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CONTRATADO PARA DESTRUIRME

CONTRATADO PARA DESTRUIRME

Status: En proceso
Genre:Amor tras matrimonio / Maltrato Emocional / Embarazo no planeado / Casarse por embarazo / Casada con el millonario / Divorcio
Popularitas:7.3k
Nilai: 5
nombre de autor: Yazz García

Gabriela Estévez lo perdió todo a los diecinueve años: el apoyo de su familia, su juventud y hasta su libertad… todo por un matrimonio forzado con Sebastián Valtieri, el heredero de una de las familias más poderosas del país.
Seis años después, ese amor impuesto se convirtió en divorcio, rencor y cicatrices. Hoy, Gabriela ha levantado con sus propias manos AUREA Tech, una empresa que protege a miles de mujeres vulnerables, y jura que nadie volverá a arrebatarle lo que ha construido.

NovelToon tiene autorización de Yazz García para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Lo que nunca dije

SEBASTIÁN

Quince años atrás…

Nunca me gustó recordar esa noche. Pero ahí estaba, años después, todavía clavada como una espina en mi memoria.

Todavía estábamos jóvenes y Valentina apenas tenía algunos meses.

Los días en la mansión Valtieri eran una condena: mi padre nos vigilaba como un general, mi madre fingía sonrisas para la sociedad, y Gabriela… Gabriela se ahogaba entre los comentarios venenosos de mi familia, las miradas inquisidoras de los sirvientes y las órdenes disfrazadas de consejos.

Había llegado tarde —Otra reunión interminable con mi padre— y traía el humo del cigarro pegado a la ropa y el cansancio clavado en los huesos. Ella me esperaba con los ojos hinchados, la mirada rota.

—No puedo más, Sebas —me dijo, apenas cuando crucé la puerta.

—¿Qué pasó ahora? —pregunté, ya a la defensiva.

—¡Siempre lo mismo! —me lanzó—. Tu familia me odia, me tratan como si fuera una carga. Y tú… tú no haces nada.

Era cierto. Todo me irritaba: la presión, el control de mi padre, la sensación de que cualquier paso en falso nos arruinaba. La rabia subió como una llama que no supe apagar.

—¿Y qué quieres que haga, Gabriela? —exploté sin medir—. ¿Que mande al demonio a mi padre y a toda la empresa? ¿Que me quede sin nada solo porque tú no aguantas un par de comentarios?

Ella retrocedió, temblando. Sus manos buscaban apoyo en el borde de la cama.

—¿Un par de comentarios? ¡Me están destruyendo, Sebastián! Pero claro, tú nunca lo vas a entender porque la que se queda aquí aguantando todo soy yo. Yo soy la que cuido sola a Valentina porque nunca me ayudas.

La rabia me cegó. Di un paso, golpeé la mesa de centro con tanta fuerza que la copa que había encima saltó y el cristal se astilló. El ruido fue seco, y la habitación se llenó de ese sonido metálico que te deja sin aire.

Gabriela se sobresaltó. Dio un paso atrás, asustada. Yo no pensé. Me acerqué arrastrado por la furia y, en un gesto torpe y violento, sujeté su brazo con demasiada fuerza, tirando de ella hacia mí como para hacerla callar.

—¡Gabriela…! —quise controlarme, pero su grito me partió la garganta. Fue el mismo chillido que había oído en otras ocasiones, aquel que me hundió cuando vi sus moretones la primera vez.

La solté de inmediato, horrorizado por lo que había hecho. Ella se llevó las manos al antebrazo, donde la presión me había dejado un rastro rojo, pero entonces algo peor ocurrió: en un instante, sus ojos se agrandaron por el dolor y cayó al suelo con un grito ahogado, agarrándose el vientre con las dos manos.

—¡Aléjate! —me imploró con la voz rota, reptando para alejarse de mí—. ¡Aléjate!

La escena se me partió en mil. No había planeado hacerlo daño así. Vi su cara, y fue como mirar mi propia agua negra de culpa: su miedo me atravesó, y la rabia me dejó de sostener. La habitación giró. Al levantarla, su piel estaba fría y sus manos temblaban; se quejaba de un dolor que no parecía disminuir.

—¡Llamen a una ambulancia! —grité a quien fuera, porque en ese momento la furia y el pánico se mezclaron.

Los minutos se convirtieron en horas: Yo no dejaba de repetirme que había sido un accidente, que no había querido… pero las palabras se me ahogaban.

En urgencias la llevaron rápido a una sala blanca y brillante. Monitores, camillas. Un doctor nos explicó que harían una ecografía y la revisarían. Me hicieron salir de la habitación, y allí, en el pasillo, el tiempo fue un martirio.

El diagnóstico llegó: Gabriela estaba embarazada de unas semanas —algo que yo no supe, no supe proteger, no supe cuidar— y el impacto físico de la caída y la presión en el vientre habían provocado una hemorragia interna que no pudieron controlar. Había perdido el bebé.

