La Niñera

Aquellos ojos que un día me dieron esperanza y luego me la quitaron, mi cuerpo empieza a temblar, si no es porque estoy tomada de gancho de Caleb ya estaría en el piso.

Él me agarra fuerte y sabe que no me encuentro bien, siento como se gira para mirar el motivo de mi inestabilidad y da por sentado todo.

No sé que pretende hacer, porque comienza a avanzar hacia Rodrigo Santo Domingo, quien por supuesto no está solo, mi linda hermana está con él.

- Señor Santo Domingo, no pensé que fuera a venir. Me dijeron que estaba de viaje.

- Señor Miller, veo que está en buena compañía, y me avisaron que usted había llegado así que volví.

Los dos hombres se saludan mientras mi hermana no deja de tocar a Rodrigo, sus manos pasan de su brazo a su pecho.

- Linda mujer la que lo acompaña el día de hoy.

- Ella es.. - se queda un momento sin palabras, pero se recompone. - Ella es mi amiga.

Veo como se le desencaja la cara a mi adorada hermana, esa no me la esperaba.

- Mucho gusto señorita. - ella le da la mano a Caleb un poco disgustada.

- Pero usted no se queda atrás, la mujer que lo acompaña es muy linda, se puede saber quien es.

- Oh, claro ella es Clara y es mi novia.

Trago saliva al escuchar esas palabras, a qué viene todo esto, porque mi jefe ha dicho que soy su novia que es lo que pretende.

- Mucho gusto señorita.

- Mucho gusto, señor Santo Domingo.

El solo toque de su mano me hace sentir un corrientazo por todo mi cuerpo, no es nada desagradable, bueno no del todo.

- Le pido un perdón tenemos que hablar con otras personas. - Rodrigo se retira con su novia, y mientras tanto yo me vuelvo hacia Caleb.

-Qué está pasando porque dijo que yo era su novia.

- Cálmate por favor, lo hice para ver si el era capaz de refutar de que tú eras su esposa, no lo hizo así que no le interesas en lo más mínimo.

Que duras palabras, pero tan ciertas si sintiera algo por mí, hubiera dicho algo sobre mi relación con Caleb, pero no fue así.

Mi estado de ánimo bajo mucho, ya no sentía esa alegría con la que había llegado, dos años sin vernos y no es capaz hablarme o de saludarme de otra manera.

Pero porque me preocupan cosas tan pequeñas es el hombre que recuerdo, me parecería extraño si sucediera algo diferente.

Trato de despejar mi mente y de seguir con la velada, Caleb no me deja sola ni un solo instante y a cualquier persona que me presenta lo hace como su novia.

- Voy a retirarme un momento.

Me muestra una hermosa sonrisa y yo me voy para el baño, entro y comienzo a respirar pesadamente.

- No puedo más.

De pronto unas manos grandes se posan a mis dos costados y el cuerpo del extraño me aprisiona.

- No puedes con que, querida esposa.

Ahora sí estoy en problemas, levanto la vista para mirar el espejo y ahí está él, Rodrigo Santo Domingo en todo su esplendor y en toda su ira. Sus ojos solo destellan el veneno por algo que yo ni siquiera se que hice mal.

-Aléjatee de mí.

- Porque debería, somos esposos.

- Eso no es verdad, el contrato se venció hace unos días, todo termino.

- Mi pequeña flor, si yo no lo paso a la notaría nuestro matrimonio sigue vigente. - pensé que me había librado de esa situación.

- Déjame ser libre, ya tienes lo que querías. - su voz en un susurro en mi oído, las palabras que salen de su boca me encienden ya sean palabras duchas con rabia o con ira.

- Tú vas a ser mía, te guste o no, no mentía cuando te dije que nadie debía de tocarte ni mirar tu cuerpo como lo hacen todos los cerdos que están acá, incluso tu novio.

Sus manos pasan del frío mármol del lavamanos hasta mis caderas. Ese solo toque me hizo perder por completo la cabeza, no sabía que sentir o que hacer, su respiración en mi cuello se hizo más agitada.

- De... ja...me - fueron las únicas palabras que salieron de mi boca, no me atreví a decir más por miedo a que mi emoción, excitación no sé cómo llamarlo. Me metiera en problemas y él pensará que tenía algún control sobre mí.

- Por ahora te voy a dejar, pero ten seguro que muy pronto nos volveremos a ver.

Aprieta mis caderas y antes de retirarse y comienza a succionar una parte de mi cuello, sin mucho ánimo dejo caer mi cabeza hacia su hombro.

No sé cuánto tiempo pasa, pero parece eterno el momento, cuando él se separa comienzo a recobrar mi sentido. Me soltó bruscamente y se marchó sin decir una sola palabra.

Me miró al espejo y veo una marca bastante grande en mi cuello, el muy maldito me hizo un chupón, sabía que eso no se iba a quitar con agua pero una así lo intente.

Tranquilízate y sal del baño.

Realice unos ejercicios de respiración hasta que mi alocado corazón y mi alborotada mente se calmaron, para que no se viera aquella marca coloque mi cabello para ese lado, lo disimulaba un poco, solo necesitaba que lo cubriera mientras nos íbamos.

La noche siguió sin ningún contratiempo, Caleb no me dejó sola y yo no me atreví a apartarme de él.

Ya estando de salida me choqué con alguien, mi mente estaba pensando en que alguien me estaba vigilando. Sentía temor de lo que podría pasar.

- Lo siento mucho. - me disculpé con la persona.

- Mi cuñada favorita en una gala como está. Eso me sorprende. - sabía de quién era la voz y lo único que hice fue abrazarlo con fuerza. - Sé que extrañabas, pero no de ese modo, cuando llegaste y porque no me lo dijiste.

- No quería molestarte además estaba pensando en invitarte a almorzar.

- Mis hijos extrañan a la tía.

- Yo también.

Un carraspeó nos saca de nuestra conversación, y no es nada más y nada menos que Rodrigo.

- No sabía que se llevarán tan bien, me imagino que sabes que la señorita tiene novio. - él señala a Caleb, quien me dedica una sonrisa hermosa, la cual me hace soltar un suspiro.

- No lo sabía, desde cuándo estás con él. - odio mentirle, pero es por el bien mío.

- Como te parece. - le sonrió aún sabiendo que él no me cree nada.

- De acuerdo cuando tengas un tiempo libre me llamas y salimos.

- Este fin de semana me parece muy bien, eso sí tú no tienes ningún problema.

Cuando nos estábamos despidiendo Rodrigo se acercó hasta mí y sin que nadie más lo escuchará hablo.

- No va a ser posible separarte de mi, querida.