Haneul lleva años lidiando con su smor no correspondido hacia Dongho, un alfa su mejor amigo. Haneul está harto de que Dongho no pueda corresponder sus sentimientos por esa relación fraternal que han desarrollado desde pequeños, así que en un esfuerzo por superar y olvidar su amor no correspondido, renuncia a su trabajo y a su amor.
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Amor
El camino de regreso a mi departamento fue un torbellino. Apenas podía mantener mis pensamientos en orden, con Dongho a mi lado, su mano rozando la mía, y los recuerdos del beso todavía frescos en mi mente. Todo se sentía tan irreal, pero al mismo tiempo, tan inevitable. Durante años había soñado con este momento, y ahora que finalmente estaba aquí, la emoción me sobrepasaba.
Tan pronto como la puerta de mi departamento se cerró tras nosotros, Dongho me empujó suavemente contra ella, sus labios buscando los míos con una urgencia que nunca antes había sentido. Lo besé de vuelta con la misma pasión, mis manos recorriendo su rostro, su cabello, queriendo tocar todo de él, memorizarlo, como si el tiempo se fuera a agotar.
Nos movimos torpemente por el pasillo, entre risas cortas y jadeos, hasta que llegamos a mi habitación. Apenas podía mantenerme firme cuando sus manos comenzaron a deslizarse por mi torso, quitándome la camisa con dedos apresurados. Yo hice lo mismo, mis manos temblorosas desabrochando su camisa, tratando de deshacerme de la barrera que nos separaba. Estaba perdido en la sensación de su piel contra la mía, el calor de su cuerpo, la intensidad de sus besos.
Pero entonces, justo cuando todo comenzaba a volverse más intenso, Dongho se detuvo. Sentí su cuerpo tenso sobre el mío y lo miré, confundido.
-¿Qué pasa?- Pregunté, tratando de controlar mi respiración.
Él desvió la mirada por un segundo, como si estuviera luchando con algo dentro de sí mismo, y luego me miró directamente a los ojos.
-No quiero lastimarte, Haneul.-
Sus palabras fueron como un balde de agua fría. Lo miré, intentando entender lo que quería decir. A pesar del calor del momento, podía sentir la preocupación en su mirada, esa misma preocupación que siempre había tenido por mí, pero ahora con un peso nuevo.
-¿Te da miedo tocarme inapropiadamente?- Pregunté, mi voz sonaba más insegura de lo que esperaba. En el fondo, siempre había temido que me viera de esa manera, como algo frágil, como su "hermanito menor" al que debía cuidar.
Dongho negó con la cabeza y se sentó a mi lado en la cama, apoyando una mano en mi mejilla con ternura.
-No es eso…- Murmuró. -No quiero hacer nada que te haga daño. No quiero lastimarte ni física ni emocionalmente. He sido un idiota por tanto tiempo... y ahora... no quiero arruinar esto.-
Lo miré, sintiendo que el nudo en mi pecho se aflojaba un poco. Había esperado muchas cosas de esta noche, pero lo que no había anticipado era su vulnerabilidad. A pesar de todo, Dongho seguía protegiéndome, seguía preocupándose por mí de una forma que iba más allá de lo físico.
-No me estás lastimando.- Le dije suavemente, tomando su mano y entrelazando mis dedos con los suyos. -Esto es lo que quiero.-
Él cerró los ojos un momento, como si estuviera absorbiendo mis palabras, y luego abrió los ojos nuevamente, su mirada mucho más tranquila.
-Haneul, no quiero que pienses que todo esto se trata solo de... lo físico.- Su voz era suave, pero había una intensidad en ella que me hizo estremecer. -Eres más importante que eso.-
Sonreí, sintiendo una mezcla de emociones que me atravesaban. Toda la confusión, el dolor, y los malentendidos parecían disolverse lentamente. Me acerqué a él, dejando un beso suave en sus labios.
