En la vibrante y peligrosa Italia de 2014, dos familias mafiosas, los Sandoval y los Roche, viven en un tenso equilibrio gracias a un pacto inquebrantable: los Sandoval no deben cruzar el territorio de los Roche ni interferir en sus negocios. Durante años, esta tregua ha mantenido la paz entre los clanes enemigos.
Luca Roche, el hijo menor de los Roche, ha crecido bajo la sombra de este acuerdo, consciente de los límites que no debe cruzar. Sin embargo, su vida da un giro inesperado cuando comienza a sentir una atracción prohibida por Kain Sandoval, el carismático y enigmático heredero de la familia rival.
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04
Kain y Luca tenían algunas clases por separado y, aunque no se veían a diario en la universidad, siempre encontraban momentos para mantenerse en contacto. Esa tarde, luego de terminar sus respectivas clases, ambos se dirigieron a la cátedra de Cálculo para recibir la nota del proyecto que habían hecho juntos. Luca, como siempre, estaba nervioso, su mente repasando cada detalle del trabajo que habían entregado.
Kain llegó primero, apoyándose contra la pared del pasillo mientras esperaba a Luca. Cuando finalmente lo vio acercarse, una sonrisa se dibujó en su rostro. Luca, con su mochila colgada de un hombro y una expresión de ansiedad en su cara, saludó a Kain con un asentimiento de cabeza.
—¿Listo para saber nuestra suerte? —preguntó Kain, tratando de aliviar la tensión con un tono ligero.
Luca suspiró y asintió.
—Sí, aunque siempre me pongo nervioso con las notas.
Entraron juntos al aula y se sentaron a esperar al profesor. El ambiente estaba cargado de expectativa, con los estudiantes murmurando entre ellos. Finalmente, el profesor entró con una carpeta llena de papeles y comenzó a llamar a los estudiantes para entregarles sus calificaciones.
Kain y Luca intercambiaron miradas mientras esperaban su turno. Cuando finalmente escucharon sus nombres, se levantaron y se dirigieron al escritorio del profesor. Este les entregó el proyecto con una sonrisa aprobadora.
—Excelente trabajo, chicos. Una nota perfecta —dijo el profesor, entregándoles el proyecto con un gran "10" escrito en la portada.
Luca miró la nota con incredulidad y luego una gran sonrisa iluminó su rostro. Sin pensar, abrazó a Kain, dejándose llevar por la emoción del momento. Kain, sorprendido pero igualmente contento, correspondió el abrazo. Sin embargo, ambos se separaron rápidamente, conscientes de la mirada de los demás estudiantes y sintiendo una oleada de nervios.
—Lo hicimos —dijo Luca, aun sonriendo—. ¡Realmente lo hicimos!
Kain asintió, tratando de disimular su propio entusiasmo.
—Sabía que lo lograríamos —respondió con una sonrisa.
Mientras salían del aula, Kain miró a Luca, su mente ya pensando en la próxima aventura.
—¿Quieres comer algo? —preguntó, sintiendo una mezcla de hambre y deseo de pasar más tiempo con él.
Luca, aún eufórico por la buena noticia, asintió.
—Sí, me encantaría.
Decidieron ir a un pequeño café cerca del campus, un lugar tranquilo donde podrían hablar sin interrupciones. Se acomodaron en una mesa junto a la ventana, disfrutando de la vista y del ambiente relajado del lugar.
—No puedo creer que sacamos un 10 —dijo Luca, todavía procesando la noticia mientras miraba el menú.
Kain sonrió, observando la expresión de felicidad en el rostro de Luca.
—Hicimos un buen equipo. Creo que trabajamos bien juntos —dijo, sin ocultar su satisfacción.
Luca asintió, sintiendo una calidez en su interior. Había algo en la manera en que Kain lo miraba, algo que hacía que se sintiera valorado y comprendido.
