Una profesora de campo muere tras un accidente en su escuela-casa. Reencarna en Arlette, la protagonista de una historia donde la verdadera villana es ella. pero ella no seguirá la trama y creará a su propio villano para protegerla
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capitulo 18: ¿Quién es el prometido?
Murphy salió de la fiesta del palacio con el rostro tenso y los puños apretados. La música y las risas se desvanecieron a su espalda mientras se dirigía a su habitación, sintiéndose cada vez más frustrado.
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La grandeza del lugar, los adornos dorados y los candelabros brillantes no podían ocultar la decepción que lo consumía. Había llegado esperanzado, esperando recibir los trofeos llamados Arlette y Alejandra. Sin embargo, en lugar de eso, se encontró con la presencia de una mujer que no debía estar allí, una figura que representaba todo lo que él no quería en su vida. La rabia lo invadió al recordar la escena en la que había visto a esa “gorda” bailando y riendo con los demás, mientras él fue la burla por perder dos apuestas en una.
Con un golpe de pie, pateó una mesa que estaba desordenada, la madera resonó en la habitación vacía, y los objetos sobre ella temblaron.
—¿Cómo fue posible que en vez de mis trofeos, esta gorda allá abajo?— gritó.
Era un hombre acostumbrado a ser el centro de atención, a recibir elogios y a ser admirado. Se sentó en una silla, su expresión se tornó oscura mientras sus pensamientos giraban en torno a la humillación que había sentido. No solo había fallado en su apuesta, sino que también había sido plantado por la mujer que había creído que estaba destinada a ser su compañera.
Sus amigos, quienes habían apostado en su favor, entraron en la habitación riendo, disfrutando de su miseria. La risa de ellos resonó como una burla en sus oídos, y Murphy, incapaz de contener su ira, se volvió hacia ellos.
— si siguen riéndose, les corto la membresía y la lengua— dijo con desdén.
La amenaza era seria, pero el tono de su voz revelaba que su frustración era más profunda que un simple juego de apuestas.
— doblo la apuesta. Conseguiré a esa mujer y estará casada conmigo al final del mes— proclamó, su voz firme, como si su determinación pudiera cambiar su destino.
— h-hecho— dijeron sus amigos, entre risas nerviosas, sabiendo que Murphy no era un hombre que dejara las cosas en manos del azar.
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Al día siguiente, el sol se filtraba a través de las cortinas de la habitación de Everest, iluminando el espacio con una luz suave y dorada. Él estaba sentado en un cómodo sillón, sumido en la lectura de un libro, mientras Arlette, la joven que había estado a su lado, le leía en voz alta. La melodía de su voz llenaba el aire y Everest se dejaba llevar por las palabras, disfrutando de cada sílaba. Era un momento perfecto de calma y cercanía. Arlette tenía una forma especial de contar las historias, haciéndolas cobrar vida, y Everest se encontró atrapado en su narrativa, desearía que nunca se detuviera.
De repente, Arlette se levantó, interrumpiendo el flujo de su relato. Ya que Willow interrumpe. Willow, el mayordomo, que le dijo que había una visita muy importante en el jardín de cristal. Intrigada y un poco preocupada por la importancia de la visita, Arlette decidió ir a ver qué sucedía, prometiendo que volvería rápidamente.
— tengo que ir al jardín— anunció.— espérame aquí.
Mientras ella se alejaba, Everest se sintió un poco preocupado, pero sabía que era solo un momento. Arlette era importante para él, y el deseo de no incomodarla impulsaba a querer hacer todo lo posible por ella. Incluso en hacerle caso. Cuando ella bajó, se encontró con un hombre que parecía sacado de un cuento de hadas.
Era el príncipe, con una sonrisa brillante. En sus manos sostenía una caja de regalo que la hizo sentir un escalofrío de incomodidad.
—Arlette. Estás preciosa. Ven acércate.— la llamó con una voz suave, casi seductora.
Sin embargo, Arlette no pudo evitar sentir un ligero asco. No era el tipo de hombre que había imaginado; no era tan especial como en la historia original.