-No me lastimarás, Dongho. Estoy seguro de esto. De ti.-
Por un segundo, todo estuvo en silencio, solo el sonido de nuestras respiraciones. Finalmente, él asintió y me abrazó con fuerza. No había necesidad de palabras en ese momento, el simple hecho de estar juntos, de finalmente admitir lo que sentíamos, era suficiente para mí.
La noche continuó, pero con una suavidad que no esperaba. Ambos dejamos que todo fluyera de forma natural, sin prisas. Esta vez, no había urgencia, solo una conexión que habíamos estado evitando durante mucho tiempo.
Dongho se quitó la camisa con calma, revelando su torso bien esculpido bajo la luz suave de mi habitación. Lo había visto desnudo antes, tantas veces durante los años en los que nuestra amistad era simplemente eso, pero ahora, en este contexto, todo se sentía diferente. Mi corazón latía con fuerza, y sentí cómo el calor subía a mis mejillas. Era casi ridículo cómo algo tan natural me hacía sentir tan nervioso.
Me quedé en silencio, observando cada movimiento suyo, mientras mis pensamientos corrían desordenadamente. Dongho se giró hacia mí, notando mi sonrojo, y sonrió levemente, como si entendiera perfectamente lo que estaba pasando por mi cabeza. A pesar de todo lo que había sucedido entre nosotros, su mirada seguía siendo cálida y segura, como siempre.
-No tienes que ponerte nervioso, Haneul.- Dijo con esa voz suave y reconfortante, mientras se acercaba y se sentaba a mi lado.
Solté una risa nerviosa, sin poder evitarlo, y me pasé una mano por el cabello.
-Es que... no es lo mismo.- Admití, sintiéndome un poco avergonzado. -Ya te había visto así antes, pero... bueno, no así.-
Él soltó una pequeña carcajada, como si mi reacción fuera adorable de alguna manera, y luego extendió una mano para tomar la mía.
-Lo sé, pero no hay prisa. Podemos ir despacio.- Dijo, apretando mi mano suavemente. -Solo quiero que estés cómodo.-
Ese simple gesto me tranquilizó un poco. Me miró con esa familiaridad de siempre, pero ahora había algo más, algo nuevo. Estábamos cruzando una línea que nunca habíamos tocado antes, pero aún así, Dongho seguía siendo él. La misma persona que siempre había estado a mi lado, protegiéndome, preocupándose por mí.
Tomé una respiración profunda y lo miré a los ojos, asintiendo.
-Estoy bien... contigo.-
Dongho sonrió de nuevo, esa sonrisa que siempre me había dado calma. Se inclinó un poco más cerca y me besó en la frente, con una ternura que me desarmó por completo.
-Eso es todo lo que importa, Haneul.- Susurró.
Me relajé un poco más en sus brazos, permitiéndome disfrutar del momento, sin dejar que la ansiedad se interpusiera. Aunque estábamos en terreno desconocido, con Dongho a mi lado, no había necesidad de tener miedo.
El ambiente en la habitación se sentía cargado, pero no de una manera incómoda, sino de una tensión suave, casi vulnerable. Ambos estábamos desnudos, y la cercanía de Dongho me hacía sentir una mezcla de emociones que nunca antes había experimentado. Era como si todo el tiempo que había pasado reprimiendo mis sentimientos ahora se liberara, y aunque estaba nervioso, también me sentía sorprendentemente en paz con todo.
Dongho, con su expresión calmada pero curiosa, rompió el silencio.
-¿Tienes algo para… prepararte?- Preguntó en voz baja, mirándome con seriedad pero con un toque de picardía.
Me sonrojé profundamente al escuchar sus palabras. No era algo que esperara tener que explicar, y menos a Dongho. Señalé la mesita de noche, sintiendo cómo la vergüenza me invadía.
-Ahí… tengo un lubricante.- Murmuré, deseando que el tema pasara rápido.
Dongho alzó una ceja, sorprendido pero visiblemente divertido.
