Oliver es un joven aventurero que quiere recuperar el alma de su hermana mayor, pero el mundo le recarcará lo difícil que será su deseo para alguien como él. ¿Podrá cumplir con su cometido? Acompáñalo junto a su grupo de compañeros: Evelyn, Richard, Ginna y Victoria, quienes a pesar de tener distintos motivos, comparten un mismo destino, el continente oscuro. Para ello, deberán unirse a la Unión de Asalto antes de su excursión hacia el continente oscuro.
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a celebrar con pan de molde
El sol se estaba poniendo, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados. En el restaurante, Victoria y Richard trabajaban con ajetreo. Victoria, centrada en la cocina junto a Evelyn, trataba de no perder el ritmo mientras preparaban los últimos pedidos. Richard, a su lado, colocaba mesas y sillas, asegurándose de que todo estuviera en orden.
De repente, una de las puertas se abrió con cuidado, revelando a Ginna, que llegaba cargada de bolsas. Su entrada traía consigo el inicio de los preparativos.
—Llegas tarde, Ginna, dijo Richard, esbozando una sonrisa mientras la ayudaba con las bolsas.
—Lo siento, pasé por una tienda de ropa y me distraje viendo las cosas bonitas, respondió Ginna.
Victoria, con las manos cubiertas de harina, levantó la vista: —Siempre te han gustado las cosas coloridas, ¿verdad.?
Ginna, sintiendo sus mejillas enrojecerse, aunque manteniendo su expresión seria.
—Menos charla y más acción, interrumpió Richard, animado—. Aún nos queda mucho por hacer. Vamos, a trabajar. Le entregó a Ginna unos papeles, dándole un rápido guiño cómplice.
La tarde continuó hasta que la noche cayó. La luna apareció, ofreciéndole al restaurante un aura serena con su luz plateada que lamía cada rincón. Ginna suspiró mientras se alejaba hacia la puerta; tenía que recoger a Oliver. La expectación de la noche y las estrellas acompañaban sus pasos.
.......
Cuando Oliver y Ginna llegaron al restaurante en la casa de Victoria y Richard, el lugar parecía envolverlos con su encanto acogedor. La suave iluminación de las luces cálidas y las guirnaldas de flores que decoraban el ambiente creaban una atmósfera de bienvenida. El aroma de la comida recién preparada flotaba en el aire, despertando los sentidos y prometiendo una noche llena de camaradería y buenos momentos.
—Se tomaron su tiempo, dijo Oliver con una sonrisa, observando el entorno con admiración—. Gracias de nuevo, Ginna, chicos.
Ginna le dio una palmadita afectuosa en el hombro, extendiendo su calidez. —No tienes que agradecerme, Oliver. Somos un equipo después de todo, ¿no?
Oliver asintió con una sonrisa, pero aún así no podía evitar sentir una ligera inquietud hacia Ginna.
Mientras ayudaban a Victoria y Richard a preparar la mesa, Evelyn se sentía maravillada por la atmósfera hogareña del lugar. Cada pequeño detalle parecía cuidadosamente pensado para hacer que cualquiera se sintiera como en casa, envolviéndola en una mezcla de nostalgia y confort.
—¿Dónde pongo esto?, preguntó Oliver, sosteniendo con delicadeza un ramo de flores que había encontrado en la entrada.
—En el centro de la mesa estaría perfecto, respondió Victoria, señalando suavemente con una mano hacia donde quisiera que las colocara.
Oliver colocó las flores en un jarrón y las arregló con esmero, su mente regresando a sus preocupaciones sobre Ginna. Se debatía internamente si debía hablar con ella sobre la carta del palacio real o dejar las cosas en paz para no incomodarla, una inquietud que seguía presente en su pecho.
Justo en ese momento, la puerta se abrió lentamente y Luna entró acompañada de Elizabeth. —Buenas noches, me encontré a esta pequeña en el camino, dijo con una sonrisa cálida—, así que decidí acompañarla.
Luna, con su mezcla única de características, parecía mucho más emocionada que Oliver. Sus ojos brillaban de alegría mientras se acercaba a la mesa cubierta con una variedad de platos que despertaban el apetito. —¡Woahh, pero cuánta comida!, exclamó con asombro y entusiasmo.
—Saluda primero, dijo Oliver con tono bromista, al tiempo que le daba a Luna un suave golpe en la cabeza.
