"UN AMOR PROHIBIDO QUE NO MUERE
Kostas conoce a Athina, la hijastra de su hermana, en una boda. Es amor a primera vista, pero la edad y la relación familiar lo convierten en un tabú.
Cinco años después, Athina es secuestrada y Kostas se convierte en su héroe. El amor sigue vivo, pero el pasado y los prejuicios amenazan con separarlos.
¿Podrán superar las barreras y luchar por su amor?
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Capítulo Quince
—Atha, Atha. —Alondra gritaba llamando a su esposo.
—¿Qué pasa, mujer? —Athanasiau pregunta, pero ya se imagina que Alondra recibió la misma noticia que él.
—¡Algo terrible me acaban de avisar! —Alondra está atacada en llanto, no es capaz de hablar y Athanasiau no sabe cómo contenerla.
—A mí también me llamaron, pero tenemos que ir a aclarar la situación. Esto es algo que no nos esperábamos. —Athanasiau trataba de verse calmado, aunque no sabía cómo iba a reaccionar al tener a Constantin de frente. Tiene tanta rabia que teme que le haga daño al hijo de su amada.
—Vamos ya mismo. Lo quiero ver, saber que está bien y que se va a salvar. —Alondra se veía muy angustiada, y Athanasiau se compadeció de ella. Sabe que Constantin va a recibir un castigo por meterse con su princesa, por eso ruega que se salve. Pero él no tendrá contemplaciones.
—Sí, ya subo por nuestros pasaportes. —En ese momento, Alondra interrumpe la carrera de Athanasiau hacia su habitación.
—¿Pasaportes? ¿Y por qué pasaportes para ir al Hospital Metropolitano donde tienen a Kostas? —Athanasiau frenó en seco y volteó a mirarla, entendiendo que hubo una confusión.
—¿Kostas está en el Hospital Metropolitano? —Por eso lloraba Alondra, y él pensando que era porque iba a nacer su nieto y él va a matar a Constantin.
—Sí, Karol me llamó muy angustiada. Kostas llegó muy mal a la empresa y Porthos se lo llevó. Me dice que los guardias del estacionamiento lo vieron muy mal. —Aclarado el asunto, salieron rápidamente de la mansión al hospital.
Una vez allí, les dieron el parte médico. Kostas sufrió una angina de pecho y lo tienen en cuidados intensivos para su monitorización. Además, le tienen que realizar un cateterismo cardíaco para saber qué le causó este síntoma.
Ya con esta información, Athanasiau pudo viajar tranquilo a Londres. No le dijo nada a Alondra; la angustia que tenía por la posibilidad de perder a su amado hermano la tenía muy mal. Su pobre esposa ha sufrido mucho últimamente y él no le va a sumar más sufrimiento. Se excusó de que tenía un negocio en ese lugar y de paso iría a visitar a su hija.
Alondra lo entendió, ajena al enredo en el que metieron a su amado hijo.
Constantin no había podido contestar las llamadas que le habían hecho Marlon y su madre, pues justamente se encontraba en un vuelo con destino a Londres.
Cuando llegó al penthouse a saludar a su hermanita y a su hermosa Ivet, Lourdes, la esposa de Marlon, le dio la información de que Athina fue llevada al hospital porque ya iba a nacer el bebé.
Constantin salió feliz del penthouse al hospital; por fin iba a nacer su sobrino y él, junto a Ivet, van a ser los padrinos. Cada que viajaba a Londres, le hablaba al bebé y este ya lo reconocía. Dos veces acompañó a Athina junto a Ivet a los controles del embarazo, y ahora lo va a conocer y está muy ansioso.
Cuando llegó a la clínica The Manor, llamó a Ivet, que le indicó en qué piso se encontraba Athina.
—Consta ¡Ya va a nacer el gordito! —le dijo Ivet a Constantin dándole un abrazo. Ambos estaban muy nerviosos.
—¿No ha nacido? ¿Qué han dicho? —Ivet negó cada pregunta de su amado.
