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"Objetivo" Domar Al Ceo

"Objetivo" Domar Al Ceo

Status: Terminada
Genre:Completas / Grandes Curvas / Autosuperación / Reencuentro / Amor-odio / Ascenso de clase social / Mujeriego enamorado
Popularitas:7.2k
Nilai: 5
nombre de autor: valeria isabel leguizamon

Teodoro es hijo de un magnate, el es un joven malcriado que vive sin preocupaciónes pero todo se acaba cuando su padre para darle una lección le da el puesto de ejecutivo a su Rival de la escuela Melanie el debera trabajar para ella y no será nada fácil porque es perfeccionista y poco flexible a diferencia de Teodoro,

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capitulo 9

El día en la oficina había sido largo y lleno de reuniones tediosas, pero algo en el ambiente parecía estar cambiando para Teo. No entendía muy bien qué era, pero cada vez que sus ojos se cruzaban con los de Melanie, algo dentro de él se revolvía. Ella estaba más enfocada que nunca, como si todo lo que pasaba alrededor no la afectara. Mientras él lidiaba con la presión de su padre y las expectativas sobre su futuro, Melanie parecía estar más allá de todo eso, navegando en un mar de calma que Teo no lograba entender. Y, lo peor de todo, había algo que lo molestaba aún más: Alec.

Alec era el tipo de persona que parecía tener la vida resuelta. Alto, con una sonrisa fácil y una confianza que le salía por los poros, se había hecho indispensable en la oficina. Y lo que más le frustraba a Teo era la manera en que Melanie lo trataba. Con él era diferente. Ella no sonreía así con nadie más. No era solo la cordialidad de una buena colega; había algo más. Había una complicidad, una cercanía que no podía ignorar.

Alec había llegado hace muchos años antes, en ese tiempo había logrado ganarse la confianza de todos, especialmente de Melanie. La forma en que se movía en la oficina, cómo siempre encontraba la manera de hacerla reír, cómo estaba presente en cada reunión con una calma imperturbable, lo hacía parecer la persona más importante en el entorno de Melanie. De alguna manera, él era el único con el que ella se relajaba, el único con el que compartía bromas y miradas cómplices.

Teo no podía evitar observarlos desde su escritorio. Cada vez que Alec se acercaba a Melanie, había una chispa en el aire. Algo de naturalidad en sus intercambios, un entendimiento que Teo jamás había logrado. ¿Cómo podía alguien ser tan cercano a ella sin que todo fuera un juego de competencia? Eso lo atormentaba, porque, por mucho que lo negara, se sentía celoso.

La situación se hizo aún más palpable esa mañana, cuando Alec entró en la oficina con su típica actitud relajada. Saludó a todos con su sonrisa carismática, y cuando pasó junto a Melanie, se inclinó ligeramente hacia ella.

—¿Lista para la junta? —preguntó Alec con su voz baja y tranquila, que siempre parecía calmar cualquier ambiente tenso.

Melanie levantó la vista de su laptop, y su expresión se suavizó al instante.

—Sí, solo déjame repasar estos números rápidamente. —Respondió ella con una sonrisa que Teo podría haber jurado que solo mostraba a él en su mejor día. Pero allí estaba, dándosela a Alec como si fuera lo más natural del mundo.

Teo no pudo evitar un pequeño gruñido. Alec había logrado algo que Teo nunca había alcanzado, no solo ser una figura confiable en la oficina, sino también ser una especie de ancla emocional para Melanie. Eso lo enfurecía más de lo que quería admitir. Alec no solo era su compañero, sino que parecía ser el único capaz de manejar el entorno emocional de Melanie.

En el transcurso de la mañana, Teo trató de concentrarse en las tareas que tenía pendientes, pero su mente siempre regresaba a ese punto: Alec. ¿Cómo era posible que una simple sonrisa, una broma bien colocada, pudiera hacer que Melanie se sintiera tan a gusto? Mientras él, a pesar de haber trabajado duro y haber tenido algunas interacciones con ella, siempre se veía como un extraño en su mundo. ¿Por qué no podía ser él el que la hiciera sonreír de esa manera?