—Hola a todos, respondió Luna alegremente, mientras tomaba una de las sillas y se sentaba con cuidado, sin dejar de mirar la mesa con curiosidad.
—Bueno, entonces yo me retiro, expresó Elizabeth, mientras comenzaba a dar media vuelta para regresar. Había en su voz un ligero matiz de cansancio, indicativo de un largo día.
—¿Por qué no te quedas un poco más?, preguntó Oliver en un intento de detener a Elizabeth.
Elizabeth sonrió, y le explicó que debía organizar las cosas de los niños para el día siguiente. Ambos se despidieron cortésmente mientras la puerta se cerraba tras ella, emitiendo un leve chirrido.
Oliver volvió su mirada hacia la mesa, solo para encontrarse momentáneamente con los ojos de Evelyn. La breve conexión visual entre ellos fue momentánea, ambos apartaron la mirada rápidamente, el aire a su alrededor cargado de sentimientos no resueltos.
Oliver aún se sentía culpable; a pesar de que Luna no era completamente vampiro, la sensación de haber incumplido una promesa pesaba sobre él, como un recordatorio constante de sus acciones pasadas.
Luna, con una mirada traviesa en los ojos, se acercó por detrás de Oliver y, con una sonrisa juguetona, le susurró al oído: "¿Quieres un golpe?" Mientras extendía lentamente sus brazos alrededor de él, añadió en tono desafiante: —Si eso te hace sentir mejor, podría golpearte.
Oliver soltó un suspiro con una mezcla de resignación y diversión. —No, no es necesario, expresó, dejando claro que ese gesto era suficiente para entender muchas cosas sin necesidad de palabras.
Por otro lado, Richard y Victoria, siempre los anfitriones perfectos, irradiaban calidez mientras conducían a los invitados hacia una mesa rebosante de delicias. Richard, alzando un vaso de jugo, sonrió ampliamente y proclamó: "Vamos, todos, tomen asiento. Hace tiempo que no nos tomamos un descanso, así que aprovechemos esta ocasión para hacerlo".
La mesa estaba vibrante de colores y aromas que prometían una experiencia única. Ensaladas frescas con un toque de cilantro, panes aún calientes que dejaban escapar un leve humo reconfortante, y una selección de platos que celebraban la diversidad del grupo. Cada uno había puesto su toque especial en la cena, haciendo de esta velada una verdadera colaboración culinaria que reflejaba no solo amistad sino también la riqueza de sus experiencias compartidas.
Todos levantaron sus vasos, brindando con sonrisas contagiosas y risas sinceras que llenaban el aire de calidez. La conversación fluía naturalmente, repleta de bromas y recuerdos que unían aún más a los presentes. Oliver, rodeado del afecto y la camaradería de sus amigos, sintió cómo una ola de gratitud lo envolvía, permitiéndose por un breve instante que la emoción inundara su corazón.
Luna, sentada a su lado, lo observó profundamente, susurrándole con una voz suave como la brisa. —Aunque es un poco tarde, quería agradecerte por todo, Oliver. Hizo una pausa, llevando la mano a su barbilla con aire pensativo—. ¿En momentos como este, cuál sería la palabra adecuada...? Ah, ya sé, es "héroe". Eres casi como un héroe, ¿no?
Oliver sintió un nudo formarse en su garganta mientras una punzada lo atravesaba, aún así cambio su expresión a una sonrisa hacia Luna, acariciándole la cabeza con ternura. —No soy tan valeroso como parezco.
—Bueno, a mí sí me lo pareces y, no importa lo que digas, seré fiel a lo que creo y pienso, replicó Luna, girándose para darle la espalda a Oliver, su voz llena de convicción y cariño.
Oliver se reclinó un poco hacia atrás, dejando que sus ojos vagaran hacia el techo. —Ya veo... ¿Héroe? No podría estar más alejado de eso, murmuró en un susurro que el bullicio de la sala absorbió sin que nadie lo notara.
—¡Bien, todos a comer!, exclamó Evelyn con entusiasmo, tomando un plato para servirse a sí misma mientras el ambiente se llenaba de aromas deliciosos.
La noche continuó envuelta en risas y conversaciones animadas. Cada historia compartida, cada broma que hacía eco entre ellos, fortalecía los vínculos que los unían. Era una noche de celebración, pero también de renovación de promesas y esperanzas para el futuro.