Cuando sabemos que la vida nos tiene deparado un futuro, pero somos nosotros mismos quienes creamos los caminos que nos llevan ya sea a la toma de buenas o malas decisiones, todas las que he tomado de ninguna me arrepiento me han hecho el hombre que soy y llegar a ser lo que soy y nada ni nadie me hará cambiar de parecer eso era lo que creía hasta que supe que jamás tendría una oportunidad en su vida
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Mientras lo observaba, reflexioné sobre nuestro viaje juntos. Habíamos construido una vida sólida, basada en la confianza y el respeto. Claro, teníamos nuestros momentos difíciles, como cualquier pareja, pero siempre había sentido que compartíamos algo que pocas personas lograban en sus relaciones: una conexión inquebrantable. Eso no significaba que no hubiese cosas sin resolver entre nosotros. James siempre había sido una persona reservada, un hombre de pocas palabras en lo que respectaba a sus emociones más profundas. Y, sin embargo, todo lo que no decía, lo expresaba con gestos. Con una caricia en el momento justo, una mirada cargada de complicidad o, simplemente, con su presencia silenciosa a mi lado cuando más lo necesitaba.
No pude evitar pensar en los momentos más difíciles que habíamos vivido juntos. Como cuando fui secuestrada por Sao. Jamás olvidaré el miedo en los ojos de James cuando me rescató. Fue en ese instante que entendí hasta qué punto estaría dispuesto a sacrificarlo todo por mí. En su mirada no había rastro de dudas, solo una determinación feroz de protegerme a cualquier costo. Desde entonces, supe que él era mi hombre perfecto, imperfecto en sus propios modos, pero perfecto para mí. Y, en mi corazón, había jurado que jamás lo dejaría solo con sus demonios.
Volviendo al presente, me acerqué un poco más a él. Andrew seguía ahí, ajeno a la tormenta interna que yo podía ver claramente en James. Sentí una punzada de incomodidad cuando noté la intensidad con la que James observaba al joven. ¿Por qué esa mirada tan profunda? Algo en Andrew lo había sacudido, y aunque al principio no entendí qué era, pronto noté algo. Sus ojos. El color de los ojos de Andrew era idéntico al de James. Un verde con destellos dorados, que brillaba de la misma manera bajo la luz de la sala.
Esa similitud no podía ser una coincidencia. Algo en esos ojos había llevado a James de vuelta al pasado, a ese rincón de su vida del que nunca me había hablado. Vi cómo su mirada fluctuaba entre el joven y yo, y supe que estaba enfrentando un dilema interno. Sabía que estaba a punto de abrirse, de dejarme entrar en ese lugar oscuro que había protegido durante tantos años.
Me acerqué lo suficiente como para tomar su mano. Quería que supiera que estaba allí, que lo apoyaba, sin importar lo que ocurriera. Sentí que mi toque lo trajo de vuelta a la realidad. Me miró, y por un instante, el dolor y la confusión en sus ojos se suavizaron. Sabía que estaba asustado, que lo que fuera que estaba a punto de decirme le costaría mucho. Pero también sabía que nuestra relación era lo suficientemente fuerte como para resistir cualquier cosa.
No dije nada, porque no hacía falta. En nuestro silencio compartido, le di todo el espacio que necesitaba para prepararse. Habíamos superado tanto juntos, y ahora estábamos a punto de superar algo más. Y, aunque no sabía exactamente qué era lo que guardaba en su interior, estaba segura de una cosa: lo enfrentaríamos juntos.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, vi cómo James tomaba una respiración profunda, como si se preparara para enfrentar sus propios fantasmas. El momento había llegado. Estaba lista para escucharlo, para acoger lo que fuera que estuviera a punto de decirme, porque sabía que, con él, podía llegar hasta el fin del mundo. Y lo haría.