Lyra Blackwood es ultrajada por el hombre que creía amar que además es su mate, Pero este que no quiere nada con aquella niñita, la rechaza, Pero no contento con eso también la humilla y maltrata, por lo que lyra vuelve a casa y piensa en vengarse de todos.
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Casémonos
Lucian estaba en su habitación, completamente consumido por la ira. Su respiración era irregular, y las venas de sus brazos se marcaban mientras lanzaba al suelo los objetos más cercanos: una lámpara, un florero, incluso un par de libros que antes habían sido preciados para él. La furia lo cegaba, pero no podía dejar de pensar en lo ocurrido esa tarde.
Caelan, como siempre, lo había tratado con desdén, como si fuera un completo incompetente. El tono condescendiente que usaba al hablarle le hervía la sangre. Lucian apretó los puños, intentando contenerse, pero los recuerdos de la conversación lo atormentaban. Más allá del trato humillante, lo que realmente lo enfurecía era la amenaza velada que Caelan le había lanzado.
—Eres un alfa, pero no olvides que yo soy el rey alfa —había dicho Caelan con una sonrisa desdeñosa, esa que siempre hacía que Lucian quisiera lanzarse sobre él y desafiarlo.
Ahora, mientras la habitación se convertía en un campo de batalla por su propia frustración, Lucian se dejó caer en la cama, sus ojos brillando de una mezcla de rabia y determinación.
“Caelan se siente intocable,” pensó, con una mueca amarga en el rostro. “Pero eso cambiará.”
El pensamiento lo calmó un poco, lo suficiente como para que comenzara a planear. Sin embargo, lo que lo tenía verdaderamente inquieto era el descubrimiento más reciente: Caelan había encontrado a su luna, Lyra. Ese vínculo significaba que el rey alfa ahora era más fuerte que nunca, pero también representaba una debilidad.
“Quizá, si logro que Lyra lo rechace, pueda continuar con mi plan,” reflexionó, y una sonrisa perversa cruzó su rostro. “Solo tengo que hacer que esa loba se fije en mí.”
La idea cobró fuerza en su mente. Su lobo interno gruñó en aprobación, impulsándolo a seguir adelante con su retorcido esquema. Lucian sentía que tenía la ventaja; después de todo, él sabía cómo manipular y encantar a quien quisiera. “Caelan no verá venir esto,” pensó mientras se levantaba, decidido.
Por otro lado, en el despacho de Caelan, el aire estaba impregnado con el dulce aroma de Lyra. Apenas sintió su presencia, el rey alfa no necesitó que tocara la puerta.
—Entra —ordenó con voz firme, pero en sus ojos había una calidez que reservaba solo para ella.
Lyra entró con una sonrisa radiante y elegante, que siempre lograba desconcertarlo. Desde que él la había marcado, el vínculo entre ambos había crecido de forma exponencial. Para Lyra, ese sentimiento era un torrente incontrolable; su atracción hacia Caelan ahora era más intensa que nunca. Anhelaba que su relación diera el siguiente paso, deseaba poder unirse a él en cuerpo y alma, pero había aprendido a ser paciente.
—¿Querías verme? —preguntó Lyra mientras se acomodaba en el asiento frente al escritorio de Caelan.
El rey alfa asintió, observándola detenidamente. Había algo en su mirada que parecía más serio que de costumbre, aunque no por ello menos afectuoso.
—Necesito proponerte algo muy importante —dijo finalmente, su voz grave pero llena de intención.
Lyra inclinó ligeramente la cabeza, intrigada.
—Soy toda oídos —respondió con suavidad, pero su corazón latía con fuerza al estar tan cerca de él.
Caelan tomó una pausa antes de hablar, sus ojos reflejando una mezcla de determinación y afecto.
