Dos jóvenes de mundos opuestos se encuentran por casualidad una noche de Halloween. Ella, proveniente de una familia adinerada y de clase alta, y él, de una humilde familia de escasos recursos económicos en la zona más desfavorecida de Florida. A pesar de sus diferencias sociales, sus miradas se cruzan y surge una conexión instantánea entre ellos, una atracción que parecía destinada a ser efímera.
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Luchando por la Redención
Alejandra
Capítulo 19 - Luchando por la Redención
El abogado me mira con una expresión de lástima y, con cautela, se acerca a mí.
—Señorita Alejandra, entiendo que esto debe ser sumamente difícil para usted —dice, con voz grave—. Pero me temo que la decisión de la familia es inapelable.
Siento que la desesperación me consume y, sin poder contenerme, me levanto de la silla, enfrentándolo con determinación.
—¡No puede estar hablando en serio! —exclamo, con la voz quebrada por la emoción—. Yo solo estaba intentando ayudar a alguien que lo necesitaba.
El abogado me mira con una expresión severa y, sin inmutarse, continúa:
—Señorita Alejandra, entiendo que sus intenciones hayan sido buenas —dice, con firmeza—. Pero eso no justifica el hecho de que haya utilizado fondos que no le pertenecen.
Siento que la frustración me domina y, sin poder contenerme, golpeo el escritorio con las palmas de las manos.
—¡Pero todo esto es un malentendido! —grito, con desesperación—. ¿Acaso no pueden ver que solo quería hacer una diferencia en la vida de alguien?
El abogado me mira con una expresión impasible y, con un gesto, me indica que me siente.
—Señorita Alejandra, la familia ha tomado una decisión —dice, con voz grave—. Y me temo que no hay nada que usted pueda hacer para cambiarla.
Siento que las lágrimas brotan de mis ojos y, sin poder contenerme, me dejo caer en la silla, cubriendo mi rostro con las manos.
—Por favor, señor, no puedo ir a la cárcel —susurro, con la voz entrecortada—. Tengo mi vida por delante, mi futuro... ¿Cómo pueden hacerme esto?
El abogado me mira con una expresión de lástima y, con cautela, se acerca a mí.
—Señorita Alejandra, entiendo su angustia —dice, con voz suave—. Pero me temo que la familia ha sido muy clara en sus intenciones.
Siento que la desesperación me consume y, sin poder contenerme, me aferro a sus brazos, suplicando con lágrimas en los ojos.
—Por favor, señor, déjeme hablar con mi padre —imploro, sintiendo que mi voz tiembla—. Él debe entender que yo solo quería ayudar.
El abogado me mira con una expresión grave y, con cautela, se aparta de mi agarre.
—Me temo que eso no será posible, señorita Alejandra —dice, con voz grave—. Su padre ya ha sido informado y ha respaldado la decisión de la familia.
Siento que el mundo se desmorona a mi alrededor y, sin poder contenerme, me levanto de la silla, enfrentándolo con una mirada llena de determinación.
—¡Eso no puede ser cierto! —exclamo, con vehemencia—. Mi padre jamás aceptaría algo así. Él sabe que yo solo quería hacer lo correcto.
El abogado me mira con una expresión de lástima y, con un gesto, me indica que me siente.
—Señorita Alejandra, me temo que su padre ha sido inflexible en su posición —dice, con voz grave—. Él ha respaldado la decisión de la familia de proceder con los cargos en su contra.
Siento que el mundo se desmorona a mi alrededor y, sin poder contenerme, me dejo caer en la silla, cubriendo mi rostro con las manos.
—No, esto no puede estar pasando —susurro, con la voz quebrada—. Yo solo quería ayudar a Marcos y a su familia. ¿Cómo pueden hacerme esto?
El abogado me mira con una expresión de lamento y, con cautela, se acerca a mí.
—Señorita Alejandra, entiendo su frustración —dice, con voz suave—. Pero la familia ha tomado una decisión y no parece dispuesta a dar marcha atrás.
Siento que la ira me domina y, sin poder contenerme, me levanto de la silla, enfrentándolo con una mirada llena de determinación.
—¡Eso no puede ser! —grito, con la voz temblorosa—. Yo no puedo ir a la cárcel, ¡no puedo perderlo todo por intentar ayudar a alguien!
El abogado me mira con una expresión grave y, con firmeza, responde:
—Me temo que esa decisión ya ha sido tomada, señorita Alejandra —dice, con voz severa—. Usted deberá enfrentar las consecuencias de sus actos.
Siento que la desesperación me invade y, sin poder contenerme, me aferro a sus brazos, suplicando con lágrimas en los ojos.
—Por favor, señor, debe haber algo que pueda hacer —imploro, sintiendo que mi voz tiembla—. No puedo permitir que todo se derrumbe por intentar ayudar a Marcos.
El abogado me mira con una expresión de lástima y, con cautela, se aparta de mi agarre.
—Lo siento, señorita Alejandra, pero la decisión de la familia es inapelable —dice, con voz grave—. Usted deberá enfrentar los cargos de malversación de fondos.
Siento que el mundo se desmorona a mi alrededor y, sin poder contenerme, me dejo caer de rodillas, sollozando sin control.
—No, por favor, no pueden hacerme esto —suplico, con la voz entrecortada—. Yo solo quería cambiar la vida de alguien.
El abogado me mira con una expresión de lamento y, con cautela, se acerca a mí.
—Señorita Alejandra, entiendo su desesperación —dice, con voz suave—. Pero me temo que la familia ha sido inflexible en su posición.
Siento que la frustración me consume y, sin poder contenerme, golpeo el suelo con los puños, gritando con desesperación.
—¡No es justo! —exclamo, con la voz quebrada—. Yo solo quería ayudar a Marcos a cumplir sus sueños. ¿Cómo pueden hacerme esto?
El abogado me mira con una expresión de lástima y, con cautela, se acerca a mí, extendiendo una mano para ayudarme a levantarme.
—Señorita Alejandra, entiendo su angustia —dice, con voz grave—. Pero me temo que la decisión de la familia es inapelable. Usted deberá enfrentar las consecuencias de sus actos.
Siento que la desesperación me domina y, sin poder contenerme, me aferro a su chaqueta, suplicando con lágrimas en los ojos.
—Por favor, señor, debe haber algo que se pueda hacer —imploro, sintiendo que mi voz tiembla—. No puedo perderlo todo por intentar ayudar a alguien.
El abogado me mira con una expresión de lamento y, con cautela, se aparta de mi agarre.
—Lo siento, señorita Alejandra, pero la familia ha sido clara en sus intenciones —dice, con voz grave—. Usted deberá enfrentar los cargos de mal…
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