verte en la mesa, querido —dijo Elena, sonriendo a su esposo—. Pensé que seguirías sepultado bajo pergaminos de guerra.

​—El deber me ha llamado lejos, Aria, pero hoy he recibido una noticia que ha aliviado un peso inmenso. Y no hay nada más importante que cenar con las mujeres de mi vida.

​Alina aprovechó el ambiente relajado para preguntar.

​—Padre, madre, me preguntaba... ¿cuándo regresarán mis hermanos? La Capital se siente vacía sin ellos. Y, ¿qué fue de la situación en la frontera?

​El Emperador miró a su hija, admirando su porte y su interés genuino en los asuntos del Imperio. Decidió que era hora de compartir parte de la verdad con su astuta hija.

​—Alina, tengo buenas noticias. Ray está regresando a la Capital. De hecho, lo esperamos en tres días.

​—¡Eso es maravilloso! ¿Pudo completar su misión en el sur?

​—Completada, y con creces. Tu hermano no solo observó, sino que actuó. Ray ha apresado al Duque del Sur por traición al Imperio.

​Los ojos de Alina se abrieron con asombro, pero fue una sorpresa que confirmó sus peores sospechas.

​Pensamiento de Alina: ¡Funcionó! Las advertencias de mi carta anónima sobre los delitos del Duque han dado sus frutos. Ray descubrió la verdad de la conspiración de esclavitud.

​—¿Traición, Padre? —preguntó Alina, fingiendo inocencia.

​—Sí, traición de la más oscura. Estaba traficando con la gente de nuestro Imperio, vendiéndolos como esclavos a navíos de... Cristal. Es una conspiración que parece involucrar a más gente de la nobleza. Por eso tu tío, el Duque Daniel Salvatierra, también está en una misión de incógnito en el Ducado del Este, investigando a otro Duque sobre el que teníamos serias sospechas: el Duque Petrob.

​Alina asimiló la información con una calma impresionante. Su padre había actuado exactamente como ella había esperado.

​—Entiendo. Mis hermanos y mi tío están trabajando duro para proteger a nuestra gente. ¿Y mi hermano Sian?

​—Sian —dijo el Emperador, una mezcla de seriedad y preocupación en su voz— ha entrado en el territorio de Cristal con una pequeña escolta para enfrentarse directamente al Rey. Es audaz, quizás demasiado, pero Sian cree que puede resolver esto antes de que escalemos a una guerra total.

​—Esa es la Casa Mondragón —comentó la Emperatriz con una sonrisa cansada—. Valientes hasta la imprudencia.

​La conversación continuó, el Emperador narrando los detalles generales del valor de Ray y el peligroso camino que había tomado Sian, mientras Alina, ya informada de la verdad, hacía preguntas inteligentes para mantener la fachada de una princesa preocupada.

​Mientras la Familia Imperial disfrutaba de una cena , el Duque Daniel Salvatierra seguía en las sombras del Ducado del Este. Había pasado días siguiendo los movimientos del Duque Petrob,

confirmando las altas tasas impositivas y la miseria que se cernía sobre el pueblo.

​La noche siguiente, después de que Petrob se retirara a su mansión, Daniel se acercó a la propiedad del Duque. Siguió un rastro lateral y, para su horror, vio una bodega grande y apartada, casi escondida detrás de los jardines de la mansión.

​Un sonido débil llamó su atención: gritos de mujeres.

​Daniel, cubierto por una capa oscura, se acercó silenciosamente a una ventana alta. Lo que vio hizo que la sangre hirviera en sus venas. Dentro, varios guardias del Duque Petrob estaban abusando y golpeando a mujeres jóvenes que apenas parecían haber pasado la adolescencia, El trauma y el terror eran palpables.

​—¡Malditos sean! —siseó Daniel. La corrupción no era solo robo, era depravación.

​Daniel, un guerrero formidable, decidió no esperar. Entró por una abertura lateral de ventilación, deslizándose como una sombra. Usando solo un cuchillo, mató en silencio y con precisión a cada uno de los hombres de Petrob, asegurándose de que ninguno pudiera dar la alarma. La sangre manchó el suelo y el silencio de muerte reemplazó a los gritos.

​Una vez que el peligro pasó, Daniel se acercó a las mujeres, su rostro mostrado furia y la empatía.

​—Están a salvo. Soy un enviado del Emperador. Vienen conmigo.

​Pero el trauma era demasiado profundo. Las mujeres, golpeadas y asustadas, se acurrucaron en un rincón, con miedo incluso de la figura que las había liberado. Les tenían miedo, miedo de cualquier hombre .

​Pensamiento de Daniel: No puedo hacer esto solo. Necesitan la seguridad de una mujer.

​Daniel se retiró a la oscuridad de un rincón y usó un silbido de pájaro codificado para llamar a su única guardia personal que había traído en la misión: una mujer llamada Kaelia, que estaba vigilando desde un puesto más lejano.

​Poco después, Kaelia, una mujer fuerte y con cicatrices de batalla, entró a la bodega.

​—Kaelia, saca a estas mujeres. Llévalas a nuestro escondite. Diles que están bajo la protección directa del Emperador. Que nadie más las tocará. Luego prepara la ruta de escape.

​Kaelia, al ver la escena, asintió con una mirada dura. Comenzó a hablar con las víctimas con una voz suave, dándoles confianza y ayudándolas a levantarse.

​Mientras Kaelia se encargaba de la evacuación, Daniel se dedicó a redactar un mensaje urgente, su pluma raspando furiosamente sobre el pergamino.

​"Majestad: He confirmado la corrupción del Duque Petrob, y es peor de lo imaginable. El hombre no solo es un ladrón que usa su nombre para imponer impuestos, sino que es un depravado que está secuestrando y abusando de mujeres jóvenes del Ducado. He asegurado a varias víctimas, que serán puestas a salvo. Necesito de inmediato un decreto imperial de arresto para Petrob y su familia, con el sello real, que me permita actuar con total autoridad militar, y necesito que me envíe tres escuadrones de confianza bajo un código secreto. No puedo permitir que este traidor se escape o borre sus huellas. Seguiré investigando en la oscuridad hasta recibir su respuesta. Su leal servidor, Daniel Salvatierra."

​Daniel selló la carta con cera y la ató a la pata de su paloma, esperando que la urgencia y el horror de su contenido incitaran al Emperador a actuar de inmediato. El camino de los traidores se estaba cerrando.