El mejor amigo y líder de la banda a la que pertenece tu hermano, ¡te besa!
¿Está bien romper los lazos de amistad por la pasión?
Areum siempre tuvo una relación envidiable con su hermano que ahora corre peligro por la lujuria y la pasión.
Acompáñame en esta historia donde la amistad, la familia y el amor están en juego.
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Capítulo 13
El calor del chocolate en mis manos no consigue calentar el frío que siento por dentro.
Me quedo mirando la taza, viendo cómo el vapor se eleva en pequeñas volutas que se desvanecen, tal como a veces siento que se desvanecen las fuerzas que intento mantener.
Chris está a mi lado, en silencio. Sé que lo nota, que lee en mí más de lo que yo quisiera.
Sin decir nada, me acerca suavemente hacia él, apoyando mi cabeza en su hombro. Su cercanía me tranquiliza, pero no por completo.
Todavía tengo el pecho apretado.
Mi cabeza está hecha un nudo; mil pensamientos pasan por mi mente, mil escenarios… mi madre, mi hermano, mi padre. ¿Algún día se revelará la verdad de esta familia?
Pasan unos minutos en los que el único sonido es el leve crujir de la madera al asentarse la casa.
Entonces, rompe el silencio:
—¿Sabías que hay gente que echa chile al chocolate caliente? —dice, con un tono tan serio que me hace mirarlo.
Tardo unos segundos en procesar sus palabras. Lo miro a los ojos, buscando alguna señal de que está bromeando, y cuando lo hace, estalla en una sonrisa divertida. Mi risa escapa sin permiso, suave al principio, y luego más fuerte.
Él se une, contagiándome, y el peso en mi pecho comienza a aflojarse.
—No sé cómo lo haces para ser tan bobo —digo, en burla—. Siempre logras sorprenderme.
—Es un talento, lo sé —responde, fingiendo modestia. Luego su expresión cambia a algo más serio—. Areum, no quiero que pienses que estás sola en esto. Lo que has hecho por tu madre es admirable. No cualquiera tiene la fuerza para hacerlo, y si Jeongin se ha mostrado como lo ha hecho, es porque probablemente se siente culpable por no haber estado más presente. Pero créeme, él te quiere, y está herido por no haberte apoyado desde el principio.
Miro al techo sopesando la idea.
—Ser el hermano mayor no es fácil, menos cuando se espera que seas el ejemplo, pero también el soporte —continúa—. Por lo que sé, él pensaba que lo hacía genial, y todo esto es una bomba para él —termina mirándome a los ojos mientras me acomoda un mechón de cabello tras la oreja.
Le sostengo la mirada. Sus palabras tienen sentido, pero no me cabe en la cabeza que mi hermano tenga que cargar todo el peso de esta casa, me parece injusto.
Que se autoflagele de esta manera me parte el corazón.
La maraña y el zumbido vuelven a mi cabeza, trayendo nuevamente los pensamientos que me lastiman.
No merezco la ayuda que todos me ofrecen, mucho menos la suya.
¿Por qué deben apoyar a alguien que sabe tantas cosas y se queda callada?
¿Me mirarían de la misma manera si supiesen qué clase de persona soy?
El ritmo de mi corazón se empieza a acelerar, y aprieto los puños con fuerza para obligarme a calmarme.
Antes de que esas ideas me atrapen por completo, Chris me observa como si pudiera leer cada pensamiento, cada duda que se forma en mi interior.
Se inclina y me besa, un roce suave, apenas un susurro que me hace cerrar los ojos y quedarme en silencio.
Cuando se separa, saca algo de su bolsillo y me lo ofrece.
Es una pulsera de plata, con pequeñas estrellas y corazones colgando.
—Es para ti —dice, como si fuera lo más natural del mundo.
—¿Para mí? —pregunto, incrédula. Sonríe y asiente con la cabeza.
—¿Te la quieres poner? —me dice mientras la desengancha.
—¿Por qué? —digo con un hilo de voz. Las emociones amenazan con salir; las ganas reverberan en mi garganta, para decirle que no debe hacer esto, no por mí.
—Porque quería —su tono de voz es tan dulce—. Porque te queda. Y porque, aunque no lo creas, mereces cosas bonitas. Además, te quedan perfecto; te quedan las estrellas y los corazones, son tus símbolos.
Mis ojos se llenan de lágrimas, pero me las trago antes de que caigan. La acepto con una sonrisa y me ayuda a ponérmela.
Cuando termina de engancharla en mi muñeca, me da un beso en la frente.
—Justo como lo imaginé —sonríe satisfecho.
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Más tarde, decidimos que la noche merece terminar bien, con todos juntos. Los chicos partirán mañana temprano, y pensar en el silencio de esta gran casa sin ellos crea un vacío en mi pecho. Pero me animo a disfrutar el aquí y el ahora.
Por votación unánime (es mentira, yo lo impuse), haremos una noche de películas, pero no cualquiera, una de terror y slasher.
Preparamos todo en la sala: palomitas, bebidas, una montaña de almohadas y cobijas.
Antes de comenzar, subimos a ver a mi madre, que duerme plácidamente en su habitación. El doctor había dicho que dormiría toda la noche debido a la medicación, y así parece; su respiración es tranquila, y eso me da algo de paz.
De vuelta en la sala, Chris y yo proponemos una película de terror clásico, y terminamos viendo Viernes 13. La mayoría está emocionada, excepto Han, que se acurruca detrás de Seungmin con una almohada cubriéndole la cara.
—¿De verdad esto da miedo? —protesta Felix, echándose palomitas a la boca—. Parece más gracioso que otra cosa.
—¡Claro que da miedo! —responde Han, ofendido—. ¿Tú no ves cómo camina ese tipo? ¡Es aterrador!
—Sí, aterradoramente lento —bromea Seungmin, ganándose un cojín en la cara que Han le lanza sin piedad.
La sala se llena de risas y burlas mientras la película avanza. Chris y yo nos picamos el uno al otro, pequeños empujones y comentarios a media voz que me hacen sonreír sin querer. A veces, siento sus labios rozar mi mejilla en besos rápidos que me ruborizan.
En un momento, me levanto para ir a la cocina por más chocolate caliente, y Chris me sigue.
—¿Qué haces? —pregunto, mirándolo de reojo mientras prepara una taza para él también.
—Asegurándome de que no te lo termines todo —responde con una sonrisa traviesa.
Verlo ahí tan tranquilo y jovial, como si hace unos minutos no me estuviera haciendo maldades, aumenta mis ganas de molestarlo y ponerlo nervioso yo también.
Decido devolverle el gesto y, antes de que pueda reaccionar, me acerco y lo beso, solo un segundo, lo suficiente para dejarlo boquiabierto.
Su expresión me hace reír, pero entonces un estruendo nos hace saltar. Nos giramos y encontramos a Han en la puerta, con los ojos como platos y un vaso roto en el suelo.
—Oh, y… yo… —dice, nervioso, recogiendo el vaso del suelo—. Yo... solo iba por agua.
Y sale corriendo de la cocina.
—Han… —digo, intentando alcanzarlo, pero es más rápido.
Golpeo mi frente con la palma de mi mano.
Maldición, ¿qué le voy a decir?
y si no es mucho pedir no tardes mucho en subir capítulos. Mira que no me gusta leer nivelas en emision porque me he quedado a medias ya que no las concluyen. Gracias de antemano y bendiciones.