Melanie Harper quiere disfrutar de unas merecidas vacaciones antes de enfrentar su dura realidad y tomar una decisión que afectará, sin duda, el resto de su vida, sin embargo, no contaba con que Conor Sullivan apareciera en su vida, y la hiciera vivir todas las aventuras que alguna vez soñó con experimentar.
Conor Sullivan guarda un secreto, es el Capo de la mafia Irlandesa, pero no dejará que Mel se aleje de él por su trabajo, antes peleará con la misma muerte de ser necesario.
Porque si encuentras a la persona que te hace feliz tienes el derecho a hacer lo que sea para conservarla a tu lado, incluso si aquello implica que sangres.
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Verdad
Conor
Sabía que Mel no lo tomaría bien. Lo que no sabía era el dolor que provocaría en mí verla así.
La abrazo con fuerza y la dejo buscar consuelo en mis brazos, feliz de que todavía quiera hacerlo.
Pensé que saldría corriendo, pero sigue aquí. Y eso es más de lo que esperé.
–¿El vídeo de los turcos? –pregunta después de un rato, todavía con su rostro escondido en mi pecho–. Fuiste tú, ¿no?
Respiro profundamente antes de responder: –Fui yo.
Se aleja y me mira. Hago una mueca al ver tanta decepción y tanto dolor en su mirada.
–Eres un asesino… No puedo creerlo, no quiero creerlo. ¿Tu abu lo sabe?
–Lo sabe.
–Pero… parecen tan normales.
Me rio sin poder evitarlo. –Por supuesto que somos normales, ¿qué esperabas?
Se sonroja. –No lo sé, armas y guardias en cada rincón. Imaginaba que un Capo no salía a ningún lado sin sus guardias.
–Puedo defenderme solo y mis hombres lo saben.
–¿Hombres? –repite tratando de entender–. Tienes hombres.
Se aleja y me da la espalda por lo que se siente horas.
–Mel –la llamo.
Se ríe histéricamente. –Tengo el peor gusto en hombres –dice girándose y enfrentándome–. ¿Un asesino? ¿Organización criminal? Ni siquiera sé si quiero preguntar qué venden. ¿Eres socio de Adam?
Duele. Merezco esa pregunta, pero no puedo evitar sentir un aguijón en mi pecho.
–No tengo nada que ver con ese hijo de puta –mascullo–. Mis amigos y yo nunca nos asociaríamos con esa escoria.
Se ríe. –¿Crees que lo que tú haces es mejor que lo que Adam hace? –Se detiene, y suelta suspiro tembloroso–. Lo siento, no quiero lastimarte –me mira con culpa–. Es solo que… –Pasa sus manos por su rostro, y luego por su cabello, desordenándolo en el proceso–. He pasado gran parte de mi vida rompiéndome el lomo para evidenciar a ratas como…–se calla de nuevo y pega un grito de frustración–, a organizaciones como la tuya, Conor. Yo…–Se cruza de brazos y me mira fijamente–. ¿Amigos? ¿Eso quiere decir que Mauro Farina...? –deja la pregunta sin terminar mientras sus hermosos ojos se estrechan en los bordes, suspicaces.
Me tenso y me cruzo de brazos también. No expondré a mis amigos, por nadie, ni siquiera por Mel. Mis amigos son mis hermanos y daría mi vida por cualquiera de ellos, sin dudarlo ni un segundo. Es una lealtad que está por sobre cualquier persona.
–No responderé eso. Esta conversación trata de lo que yo hago para ganarme la vida.
–¿Y qué es lo que haces aparte de matar a docenas de personas? Mierda. No debí decir eso –recula claramente arrepentida.
Me acerco a ella y tomo su rostro en mis manos.
–Mel, habla libremente. Sé que esto no es fácil.
–No lo es.
–Lo sé –insisto–, y lo entiendo. Lo único que quería es ser sincero contigo, no quiero ser como Lenny. No quiero ser catalogado como otro hombre que pasó por tu vida y te engañó.
Niega con la cabeza. –No eres como Lenny, Conor, pero lo que haces es peor.
Afirmo mi frente en la suya y respiro profundamente. –Lo sé, pero es lo que siempre he hecho y no me arrepiento de nada.
–¿Cómo puedes decir algo así, Conor? Todas las vidas que has tomado, tantas familias… El Conor que yo creía conocer nunca diría algo así –dice y duele. Duele tanto–. El Conor que conozco es un hombre que se detiene a ayudar a una desconocida. Es el hombre sensible que ama a su abuela y a sus animales. Es el hombre que más se ha preocupado por mí después de mi papá. ¿Cómo puedes decir algo así?
–Por ser Capo no dejo de ser lo otro, Mel. Me preocupo por ti, quizá demasiado, y me gustas más de lo que me atrevo a admitirme a mí mismo.
–¿Qué es lo que haces o vendes? –pregunta cansada.
–Drogas sintéticas principalmente. Y sí, se que suena mal, pero yo no obligo a nadie a comprar esa mierda, Mel –me detengo cuando me doy cuenta que me veo patético, excusándome por algo que Mel claramente no puede entender, y mucho menos comprender–. Y también vendo armas, y arte robado.
Niega con la cabeza. –No puedo con esto.
–No puedes irte –digo angustiado–. Recuerda que Adam puede estar vigilándonos –improviso. No permitiré que se vaya, no ahora, quizá nunca.
Retrocede unos pasos y me mira con resolución.
–No soy una cobarde, Conor, y te aseguro que no me iré de aquí sin mi historia.
Suelto un suspiro aliviado. –¿Y qué hay de nosotros?
–No hay un nosotros, Conor –declara firmemente–. No puedes pedirme que olvide lo que me acabas de decir y tampoco puedo hacer la vista gorda.
–Mel –susurro con desesperación.
–No te preocupes, tu pequeño secreto está a salvo conmigo –suelta con un toque de ironía goteando de sus palabras–. Pero no me puedes pedir más. Nosotros no somos nada. Ni siquiera nos hemos acostado –suelta en un susurro como si hubiese alguien más en la habitación.
–Eso lo podemos resolver ahora mismo –digo para tratar de aligerar el ambiente con humor.
Mel sonríe, pero niega con su cabeza. –Creo que nos irá mejor como amigos –dice–. No me mires así –pide, sorprendiéndome.
–¿Cómo te estoy mirando?
–Como si te estuviera quitando algo importante. Esto no es una tragedia amorosa, Conor. No hay sentimientos involucrados, ¿verdad? –pregunta en un susurro. Me quedo mirando sus ojos y me parece ver anhelo en ellos, pero quizá es mi ego mostrándome lo que quiero ver–. ¿Verdad?
–Verdad –digo porque Mel no merece que la engañe.
No sé qué es lo que me pasa con ella y hasta que no lo descubra no haré un movimiento. No puedo lastimarla, a ella no.
Asiente con una sonrisa tensa.
–¿Tenemos un trato? –pregunta enseñándome su mano.
La tomo y la agito. –Tenemos un trato.
–Ahora dime todo lo que sabes de Adam –exige sentándose en la cama mientras coge su iPad y abre un block de notas–. No te calles nada.
Sonrío ya que puedo ver a la gran Melanie Harper en acción.
Y supongo que con eso, por ahora, es suficiente.