—Sí, definitivamente lo hicimos —respondió Luca, levantando la vista del menú para encontrarse con los ojos de Kain.
Pidieron su comida y continuaron hablando, la conversación fluyendo fácilmente entre ellos. Compartieron historias de su infancia, sus sueños y sus miedos, cada palabra construyendo un puente más fuerte entre ellos. Mientras comían, Luca se dio cuenta de que había encontrado en Kain a alguien en quien podía confiar, alguien que lo entendía de una manera que pocos lo hacían.
Kain, por su parte, se sintió más conectado con Luca que nunca. Había algo en su presencia que lo hacía querer ser mejor, querer desafiar las expectativas que su familia tenía para él. Mientras miraba a Luca, Kain sintió que estaba en el lugar correcto, con la persona correcta.
Cuando terminaron de comer, se quedaron un rato más, simplemente disfrutando de la compañía del otro. Finalmente, Kain miró el reloj y se dio cuenta de que era hora de volver.
—Deberíamos irnos, antes de que alguien se dé cuenta de que no estamos donde deberíamos estar —dijo Kain con una sonrisa.
Luca asintió, aunque con cierta reticencia. No quería que el momento terminara, pero sabía que tenían que regresar a sus respectivas vidas.
—Sí, tienes razón —dijo Luca, levantándose de su asiento.
Salieron del café y se dirigieron hacia la moto de Kain. Mientras Kain le entregaba el casco a Luca, sus manos se rozaron brevemente, enviando una chispa de electricidad entre ellos.
—Gracias por hoy, Kain. Realmente fue increíble —dijo Luca, mirándolo con gratitud.
—El placer fue mío, Luca. Tenemos que hacerlo más a menudo —respondió Kain, sintiendo una calidez en su pecho.
Se subieron a la moto y se dirigieron de regreso a sus hogares, el viento de la tarde soplando suavemente a su alrededor. Mientras conducían, ambos se sintieron llenos de esperanza y expectativa, sabiendo que, aunque sus caminos eran complicados, tenían algo especial que los guiaba.
Al llegar a las cercanías de la mansión de los Roche, Kain se detuvo en el mismo lugar discreto de la noche anterior. Luca se bajó de la moto y se quitó el casco, devolviéndoselo a Kain con una sonrisa.
—Nos vemos mañana en la universidad —dijo Luca, su voz cargada de promesa.
—Nos vemos mañana, Luca —respondió Kain, viendo cómo su amigo se alejaba hacia la seguridad de su hogar.
Kain observó hasta que Luca desapareció de vista, luego se alejó, sintiendo una mezcla de satisfacción y esperanza. Sabía que, pase lo que pase, tenían algo especial que los unía, y estaba decidido a protegerlo y nutrirlo, sin importar los desafíos que enfrentaran.
Mientras la noche comenzaba a envolver la ciudad, Kain se dirigió a su propia casa, su mente llena de pensamientos sobre el futuro y las infinitas posibilidades que se abrían ante ellos.
Kain entró a su casa y encontró a toda su familia reunida en la mesa para la cena. Esto era algo inusual, ya que su padre, Daniel, rara vez cenaba con ellos. La presencia de Daniel en la mesa solo podía significar que tenía algo importante que anunciar. Kain, que prefería evitar confrontaciones, intentó escabullirse hacia su habitación, pero la voz autoritaria de su padre lo detuvo.
—Kain, siéntate a la mesa —ordenó Daniel, su tono dejando claro que no admitía réplica.
Kain suspiró internamente y dejó su mochila a un lado de la sala. Se acercó a la mesa y, antes de sentarse, alborotó el cabello de su hermano menor, Javier, con un gesto cariñoso. Javier sonrió tímidamente, disfrutando del momento de afecto.
Hana, la esposa de Daniel y la mujer que había criado a los hijos de Daniel como si fueran suyos, miró a Kain con curiosidad y una sonrisa maternal.
