Arianna Sterling es una joven con una apariencia destacada y un gran secreto: es la presidenta y heredera de un poderoso conglomerado familiar con lazos a la realeza. Según una tradición familiar, debe pasar varios años alejada de su familia y riquezas, viviendo como una persona común para demostrar su fortaleza. Durante este tiempo de anonimato, enfrenta enemigos ocultos que amenazan con destruir todo lo que le pertenece. A medida que se adapta a esta nueva vida, Arianna descubre que alejarse de la opulencia y el poder conlleva desafíos que pondrán a prueba su inteligencia y su corazón.
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DESPEDIDA
El fin de la semana llegó con el final del dolor de Arianna. Finalmente, después de días de tormento físico, su cuerpo comenzaba a recuperar fuerzas. Pero justo cuando pensaba que podría respirar con tranquilidad, su teléfono sonó nuevamente. Esta vez, no era Rebeca. Era una llamada de Recursos Humanos.
—Hola, Arianna, soy Marta de Recursos Humanos —dijo la voz al otro lado de la línea, su tono formal pero amigable—. Necesitamos que vengas el martes a primera hora para finalizar tu trámite de liquidación.
Arianna sintió un nudo en el estómago. Sabía que este momento llegaría, pero escucharlo de manera oficial lo hacía más real.
—De acuerdo, estaré allí el martes —respondió con voz calmada, aunque su mente ya comenzaba a anticipar lo que significaba ese día.
El martes llegó rápidamente. Arianna se levantó temprano, se arregló con esmero, y se dirigió a Recursos Humanos para completar los trámites. El proceso fue rápido y frío, firmar algunos papeles, recibir los documentos de liquidación, y una despedida formal sin más palabras que el protocolo exigía.
Todo el tiempo, había una sensación extraña en el aire: una mezcla de alivio y resentimiento.
Una vez terminados los trámites, Arianna sabía que le quedaba un último asunto pendiente: recoger sus pertenencias de su antiguo trabajo. Se dirigió a la tienda con paso firme, sabiendo que tendría que despedirse de las pocas amigas que había hecho allí y, probablemente, enfrentarse una vez más a Rebeca.
Cuando entró en la tienda, las miradas de sus compañeras la recibieron con sorpresa y simpatía. Elizabeth fue la primera en acercarse.
—Arianna, no puedo creer que realmente te hayas ido —dijo con tristeza, abrazándola—. No será lo mismo sin ti.
—Lo sé, pero era necesario —respondió Arianna con una sonrisa melancólica—. Solo vine a recoger mis cosas y a despedirme de ustedes.
Mientras charlaba con Elizabeth y las demás, sentía una mezcla de emociones. El ambiente en la tienda siempre había sido difícil debido a Rebeca, pero aún había creado algunos lazos sinceros con sus compañeras. Sin embargo, no todo sería una despedida amistosa.
Justo cuando estaba recogiendo su bolso y algunos objetos personales, escuchó el familiar sonido de tacones acercándose. Era Rebeca, con su característico aire de superioridad.
—Así que has venido a recoger tus cosas, ¿eh? —dijo Rebeca con una sonrisa burlona en el rostro—. Debo decir que no pensé que aguantarías tanto tiempo. Sabía que tarde o temprano no podrías seguir el ritmo.
Arianna levantó la vista y la observó en silencio por un momento antes de responder.
—Sí, vine a recoger mis cosas, Rebeca. Y a despedirme de algunas personas —dijo con calma.
—¿Despedirte? —Rebeca soltó una carcajada—. Cariño, no creo que nadie te extrañe mucho por aquí. Tal vez Elizabeth, pero ya sabes, ella siempre fue la débil del grupo. No tienes lo que se necesita para sobrevivir en este mundo.
Arianna respiró hondo. Sabía que Rebeca intentaba menospreciarla, pero había algo más grande en juego. No podía dejar que ese último intercambio fuera solo una burla vacía.
Antes de irse, Arianna se acercó a Rebeca, mirando directamente a sus ojos.
—Rebeca, una pregunta —dijo Arianna en un tono casual, casi como si estuviera hablando de cualquier cosa trivial—. ¿Cuánto falta para que se acabe el año y llegue febrero?
Rebeca la miró con una ceja levantada, claramente confundida por el giro de la conversación.
—¿Febrero? —repitió, pensando que Arianna había perdido el sentido—. Bueno, quedan unos siete meses. ¿Por qué?
Arianna sonrió de manera enigmática y, con una calma que solo podía ser malinterpretada por alguien como Rebeca, dijo:
—Exactamente. Siete meses....... Rebeca la miró, cada vez más impaciente, como si no entendiera por qué estaba perdiendo el tiempo en una conversación absurda.
—¿Y qué con eso? —preguntó, irritada—. ¿A qué te refieres?
Arianna, con una sonrisa apenas perceptible, dio un paso más cerca y dijo con voz tranquila, pero cargada de una certeza inquebrantable:
—En exactamente siete meses, ese será el tiempo que te quede trabajando aquí.
Rebeca soltó una carcajada, incrédula, y su risa resonó por toda la tienda.
—¡¿Qué?! ¿Estás loca? —dijo entre risas—. ¿Quién te crees que eres?
Arianna mantuvo la calma, sin dejarse afectar por el desprecio en la voz de Rebeca. Su mirada permanecía fija, seria, como si estuviera contemplando algo que Rebeca no podía ver.
—Yo, la próxima dueña de este centro comercial en siete meses —dijo Arianna con una firmeza que hizo que el aire en la tienda se sintiera más pesado.
El rostro de Rebeca se congeló por un instante. Primero, la incredulidad. Luego, la duda. Y finalmente, una mezcla de confusión y nerviosismo, aunque trató de ocultarlo detrás de una sonrisa burlona.
—Estás delirando —dijo Rebeca, pero su tono ya no tenía la misma confianza que antes—. No sé qué tonterías estás inventando, pero te aseguro que yo estaré aquí mucho más tiempo que tú.
Arianna no respondió. Simplemente la miró un segundo más antes de darse la vuelta y salir de la tienda, dejando a Rebeca con la duda clavada en la mente. Tal vez Arianna había dicho la verdad. Tal vez no. Pero lo que estaba claro es que, por primera vez, Rebeca ya no tenía la última palabra.
Y así, Arianna salió del centro comercial, sabiendo que, aunque ese capítulo terminaba, el siguiente apenas estaba comenzando. Y esta vez, el poder estaría de su lado.