-¿En serio?- Preguntó, dejando escapar una pequeña risa mientras se giraba hacia la mesita. -No sabía que tenías eso a mano, Haneul.-
-Bueno, simplemente tengo mis necesidades…- Respondí, sintiendo que mi cara ardía de vergüenza. No podía ni mirarlo directamente, pero traté de sonar lo más casual posible.
Dongho me miró de nuevo, su sonrisa se tornó más suave, pero sus ojos brillaban con una emoción que no podía descifrar por completo.
-Estoy celoso.- Dijo de repente, sus palabras cargadas de un tono juguetón, pero con una verdad latente.
Lo miré confundido, sin entender completamente a qué se refería. Antes de que pudiera preguntar, él continuó.
-Celoso de que no haya sido yo quien te ayudara antes.- Explicó, con una sonrisa ligera.
No pude evitar reírme un poco, aunque aún me sentía avergonzado por la situación.
-Lo usaba solo.- Dije, levantando la mirada para verlo a los ojos, tratando de mantener la compostura—. Nunca fue para alguien más… solo yo.
Dongho asintió lentamente, acercándose más y colocando su mano en mi mejilla con esa ternura que siempre había tenido conmigo. Sentí cómo su pulgar trazaba suavemente mi piel, y de repente, toda la vergüenza que había estado sintiendo se desvaneció.
-Entonces no tengo nada de qué preocuparme.- Murmuró, su voz volviendo a ese tono cálido y reconfortante.
Asentí, sin decir nada más, solo permitiéndome disfrutar del momento. Con Dongho, todo parecía estar bien, incluso en situaciones que jamás imaginé estar, y aunque aún quedaba mucho por procesar, en ese momento no importaba nada más que estar ahí, con él.
Dongho tomó el lubricante de la mesita de noche en silencio, su expresión calmada pero concentrada. Yo observaba cada movimiento, nervioso, pero al mismo tiempo sintiendo una extraña calma por su presencia. A pesar de lo que estaba por pasar, había algo en su mirada que me transmitía seguridad, algo que siempre había sido parte de él.
Con delicadeza, empapó sus dedos en el lubricante y me miró por un segundo, buscando mi aprobación. Asentí, sintiendo mi corazón acelerarse, y me preparé para lo que vendría. Sabía que iba a ser cuidadoso, que no haría nada que pudiera hacerme sentir incómodo o inseguro. Así era Dongho, siempre atento, siempre priorizando mi bienestar, incluso en momentos como este.
Cuando sentí su primer contacto, suave pero decidido, no pude evitar contener la respiración. A medida que comenzaba a trabajar con cuidado, sus dedos se movían con precisión, tomando su tiempo, asegurándose de que cada movimiento fuera medido. Él mantenía la concentración, observando mi reacción, ajustando su toque a cómo me sentía.
-Dime si te incomoda en algún momento.- Dijo suavemente, su voz casi un susurro, apenas rompiendo el silencio de la habitación.
Asentí de nuevo, sin poder articular palabras. Sabía que podía confiar completamente en él, y aunque mi mente estaba llena de pensamientos, era incapaz de procesarlos. Sólo sentía. Sentía su tacto, la conexión que había crecido entre nosotros, y cómo esa barrera que habíamos mantenido durante tantos años finalmente se desmoronaba.
Con cada movimiento, me aseguraba de estar bien, sus dedos moviéndose con suavidad, empujando los límites sin jamás cruzarlos. Había una especie de sincronía en todo, como si todo hubiera estado destinado a pasar de esta manera.
El ambiente en la habitación se volvió más denso, cargado de una tensión palpable que solo aumentaba con cada movimiento de Dongho. Sentí cómo sus dedos se adentraban más, con un ritmo pausado, meticuloso, y justo cuando pensaba que no podía sentir más, un impacto preciso me hizo arquear la espalda y soltar un gemido que no pude contener. Mis manos se aferraron a las sábanas, buscando algún tipo de ancla mientras mi cuerpo reaccionaba por instinto a lo que él estaba haciendo.