El trabajo continuó como de costumbre, pero Teo no lograba deshacerse de esa sensación de incomodidad. Se levantó para tomar un café, buscando algo de paz para su mente desbordada. Mientras caminaba por el pasillo, notó que Alec y Melanie estaban charlando cerca de la sala de descanso. Algo en sus gestos, la forma en que se miraban y se reían de algo trivial, lo hizo sentir que estaba perdiendo terreno, que estaba quedando fuera de algo importante.

Teo decidió no acercarse, pero su curiosidad lo mantenía en alerta. Cada palabra, cada pequeño gesto que intercambiaban, parecía estar cargado de una energía que él no comprendía, y que lo hacía sentirse como si estuviera mirando una escena en la que no pertenecía. Se quedó en silencio, observando desde la distancia, como si un invisible hilo de frustración lo atara al suelo.

Finalmente, se forzó a sí mismo a dejar de mirarlos. Volvió a su escritorio, tomó un sorbo de su café y trató de concentrarse en los correos que necesitaba enviar. Pero no podía dejar de pensar en ellos. ¿Qué era lo que hacía que Alec fuera tan especial para Melanie? ¿Por qué parecía ser el único que tenía su atención completa?

Durante el resto de la jornada, Teo se debatió entre sus propios pensamientos. Estaba completamente consciente de que no debería importarle. Melanie nunca había mostrado señales de interés por él de la forma en que lo hacía por Alec. Siempre había sido directa y profesional, y él había aprendido a manejar esa relación con distancia. Pero ahora, enfrentado a la dinámica que compartían ellos dos, algo se removía dentro de él. ¿Qué había sido todo este tiempo? ¿Una fachada? ¿Una competencia oculta entre ellos dos?

Por la tarde, mientras el sol comenzaba a descender y la oficina se vaciaba lentamente, Teo decidió hacer lo que menos quería hacer: confrontar a Melanie. No podía seguir guardándose lo que sentía, porque no solo se trataba de celos. Se trataba de una constante batalla interna entre su orgullo, su inseguridad y su deseo de estar cerca de ella.

—Melanie —dijo, acercándose a su escritorio con paso firme.

Ella levantó la vista de su pantalla, sorprendida al verlo allí, tan decidido.

—¿Teo? ¿Hay algo que necesites?

Su tono era suave, pero su mirada era todo lo contrario: observaba con cautela, como si anticipara lo que vendría.

—Quiero hablar de algo. —Teo se quedó en pie frente a ella, sintiendo cómo la presión aumentaba en su pecho.

Melanie suspiró, dejando a un lado su trabajo, y lo miró, esperando pacientemente.

—¿De qué se trata?

Teo tomó aire y, a pesar de todo, decidió ir al grano.

—Alec. —Su voz sonó más tensa de lo que pensaba. —¿Qué es lo que tienes con él?

Melanie lo miró un momento, como si tratara de leer sus intenciones. Teo se sintió vulnerable bajo su mirada, pero no retrocedió.

—Alec es un buen amigo mío —respondió Melanie, su tono neutral, pero había una calma que parecía irradiar confianza. —Es alguien con quien he trabajado durante mucho tiempo. No hay nada más, Teo.

Él frunció el ceño, no totalmente satisfecho con la respuesta.

—¿Solo eso? ¿No hay algo más? —insistió, sin poder evitarlo.

Melanie se reclinó en su silla, observándolo con una leve sonrisa que desarmó un poco su tensión.

—Teo, ¿por qué te importa tanto? —preguntó, casi en un susurro. —¿Acaso crees que tú y yo…?

Teo tragó saliva. No podía terminar la frase, pero lo que sí sabía era que algo en su pecho, algo que había permanecido guardado, necesitaba salir.

—No lo sé. —Lo admitió, la honestidad comenzaba a despejar algo dentro de él. —Es solo que no entiendo por qué... por qué lo trato de esa manera.

Melanie lo miró fijamente. Había algo en su expresión que Teo no sabía identificar. Pero, por primera vez, se sintió vulnerable, sin las defensas que siempre había tenido.

—Lo que estamos haciendo no es tan complicado como crees, Teo —dijo ella suavemente. —A veces, las cosas son solo eso: cosas sencillas. No hay necesidad de buscar un conflicto donde no lo hay. Pero... si te soy honesta, creo que en lo que me estás diciendo hay algo más que celos. ¿Por qué no dejas que eso salga?

Teo se quedó en silencio, procesando sus palabras. ¿Por qué no podía dejar de pensar en ella?

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Elizabeth Sánchez Herrera
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