Fernanda Salas, es una joven llena de optimismo, amante de la lectura y de la vida. Para ella no hay problema que no tenga solución, incluso cuando las cosas van mal en su vida, ella siempre mantiene una sonrisa.
Sin embargo, cuando es despedida de cada uno de los trabajos a los que aplica, ella no puede seguir siendo optimista, más cuando llega a la conclusion que la razón detras de sus despidos es el extremadamente guapo y frío CEO Max Hidalgo.
Fernanda deduce que aquel hombre guapo y rico quiere mantener una relación de sumisión con ella, tal como la de esos CEOs despiadados de las novelas webs.
Pero, ¿ella estará en lo correcto?, ¿será que sus desafortunados encuentros se deben a algún plan malévolo o solo serán casualidades del destino?
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Max: ¿Debería llevarla a casa?
No sabía la razón, pero pude notar algo extraño en Fernanda. Parecía un poco desanimada. Lo que se me hizo un poco extraño dado que estaba acostumbrado al maremoto que era, ya sabes, siempre está parloteando de un lado para otro. Pero su actitud luego de salir del hospital había cambiado por completo.
Se mostraba apagada como si las baterías que movían su psique se hubiesen terminado.
— Aarón Treviño es un gran científico a pesar de su corta edad ha ganado el reconocimiento mundial debido a sus investigaciones. Así que no necesitas estar tan preocupada, Fernanda. Su evaluación del caso de Angélica es prometedor.
Me guardé para mí mismo que aquel científico fue el que trató la extraña enfermedad de mi sobrino Andresito, la cual era incurable. Por lo que mi confianza hacia ese hombre era infinita. Tenía la seguridad de que con su ayuda se iba a encontrar un tratamiento para Angélica.
— Lo sé — respondió Fernanda haciendo que saliera de mis pensamientos.
— Pareces agotada — comenté.
— Solo estoy un poco cansada. Este día ha estado lleno de emociones. Tal vez necesite un par de copas para digerir mis emociones — contestó mirando por la ventana.
Realmente su actitud me estaba haciendo sentir un poco descolocado. No estaba acostumbrado a que ella se viera así, por lo que hice algo que nunca me había atrevido a hacer.
— También estaba pensando en tomar unas copas. Freddy por favor conduzca al Club Golden — le dije al chofer sin esperar la opinión de Fernanda.
Sabía que estaba siendo arbitrario, no tenía justificación para este tipo de comportamiento, mi única excusa es que me deje llevar por mis impulsos.
Cuando llegamos al Club, era de noche, la luz de las estrellas alumbraban el cielo nocturno. Debido a que hacía un poco de frío, sin miramientos, guie a Fernanda hasta la barra del bar.
— Buenas noches, Señor Hidalgo, joven dama ¿qué desean servirse? — cuestionó el barman.
— Vodka para mí — dijo Fernanda.
— Lo de siempre — le dije.
Cuando el Barman se retiró a servir nuestros pedidos, Fernanda me dio una mirada larga.
— ¿Es un buen bebedor? — me preguntó con una sonrisa que me hizo sentir temor.
— ¿Por qué lo preguntas?
— ¿Qué tal si hacemos una competencia? — preguntó mientras movía las cejas de arriba hacia abajo.
Al ver qué ella había vuelto a ser la misma chica sonriente y relajada del pasado, mi corazón, que se encontraba tenso, se volvió ligero. Lo que me hizo sentir un poco desubicado, no sabía la razón por la que me sentía de esta manera.
— No me ganarás jamás. Así que no tientes tu suerte.
— ¿Cómo sabes que no lo haré? Cuando se trata de competir soy la mejor. Nunca he perdido ninguna competencia.
Sacudí la cabeza ante su persistencia. Ella no sabía de lo que estaba hablando. Ya que uno de los requisitos para poder sacar a flote una compañía como la mía, tuve que aprender a ser un gran bebedor. La mayoría de los grandes negocios siempre se cerraban bebiendo.
— Camarero traiga una botella del licor más fuerte que tenga — ordenó mientras se tomaba su copa de vodka.
Ella estaba loca.
No tomó mucho tiempo para que el Camarero llegara una botella de licor y un par de copas con hielo. Aunque intenté detener a Fernanda, ella cogió rápidamente la botella y sirvió las copas.
— No competiré contigo — dije con seriedad — Ahora deja esa botella que soy tu jefe.
— Jajaja — soltó una carcajada al escucharme decir aquello — Le recuerdo que ya terminó mi horario laboral y este es mi tiempo libre, señor. Así que haré lo que quiera con él. Si es un mal bebedor solo debe decirlo, no me reiré, por lo que no necesita escudarse en su identidad como mi superior — contestó de manera provocativa.
Por primera vez en mi vida tuve unas inmensas ganas de demostrar algo. Quería enseñarle una lección a la chica tonta delante de mí, a la cual parecía gustarle desafiar su suerte.
— Está bien, que conste que usted fue la que quiso jugar este juego — dije mientras tomaba una de las copas y la bebía hasta el fondo.
Un ligero sabor amargo asaltó mi boca y viajó hasta la boca de mi estómago calentando por completo mi interior. Debido a la sensación extraña y repentina, no pude evitar entrecerrar los ojos, acción que no pasó desapercibida para Fernanda.
— Pobrecito — canturreo.
— Soy tu jefe, más respeto — dije llevándome otra copa de alcohol a la boca.
— No, no lo es — refutó Fernanda imitando mis acciones.
— Sí, si lo soy — insistí mientras tomaba otra copa, esta vez más llena de lo normal.
— No, porque ahora no estamos en la oficina. Así que solo es Max para mí. Max — canturreo mi nombre al final, luego se sirvió una copa rebosante y se la bebió sin parpadear.
Por alguna razón, la forma en la que dijo mi nombre y me miró mientras bebía hizo que mi corazón perdiera un latido.
¿Ya estaba borracho?
— No somos tan cercanos para que me llame por mi nombre — le dije sintiéndome avergonzado.
— Pero usted sí puede tutearme y llamarme por el mío.
Sacudí al darme cuenta de que esta conversación no estaba yendo a ningún lado. Además, también deduje que Fernanda estaba borracha, parecía que el alcohol le daba coraje y la volvía valiente. Era eso o estaba aprovechando el momento para sacar a relucir sus quejas. Con esta idea en mente intenté cuestionarla.
— ¿Por qué estabas tan distraída hace un rato? — le pregunté.
Fernanda miró la copa que estaba bebiendo, luego la balanceo de un lado para otro antes de volver a mirarme con fijeza.
— Eso es… es… porque eres un idiota — soltó dejándome boquiabierto.
¿En qué momento me convertí en un idiota?
Justo cuando iba a reclamarle, Fernanda cayó dormida sobre la barra. Su cabeza impactó por completo la mesa, el ruido fue tan fuerte que por un momento no pude reaccionar.
— Y decías que eras la mejor bebedora, solo media botella te dejó en KO — susurré con reproche.
Mientras me acercaba a su lado a comprobar su estado, no pude evitar pensar en que era lo que iba a hacer con ella cuando ni siquiera sabía en dónde vivía.
¿Debería llevarla a casa?