-¿Estás bien?- Preguntó con esa mezcla de preocupación y deseo que solo Dongho sabía manejar. Mi cabeza asentía automáticamente, incapaz de decir algo coherente. Sabía que él lo entendía, porque sus dedos no se detuvieron, continuaron buscando ese punto una y otra vez, con más profundidad, haciendo que mi mente se nublara.
Cada vez que alcanzaba ese lugar exacto, una oleada de placer recorría mi cuerpo. Mi respiración era pesada, irregular, y cada gemido que escapaba de mis labios lo sentía como una confesión. Todo lo que había reprimido durante años parecía desbordarse en esos momentos. Lo había soñado tantas veces, imaginado de mil formas, pero nada se comparaba con la realidad de estar ahí, con él, de ser vulnerable y sentirme al mismo tiempo seguro.
-Dongho...- Logré susurrar entre jadeos, mi voz rota, casi suplicante, aunque ni siquiera sabía exactamente qué estaba pidiendo. Él no dijo nada, pero sus ojos, llenos de intensidad, lo decían todo.
La habitación estaba inmersa en una mezcla de emociones, calor y expectativa. Mi corazón latía con fuerza mientras sentía el cuerpo de Dongho tan cerca, cada movimiento suyo aumentando la tensión que ya era casi insoportable. Separé mis piernas con nerviosismo, invitándolo, y con la voz apenas un susurro, le dije:
-Te quiero dentro...-
Apenas podía creer que había dicho esas palabras, pero no había vuelta atrás. Lo deseaba tanto, y lo sabía. Dongho me miró con una mezcla de ternura y deseo, sus manos recorriendo mi cuerpo con suavidad. Era tan distinto a lo que había imaginado, todo más intenso, más real. Su preocupación por no hacerme daño se notaba en cada caricia.
-No quiero lastimarte...- Murmuró él, pero había una firmeza en sus movimientos que demostraba que me entendía perfectamente.
-No me vas a lastimar.- Le aseguré, mi voz sonando más segura de lo que me sentía. Estaba entregado a él, confiando en que todo lo que habíamos reprimido durante años finalmente estaba saliendo a la superficie.
Me tomó un momento antes de sentir su calor envolviéndome por completo. Una sensación de plenitud me invadió, el tiempo pareció detenerse. Era como si todo lo que había esperado finalmente estuviera ocurriendo, y aunque las palabras no salían, estaba claro lo mucho que nos habíamos contenido.
Este era nuestro momento.
Dongho se posicionó entre mis piernas, su mirada fija en la mía. Mi cuerpo temblaba de expectación mientras lo sentía acercarse más y más. Sabía lo que venía, y aunque había esperado por esto durante tanto tiempo, la realidad era mucho más intensa de lo que había imaginado. Cuando finalmente comenzó a entrar, lo hizo lentamente, con una paciencia que me sorprendió.
Sentí una mezcla de incomodidad y placer a medida que su cuerpo se abría paso en el mío. Era tan estrecho, más de lo que esperaba, pero no me importaba. Cada centímetro que avanzaba hacía que mi respiración se acelerara, y mis manos se aferraban a las sábanas mientras trataba de adaptarme a la sensación.
Dongho se movía despacio, cuidando de no ir demasiado rápido.
-Dime si te duele.- Susurró, con su voz suave pero cargada de preocupación. Yo asentí rápidamente, intentando respirar de forma controlada.
-No... estoy bien.- Murmuré entrecortadamente, mi cuerpo ajustándose poco a poco a su presencia.
El calor de su piel, la forma en que sus manos sostenían mis caderas con delicadeza, todo parecía tan surrealista, tan perfecto, y aunque era un momento de vulnerabilidad para ambos, no había lugar para el miedo. Solo estábamos nosotros dos, finalmente juntos, en una danza que había tardado años en comenzar.