—La marca que te he puesto —dijo finalmente—, debería haber sido en nuestra noche de bodas. Pero no pude contenerme, Lyra. Mi lobo me exigía que lo hiciera, que te reclamara como mía, y no me arrepiento de ello. Por eso, quiero que nos casemos lo más pronto posible.
Lyra parpadeó sorprendida. Esperaba muchas cosas de aquella conversación, pero nunca imaginó que Caelan le propondría matrimonio de manera tan directa. Su corazón latía con fuerza, y aunque la idea la llenaba de emoción, también la inundaba de incertidumbre. No quería, ni podía, rechazarlo, así que simplemente asintió.
—Me parece bien —respondió con suavidad, ocultando su nerviosismo tras una sonrisa—. Solo debo hablarlo con mi padre.
Sin embargo, antes de que la conversación avanzara, un pensamiento atravesó su mente como un relámpago. Había algo que debía decirle, algo que temía podría cambiarlo todo. Lyra respiró profundamente, intentando reunir el valor.
—Espera —dijo de repente, levantando una mano como para detenerlo. Caelan la miró con curiosidad, sin entender el cambio en su tono—. Antes de que sigamos con esto, debo decirte algo importante. Si, después de saberlo, decides continuar con tu propuesta, entonces aceptaré sin dudarlo.
El alfa entrecerró los ojos, atento.
—Habla —le pidió con calma, aunque su mirada la hacía sentir vulnerable.
Lyra apretó las manos sobre su regazo, bajando la vista antes de hablar.
—Durante mi presentación ante la manada… no obtuve ningún don. Mi padre lo ocultó para protegerme. No lo culpes, solo quería que su hija no sufriera por rumores malintencionados.
Caelan permaneció en silencio, sus ojos fijos en ella. Ese silencio era más intimidante que cualquier palabra, y Lyra sintió que su estómago se encogía. Temía lo que pudiera pensar, lo que pudiera decir. Finalmente, al ver que él no reaccionaba, se puso de pie, incapaz de soportar la tensión.
—Entiendo que una luna no puede ser débil —dijo con voz temblorosa, pero con un atisbo de orgullo—. Aunque no me considero débil. Puede que no tenga un don, pero he entrenado duro. Sé defenderme mejor que muchos. Sin embargo, entiendo lo que esto significa para ti, para tu posición. Sé cómo te juzgarán si eliges a alguien como yo, alguien sin don, como tu compañera.
Caelan, que hasta ese momento había estado inmóvil, se levantó. Su presencia era imponente, y Lyra retrocedió un paso, insegura de lo que haría. Pero él acortó la distancia entre ellos con un movimiento decidido.
Con un gesto firme pero gentil, tomó a Lyra por la cintura, obligándola a mirarlo directamente a los ojos. La intensidad de su mirada la dejó sin aliento.
—A mí no me importa —dijo con firmeza, su voz grave resonando en la habitación—. Y mientras a mí no me importe, a ti tampoco debería importarte lo que piensen los demás. Si hay algo realmente destructivo, es permitir que los comentarios de otros definan tu vida.
Lyra tragó en seco, completamente atrapada por sus palabras y la cercanía de su cuerpo.
—Toda mi vida he estado rodeado de chismes malintencionados —continuó Caelan, su tono ahora más suave, aunque igual de intenso—. Y ¿sabes qué? No me afectan. No vivo por ellos, Lyra. Vivo por mí mismo. Y eso es lo que tú debes hacer.
La joven sintió un nudo en la garganta. Su corazón latía con fuerza descontrolada, y las palabras de Caelan resonaban en su mente como un eco interminable.
—Si alguien te falta al respeto alguna vez, entonces yo me encargaré de que paguen. ¿Entiendes? —terminó, su voz firme pero llena de promesas.
Lyra asintió lentamente, incapaz de hablar. Lo que Caelan le hacía sentir era algo que no podía ignorar. La seguridad que le transmitía, la forma en que parecía protegerla de todo, incluso de sí misma, era abrumadora.