—Voy a preguntar, ya vuelvo. —Constantin pasó a una especie de consultorio. Una vez allí, le preguntó a una enfermera por Athina y esta lo confundió con el papá del bebé y lo hizo pasar a la sala de partos.
Le pusieron una bata, gorro y tapabocas y vio a Athina cómo estaba sufriendo por tener a su bebé y eso lo conmovió. Tomó su mano y ella se alegró mucho de que su hermano haya llegado a apoyarla en este momento.
—Llegaste! ¿Vas a ver nacer a Andreas? —preguntó Athina, dudosa.
—Claro, jamás me perdería el nacimiento de mi bebé hermoso. —Constantin contestó muy seguro, y le dio un beso en la cabeza a Athina.
El personal que estaba atendiendo el parto suspiraba al ver al padre de la criatura tan amoroso con la madre.
—¡Ahhhh, auch! —Una doctora llegó a revisarla. Y vio que ya tenía una dilatación de diez y un borramiento del 100%.
—Ya estás lista, Athina, este bebé ya quiere salir. —La doctora se preparó para el nacimiento del bebé de Kostas, y Kostas, inocente de que ese dolor en el pecho es porque una parte de él, una parte que ha anhelado, está a punto de llegar a este mundo. —Cuando venga una contracción, vas a pujar.
—¡Ahhh, uff, uff! —Athina sudaba y Constantin, que no era capaz de mirar allá, mejor secaba el sudor de la frente de Athina con una gasa que le facilitó una auxiliar.
—Lo estás haciendo muy bien, Athina; un pujo más y va a nacer tu bebé. Ya se le ve el pelito, es bien negro. —Athina se imaginaba el cabello de Kostas; deseaba que su bebé se pareciera a su papá, pero eso le podría traer problemas.
—Vamos, Athi, tú puedes. Yo sé que Andreas está gordito, pero haz un último esfuerzo. —Constantin le hablaba a Athina al oído, y esta animada sacó fuerzas y dio un último pujo.
¡Buaaa, buaaa, buaaa!
Así, una hermosa mañana de abril, nació Andreas Silas con un saludable peso de 3.450 gramos. De cabello negro, hermosa nariz, ojos negros y piel muy blanca.
—Papá, venga, corte el cordón de su bebé. —Constantin estaba tan asombrado al ver que Athina había podido sacar de su interior ese hermoso gordito, que ni cayó en cuenta de que la doctora pensaba que él era el papá.
Cortó el cordón y la enfermera le puso el bebé a Athina en el pecho. Luego del contacto piel a piel, lo vistieron y los pasaron a una habitación.
Andreas dormía en una cuna y Athina, exhausta, se quedó dormida. Ivet, después de conocer a su gordito, aprovechó para ir a llevar la incapacidad de Athina a la universidad. Un rato después, llega un iracundo Athanasiau a la clínica y se dirige a la recepción.
—Buenas tardes. Me puede decir, ¿cuál es la habitación de Athina Silas? Acaba de tener un bebé. —Athanasiau aún guarda la esperanza de que sea un malentendido y su princesa no sea la que haya tenido un bebé.
—Sí, la señora Silas está en la habitación 317. Suba por el ascensor a ginecología al tercer piso; ella está acompañada por su esposo. —Le confirmó la señorita de la recepción.
Rápidamente se dirigió a la habitación, y una vez allí, abrió la puerta para ver con sus propios ojos que era verdad lo que le había informado Marlon. Su hija estaba plácidamente dormida; se veía pálida y cansada, y a su lado, en una cuna, había un hermoso bebé también plácidamente dormido.... Su nieto. Se acercó lentamente y una molesta voz lo sacó de su letargo.
—Athanasiau, quien le avi... —Constantin no alcanzó a terminar de hablar.
—Acá estás, maldito. —Constantin no entendía por qué Athanasiau lo agarraba de la solapa de su chaqueta—. ¿Pensaste que jamás me enteraría de que embarazaste a mi princesa?
Muchas felicidades mi querida autora,