Mi respiración se volvió más pesada mientras sentía a Dongho dentro de mí, el calor de su cuerpo presionando contra el mío. Cada movimiento era lento al principio, como si quisiera asegurarse de que todo estaba bien, pero no pude evitar sentir que necesitaba más. Mi mente estaba envuelta en una mezcla de deseo y ansiedad, y antes de poder controlarlo, las palabras salieron de mis labios.
-Más rápido... por favor.- Pedí entre jadeos, mi voz apenas audible.
Dongho me miró por un instante, como buscando alguna señal de que estuviera realmente bien. Luego asintió, sus manos aferrándose a mis caderas con más firmeza. Sentí cómo aumentaba el ritmo, sus movimientos volviéndose más profundos y más rápidos con cada empuje. Era enorme, más de lo que esperaba, y eso solo intensificaba todo lo que sentía.
El placer se mezclaba con una sensación de plenitud, de que finalmente todo estaba donde debía estar. Me aferré a él, mis manos encontrando su espalda mientras mi cuerpo respondía a cada uno de sus movimientos. Era una conexión física y emocional, algo que había deseado durante tanto tiempo pero que jamás imaginé que se sentiría de esta manera.
-Dongho...- Susurré, mi voz temblando, sintiendo cómo mi corazón latía al mismo ritmo que el suyo, como si estuviéramos sincronizados en cada respiración y cada movimiento.
Dongho me besaba con una intensidad que nunca antes había sentido, sus labios reclamando los míos mientras cada movimiento me llenaba por completo. Sus manos, cálidas y firmes, recorrieron mi espalda, sosteniéndome y asegurándose de que no hubiera distancia entre nosotros. Cada beso profundizaba nuestra conexión, mientras sus movimientos dentro de mí seguían un ritmo lento pero profundo, casi reverente.
Entre besos, apenas lograba contener los suspiros y murmullos de placer que escapaban de mis labios. Sentirlo tan cerca, en cuerpo y en alma, era algo que había anhelado durante tanto tiempo y ahora se sentía como un sueño hecho realidad.
La intensidad del momento nos llevó a ambos al límite, y en un último movimiento profundo, sentí cómo Dongho me abrazaba con fuerza, soltando un suspiro grave y entrecortado en mi oído. La calidez de su cuerpo me envolvía, y una oleada de sensaciones finalmente nos hizo explotar juntos, entrelazados, con nuestras respiraciones pesadas y desordenadas llenando el espacio. Me aferré a él, sintiendo cómo mi propio cuerpo cedía a la intensidad, perdiéndome en esa conexión que habíamos compartido tan completamente.
Por unos segundos, no hubo palabras. Solo su respiración y la mía, nuestros cuerpos relajados y juntos en un abrazo que parecía tan reconfortante como íntimo. Estábamos allí, sin pretensiones, simplemente compartiendo ese momento que, en el fondo, sabía que había esperado durante años.
La noche se alargó, envolviéndonos en una intimidad que parecía haber estado siempre latente entre nosotros. Después de ese primer instante, nos quedamos quietos, simplemente mirando al otro en silencio, como si temiésemos romper la magia que se había tejido alrededor nuestro. Pero con el tiempo, entre caricias y miradas, nos fuimos redescubriendo.
Dongho me susurraba cosas, algunas risueñas, otras profundas, y entre risas compartidas y palabras suaves, sentí cómo nuestras barreras caían, una a una. Me llenaba de una paz y una felicidad que, aunque frágil, se sentía intensamente real. Fue una noche sin prisas, en la que nos dejábamos llevar por las emociones, disfrutando de la cercanía y de la calidez que habíamos estado evitando durante tanto tiempo.
Cada momento parecía eterno, pero también perfecto, y al final, quedamos enredados el uno en el otro, agotados pero con una sensación de plenitud que ninguno de los dos se atrevía a romper.