—Kain, ¿cómo te fue con tu proyecto de cálculo? —preguntó Hana, siempre interesada en el bienestar académico de sus hijos.
Kain sonrió levemente, sintiéndose agradecido por su apoyo.
—Me fue bien, Hana. Gracias por preguntar.
Sin embargo, antes de que pudiera dar más detalles, Daniel intervino con una mirada penetrante.
—¿Con quién hiciste el proyecto? —preguntó, su voz cargada de sospecha.
Kain se tensó, sabiendo que la verdad podría desencadenar problemas. Decidió mentir para evitar complicaciones.
—Con nadie, lo hice solo —respondió, tratando de sonar convincente.
Un pesado silencio cayó sobre la mesa. Los ojos de Daniel se entrecerraron, y de repente, golpeó la mesa con su puño, haciendo temblar los platos y cubiertos. Todos en la mesa se sobresaltaron, incluidos Hana y Javier, que miraron a Daniel con preocupación.
—No me mientas, Kain. Puedo tolerar muchas cosas, pero no las mentiras —dijo Daniel, su voz fría y amenazante.
Kain lo miró directamente, sintiendo la ira y la frustración arder en su interior. Sabía que su padre tenía métodos para descubrir la verdad, y que negarse a hablar solo empeoraría las cosas.
—Está bien, hice el proyecto con un compañero de la universidad —admitió Kain, su voz tensa.
Daniel se reclinó en su silla, aparentemente satisfecho con la confesión, pero aún no calmado.
—¿Quién es ese compañero? —insistió, su tono exigiendo una respuesta completa.
Kain dudó por un momento, consciente de que revelar la identidad de Luca podría ponerlo en una situación peligrosa. Decidió dar una respuesta vaga, esperando que fuera suficiente.
—Un chico de mi clase de cálculo. No es importante, solo trabajamos juntos para el proyecto —dijo, tratando de restarle importancia.
Daniel lo observó por un largo momento, evaluando la veracidad de sus palabras. Finalmente, asintió lentamente, aunque su expresión indicaba que no estaba del todo convencido.
—Espero que estés diciendo la verdad, Kain. Porque sabes que no tolero las traiciones —dijo, su voz baja pero llena de advertencia.
Kain asintió, sintiendo una mezcla de alivio y tensión. Hana, tratando de aliviar el ambiente, intervino con una sonrisa forzada.
—Bueno, lo importante es que te fue bien, Kain. Estamos orgullosos de ti —dijo, mirando a todos en la mesa—. Ahora, disfrutemos de la cena.
La conversación cambió a temas más ligeros, aunque la tensión residual aún flotaba en el aire. Kain se enfocó en su plato, comiendo en silencio mientras sus pensamientos giraban en torno a Luca y a las complicaciones que su relación podría traer.
Javier, que había estado observando en silencio, le dio un pequeño codazo a Kain bajo la mesa.
—Hermano, ¿puedes ayudarme con mis deberes de matemáticas después de la cena? —preguntó en voz baja, buscando la ayuda de su hermano mayor.
Kain sonrió y asintió, agradecido por la distracción.
—Claro, Javier. Estaré encantado de ayudarte —respondió, sintiendo una pequeña chispa de normalidad en medio de la tensión.
La cena continuó sin más incidentes, pero Kain sabía que debía ser más cuidadoso en el futuro. La vigilancia de su padre era constante, y cualquier error podría tener consecuencias graves. Mientras ayudaba a Javier con sus deberes más tarde esa noche, no podía dejar de pensar en Luca y en cómo proteger su relación de las sombras que acechaban en ambos lados.
Al finalizar la tarea, Javier le agradeció con una sonrisa y se retiró a su habitación. Kain se quedó un momento en el escritorio, su mente dividida entre su lealtad a su familia y su creciente afecto por Luca. Sabía que los días por venir serían difíciles, pero también sabía que estaba dispuesto a luchar por lo que creía y por aquellos que importaban en su vida.