Era como si la tierra se abriera bajo mis pies. Sentí que me desvanecía mientras la palabra “grave” y la frase “lo sentimos” se repetían a mi alrededor con voces amortiguadas. No pasó por mi cabeza la lógica ni la defensa; solo la sensación de que había destruido algo irremplazable con mi propia rabia.

Entré corriendo a la habitación de recuperación cuando me permitieron, y la vi: pálida, exhausta, llorando en silencio. Su mano se cerró como un lastre sobre la sábana. Yo quise pedir perdón, suplicar, explicarme, pero las palabras se me rompían en la garganta. Todo mi mundo era ese rostro al que le había hecho daño.

—Gabi —balbuceé, incapaz de sostener mi mirada—. No quise… no quise esto.

Ella me miró con una mezcla de incredulidad y odio que me destruyó.

—Esto…—me dijo, con la voz cortada—.No te lo voy a perdonar, Sebastian.

Ahí, en esa habitación fría, entendí que el daño no era solo físico. Había cruzado una línea que ya nunca podría volver a borrar. No importaban las excusas, no había “accidente” que limpiara la culpa. Lo que había hecho me marcaría para siempre.

Después de esa noche nada volvió a ser igual.

Gabriela ya no me miraba de la misma forma. Donde antes había complicidad, había distancia. Donde antes había confianza, había miedo.

A la mañana siguiente, traté de acercarme a ella en el desayuno, pero se limitó a comer en silencio, con la mirada fija en el plato. Cada vez que mi mano se acercaba demasiado, su cuerpo se tensaba.

Lo peor no fue solo eso. Mi padre también lo supo.

No sé cómo, pero Daniel, mi mejor amigo—a quien creía de mi lado— le contó que había discutido con Gabriela.

—¿Qué clase de hombre pierde el control con una mujer embarazada? —me espetó mi padre en el estudio, con esa voz grave y autoritaria.

Yo no respondí. Porque, en el fondo, ya me sentía culpable.

—Tu debilidad es lo que arruina a esta familia —continuó—. Primero, traer una muchachita cualquiera a esta casa, y ahora esto.

Apreté los puños.

—Ella no es cualquiera.

—Lo es para el mundo, Sebastián. —su mirada fue pesada—. Y tú estás arrastrando nuestro renombre con ella.

Quise responder, pero me quedé callado. Porque si decía una palabra más, sabía que iba a perder lo único que me quedaba: el derecho a estar con Gabriela y con nuestra hija.

Esa fue la primera vez que entendí que mi padre no me veía como su hijo… sino como un proyecto de sucesor al que no podía permitirse “ver caer”.

Esa fue también la primera vez que me pregunté cuánto tiempo podría resistir Gabriela en esa mansión sin romperse. Y la amarga respuesta fue que… cada día la veía apagarse un poco más.

Después de unos meses, nos reconciliamos. No fue perfecto, pero lo intentamos.

Cinco años más tarde, por fin logramos salir de la mansión Valtieri. Conseguimos otra casa, más pequeña, lejos de la mirada inquisidora de mi padre y la lengua venenosa de mi familia.

Gabriela estaba aliviada. La vi sonreír de verdad por primera vez en mucho tiempo, como si al fin pudiera respirar.

Pero esa paz duró poco.

Yo estaba consumido por la empresa familiar y, al mismo tiempo, terminando mis estudios universitarios. Salía al amanecer y volvía cuando Valentina ya dormía. Gabriela, en cambio, pasaba los días sola en aquella casa, criando a nuestra hija prácticamente sin ayuda.

Me decía que no me daba cuenta, pero ahora lo sé: no estaba ahí. No de la forma en que debía.

Un día, me habló mientras recogía los juguetes de Valentina en la sala. Tenía esa mirada que usaba cuando se preparaba para una pelea.

—Sebastián… quiero estudiar. Quiero ir a la universidad. No puedo seguir así, siento que me estoy apagando.

—¿Y quién cuidará de Valentina? —le respondí sin pensarlo, con ese tono frío que había aprendido de mi padre.

—Entra al preescolar el próximo mes. Puedo organizar mis horarios, aprovechar ese tiempo para avanzar.

Sacudí la cabeza.

—No es el momento, Gabriela. Lo mejor es que te quedes en casa. Valentina necesita estabilidad.

Ella me miró con un brillo extraño en los ojos.

—¿Estabilidad o una madre atrapada?

No supe qué contestar.

La verdad es que, en ese entonces, no entendía. Pensaba que estaba siendo responsable, protector. No me daba cuenta de que ese instinto mío… ese “querer cuidarla de todo”… se había transformado en otra cosa.

Un rasgo tóxico. Una herencia que ni siquiera notaba que cargaba.

Gabriela lo percibía, y poco a poco ese veneno empezó a matar lo poco que nos quedaba del amor que alguna vez nos unió.

Un día Gabriela estaba en la cocina, recogiendo los platos de Valentina, me había dicho que fuera al preescolar, porque al parecer Valentina se había Peleado con un compañero. Le dije que fuera ella que ese era su trabajo y ahí fue cuando explotó.

—También es tu hija, Sebastián. ¡Su crianza no depende cien por ciento de mí! —me lanzó, con el rostro encendido—. No puedes desligarte de tu paternidad como si con pagar cuentas ya cumplieras. Un día que pases con tu hija no se te acabará el mundo.