—Entendido —murmuró finalmente, sintiendo que, con aquellas palabras, entregaba no solo su respuesta, sino también una parte de su alma.
—Bien —respondió Caelan, con una sonrisa cargada de determinación mientras observaba a Lyra—. Entonces hablaré con tu padre. Ya le había comentado antes que eras mi luna, y aunque creo que eso no le gustó demasiado, no se opondrá. Sé que es tu padre, pero quiero ser yo quien vele por ti y quien luche tus batallas a tu lado.
Lyra asintió con una sonrisa suave, sintiendo una calidez inesperada en su pecho. La cercanía de Caelan era embriagadora; el aroma a bosque que lo rodeaba la envolvía, mientras que Caelan, a su vez, se deleitaba con el sutil perfume a fresas silvestres que emanaba de ella.
—Hablaremos entonces juntos con mi padre —dijo Lyra, sus ojos brillando con resolución—. Quiero estar presente.
Caelan asintió, complacido con la fuerza que veía en su luna. Tenerla a su lado no solo lo llenaba de orgullo, sino también de una satisfacción indescriptible. Por fin, sentía que todo comenzaba a encajar. Podría disfrutar de tenerla no solo como su compañera, sino como su apoyo en todo y, eventualmente, como la mujer que lo completaría en la intimidad de su cama.
—Ya que estamos siendo sinceros —añadió de repente, su tono volviéndose más oscuro—, debo decirte algo: pienso destruir a Lucian. Sé lo que te hizo, y no preguntes cómo lo sé.
Lyra lo miró sorprendida, su cuerpo tenso ante la confesión. ¿Cómo había descubierto esa parte de su vida?
—Eso no —interrumpió ella, con firmeza—. Yo seré quien acabe con él.
Caelan la miró en silencio por un momento antes de asentir lentamente.
—Déjame ayudarte, al menos. No sabes cuánto me enfurece que ese imbécil se haya atrevido a lastimarte y a rechazarte. He tenido que hacer un esfuerzo sobrehumano para no arrancarle la cabeza cada vez que lo veo —gruñó, su voz cargada de enojo y una posesividad que Lyra podía sentir incluso en el leve apretón que ahora ejercía sobre su cintura.
—Te lo agradezco —respondió Lyra, con una calma sorprendente—. Pero quiero manejarlo yo misma. Sé que nuestra conexión hace que sientas esto tan intensamente como yo, pero necesito encargarme de esto sola. Quiero que Lucian me mire a los ojos y vea a la mujer que rechazó. Quiero que entienda a quién despreció y, más que nada, quiero que suplique perdón mientras agoniza. Quiero verlo todo.
El odio en su voz era palpable, tanto que incluso sorprendió a Caelan. Pero él entendió perfectamente lo que su luna sentía. Había algo primario en aquel deseo de venganza, algo que lo hacía admirarla aún más.
—Si eso es lo que desea mi luna, entonces así será —concluyó con firmeza, su mirada oscurecida por la misma rabia que Lyra albergaba en su interior.
Sin decir nada más, Caelan la tomó en brazos, levantándola con facilidad. La llevó hasta sentarla en su regazo, donde ella quedó atrapada entre sus brazos fuertes y su mirada intensa. Antes de que Lyra pudiera reaccionar, él inclinó la cabeza y reclamó sus labios con un beso profundo, su lengua explorando la dulzura de la boca de la joven.
Lyra no resistió. Su cuerpo respondió de inmediato a aquella pasión innegable, sus dedos aferrándose a los hombros de Caelan mientras la intensidad de su conexión los envolvía. La habitación parecía llenarse de una energía tangible, una mezcla de deseo, odio compartido y una promesa tácita de que juntos lo enfrentarían todo.
(portada del libro, hablado en nota de autor)
Para que vean que no lo he olvidado, ya ando en esa novela, trabajando la para entregarles una novela bien hecha.