— no, estoy bien aquí. ¿Qué es lo que te trae aquí, su alteza?— respondió, manteniendo la distancia. Su tono era firme.
Murphy, el príncipe, se acercó, su sonrisa parecía más amplia.
— sé que te sientes nerviosa por mi presencia, pero no deberías temer. He traído un regalo para resaltar tu belleza— dijo, abriendo la caja con un gesto teatral.
Dentro, brillaba un anillo que no era de diamantes, sino de una joya más impresionante, de un azul profundo que parecía capturar la luz de manera hipnotizante. Sin embargo, Arlette no se sintió atraída por el objeto.
— lo siento, no me gustan las joyas. Prefiero algo más detallista, algo sincero— respondió, y aunque agradeció el gesto, su voz era resoluta. La idea de que su valor fuera medido por una joya le parecía superficial.
Murphy, herido en su orgullo, tomó con fuerza la muñeca de Arlette, un agarre que difería del suave toque de Everest.
— por favor, no te vayas. Te prometo que te traeré algo más a tu gusto. Quiero conocerte y...—
La voz fuerte de Everest resonó en la entrada, interrumpiendo el momento.
— Arlette... ¿Qué hace con mi prometida?— preguntó, su mirada fulminante fija en Murphy. Ambos hombres se miraron, el príncipe sorprendido.
Everest lucía elegante, con un traje negro que exudaba autoridad, y había un aire de desafío en su postura.
— ¿Y tú quién eres?— inquirió Murphy, con incredulidad. —Yo soy su prometido— replicó, su tono lleno de arrogancia.
— Calister Miller. Archiduque del imperio del sur. Vine hoy temprano para visitar a mi prometida— dijo Everest, agachándose para tomar la mano de Arlette. Con un gesto cómplice, le indicó que siguiera el juego.
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Arlette, atrapada entre la risa y la sorpresa, decidió actuar, asumiendo el papel que su prometido le había dado.
— eso es imposible— respondió Murphy, indignado. — su padre acordó el compromiso con una de sus hermanas y yo elegí a Arlette. ¡¿Dónde está el duque?!— su voz se alzó, llena de frustración.
— por favor, no grite en esta casa— interrumpió Leticia, la tía de Arlette, quien se unió a la escena con un aire de autoridad. — no ve que está el verdadero prometido de mi sobrina. Además, el duque no está y no vendrá dentro de unos meses.
Murphy, al borde de la explosión, apretó los dientes.
— esto no puede ser. Le hablaré a mi padre y al duque sobre esto, le enviaré una carta y se enterará de esto. Arlette es mía. Será mi futura esposa, aunque ella no quiera— su voz temblaba de rabia mientras se retiraba, dejando tras de sí una atmósfera tensa.
Everest lo observó salir, sin dejar de fulminarlo con la mirada.
“ de esta noche no vives, príncipe."
Leticia se acercó a ellos, compartiendo su descontento con lo que acababa de suceder.
— anoche ese mocoso me trató mal con solo la mirada— se quejó. — pude leerle su cara de asco hacia mí. Solo espero que esto no llegue a oídos de tu padre. ¿Cómo es posible que tu padre te comprometió con él? No lo entiendo.
— no te preocupes tía. Usted es hermosa y grandiosa. Padre no se enterará— respondió Arlette, su tono suave pero decidido, intentando calmar la situación.
Arlette, sintiéndose aliviada, le agradeció a Everest por la ayuda que le había brindado. Su actuación fue, sin duda, digna de aplauso, y la forma en que había manejado la situación le había dado una nueva perspectiva sobre él.
— además, el nombre que te inventaste es muy bonito— comentó, sonriendo.
— eso es lo único verdadero de lo que dije. Mi nombre real es Calister, Arlette— respondió Everest, su tono ahora más serio, pero una chispa de diversión brillaba en sus ojos.
— vaya. Entre la humillación del príncipe y tú verdadero nombre, me quedo con el frustrado del príncipe. Que gracioso fue verlo casi llorar.
Dijo Alejandra, sentada en una silla. Tenía rato ahí, pero como vio todo el show se quedó callada hasta entonces.
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