Me quedé helado unos segundos, pero luego la rabia me ganó.

—¡Sí, sí se me acabará el mundo, Gabriela! —respondí alzando la voz—. Porque tú no entiendes nada, no entiendes que si me detengo no comemos en esta casa. ¿Tu cabeza no puede procesar algo tan simple?

Ella parpadeó, incrédula.

—¿Perdón?

—¿Cómo vas a entender si solo te la pasas en la casa? —escupí, sin medir lo que decía—. Soy yo el que trae el sustento, el que se parte la cabeza doce horas diarias para que no te falte nada.

El silencio que siguió me heló los huesos. Pero la rabia no me dejó detenerme.

—Ya salimos de la mansión, que era lo que querías. Cumplí todos tus caprichos, Gabriela. ¡Todos! Porque te amo de verdad… pero nunca estás feliz, nunca estás satisfecha. La verdad, no sé qué hacer contigo.

Vi cómo sus labios temblaron antes de que pudiera responder. Sus ojos brillaban de un dolor que no supe reconocer en ese instante.

El abismo entre nosotros se hacía más grande cada día.

1
Elena Maza
hay Gaby que fuerte 😭😭 por qué aún que no lo quieras aceptar estás enamorada de Daniel pero no sabes como decirlo pero tienes que ser fuerte y decirle a el y a Valentina lo que sientes
Linilda Tibisay Aguilera Romero
hay Gabriela de verdad necia date la oportunidad de ser feliz no sigas atada a Sebastián y Val debería estar feliz por qué quieras ser feliz
Nilce montilla
de verdad que se lo ganó a pulso,pero es su papá y para ella es mas doloroso que la persona que la tenía que proteger nunca estaba ,su héroe,su todo,ahora le toca enmendar su error,tanto con la hija como con la mamá.
chica°mangaromantico
Vamos Sebastián, tú puedes, poco a poco lograras lo que todos sabemos quieres
Linilda Tibisay Aguilera Romero
tiene que tener paciencia y trabajar en demostrar que de verdad estás arrepentido y vas a cambiar
Linilda Tibisay Aguilera Romero
hay Sebastián vas a tener que hacer mucho mérito para que te perdonen les hiciste mucho daño y pusiste el dinero y el poder de tu familia primero que ellas y ni se te ocurra atacar a Alex
Linilda Tibisay Aguilera Romero
si quieres cambiar y comportarte como un verdadero hombre eso es lo primero que tienes que hacer acabar con esa relación vacía con Natalia por qué ella no quiere ni respeta a tu hija
Tatiana Aricapa
conoce el lugar que ocupas en la vida de otros no es fácil pero cuando te das cuenta de eso sabes que hacer a continuación simplemente nos cuesta soltar y nos falta valor para dar un salto de fe, el tipo está bien equivocarse pero de sabios rectificar a tiempo antes de autodestruirse el tipo deve salir del yugo de sus padres si quiere reconstruir la relación con su hija por que con su ex esposa ya no fue más la lastimo tanto la quebró tantas veses que así quiera curar esas cicatrices en oro quedan huellas que solo el tiempo se pueden sobrellevar por que permanecen no se puede borrar ni olvidar solo se aprende a vivir con ellas como aprendizaje
Elena Maza
no sabes amar😭😭😭
Elena Maza
y lo seguirás arruinando si no detienes ese poder que según tu mereces cuando no es cierto no la dejas ser feliz pero la vas a perder definitivamente por qué ella no quiere un cobarde como tú
Rossy Bta
más capitulos por favor, encantada con la novela 👍
Linilda Tibisay Aguilera Romero
Sebastián a llorar para el valle tu fuiste el culpable no la valoraste
chica°mangaromantico
Primera en dar like.
Primera en comentar.
Primera en enviar una solicitud de actualización.
(No creen que merezco un especial saludo de la autora?)
chica°mangaromantico: Amo ser la motivación de alguien
total 2 replies
Linilda Tibisay Aguilera Romero
estos un desgraciado Sebastián te pasas. pero ella es fuerte y nomás a poder destruirla
chica°mangaromantico
Creo que entiendo lo que pasa por la cabeza de Sebas. Él se siente menos porque Gabriela está logrando la felicidad que él no la pudo dar y se nota a leguas que todavía la ama pero es muy orgulloso
Yazz: Estoooooooo😭👏👏👏👏
total 1 replies
Nilce montilla
espero que ella no se deje y que de verdad Daniel le dé ese amor bonito que ella se merece y que Sebastián se arrepienta de todo lo que le ha echo
Elena Maza
😭😭😭😭😭 que desgraciado eres sebastian la destruiste y lo seguirás haciendo, no te importa nadie solo tú
chica°mangaromantico
Al menos ambas se reconciliaron
Elena Maza
que triste momento y tú Sebastián que no aprendes amar y dejar que la sociedad destruye tu familia
Linilda Tibisay Aguilera Romero
ella tenía iqe enterarse en algún momento de la verdad
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