La Capo De La Camorra

Alek

La beso con urgencia, con hambre y con ganas de castigarla por todo este tiempo que me ha hecho añorarla de la forma en que lo hago.

La odio por eso.

La odio por transformarme en este hombre de las cavernas, que no puede esperar a que ella esté lista para admitir que me desea. Voy a tener que obligarla.

El avión se mueve más bruscamente haciendo que nuestros cuerpos se rocen en los lugares correctos.

Mía jadea y es música para mis oídos.

–¿Por qué tienes que hacerte la difícil? –mascullo en su oído antes de meterme su lóbulo en mi boca y succionar con fuerza.

Jadea. –Porque mantiene las cosas divertidas, ¿no lo crees? –pregunta entre gemidos suaves.

–No lo creo. Me has tenido duro desde el beso en el restaurante.

–Podrías haberte acostado con otra mujer o usar tu mano –devuelve con insolencia.

Tomo su barbilla con fuerza. –No me conformo con menos de lo que quiero, muñeca. Y ahora te quiero a ti. Nada más ni nada menos.

–Que honrada me siento –dice sarcásticamente.

Bajo mi boca y muerdo la punta de su pecho sobre su blusa blanca como castigo. Mía entierra sus uñas en mi cuero cabelludo, haciéndome pagar.

Desabotono su blusa y respiro profundamente al descubrir su brasier blanco con encaje.

–Te gusta torturarme, ¿no? –Me mira con los ojos desenfocados mientras sus manos juguetean con la hebilla de mi jeans–. No me contestes, sé que disfrutas torturándome.

La beso nuevamente y gruño al paladear su dulce sabor. Que delicia de mujer.

Mía gime en mi boca cuando la subo sobre el minúsculo lavamanos y abro sus piernas para encontrarme otro pedazo de encaje blanco.

Maldigo en ruso.

Imagino que perderé la cabeza por su culpa.

Me arrodillo como puedo en el pequeño lugar y entierro mi rostro en el vértice de sus piernas. Su dulce olor me tiene completamente embriagado.

–Espero que no estés apegada sentimentalmente a tus bragas –digo antes de tirar de la tela con la fuerza suficiente para desintegrarlas.

Mía jadea por la sorpresa, pero entierro mi lengua en su centro antes de que pueda arrepentirse de esto.

–Maldito seas, Ivanov –gruñe antes de pasar sus uñas por mi cabeza y pegarme más a ella.

Su sabor y su forma de responder a mis caricias es mejor de lo que soñé.

Paso mi nariz por su montículo, sacándole un sollozo antes de meterlo a mi boca y succionar con fuerza.

–Ay –se queja.

–¿Qué pasa?

–Me estoy enterrando la grifería en el trasero –dice molesta.

–¿Quieres que me detenga?

–Ni se te ocurra –devuelve de inmediato.

Sonrío antes de volver a devorarla. Paso mi lengua una y otra vez, sin detenerme. Su sabor es adictivo y quiero probar hasta la última gota de deseo que esta mujer pueda darme.

Entierro mi lengua profundamente en su centro y sé que si utilizara mis dedos la haría llegar más rápido, pero me gustan los desafíos. Además, quiero torturarla como ella lo ha hecho conmigo todo este maldito tiempo.

–Sí, así –pide entre suaves gemidos–. Maldita sea, se siente tan bien.

Mi boca y rostro se llenan de la evidencia de su deseo. Este es el premio que todo hombre busca cuando se come a su mujer.

Vuelvo a succionar su montículo que está duro e hinchado, rogando por mi boca.

–¡Alek, por favor! –suplica y se siente tan bien su sumisión que la premio con uno de mis dedos–. Alek, Alek –repite una y otra vez mientras el avión sigue moviéndose y la azafata golpea la puerta del baño.

Sus paredes se aferran a mi dedo y juro que puedo sentirlo en mi polla.

Gruño, avergonzado de mí mismo. Estoy cerca de correrme y la mujer ni siquiera me ha tocado.

Mía acaricia sus pechos con sus manos mientras sus ojos están cerrados, pérdida en todo lo que está sintiendo, y sé que nunca he visto una escena más maravillosa como esta.

Pensé que ver desangrarse lentamente a mi progenitor era lo mejor que verían mis ojos, pero me equivoqué. Esto es mucho mejor.

Su cuerpo tiembla mientras su boca me llama.

¡Qué bella imagen!

–Por favor –ruega golpeando la pared con su cabeza.

Vuelvo a hundir mi lengua junto a mi dedo, y es todo lo que necesita para dejarse ir con un grito que resuena por todo el lugar. Todos en este avión deben saber lo que estamos haciendo. Por suerte tengo un jet privado.

–Así, muñeca, disfrútalo –susurro con mis labios pegados en su muslo–. Quisiera quedarme aquí toda la puta vida. Hueles maravilloso.

El avión por fin deja de moverse y el golpeteo en la puerta cesa. Me obligo a ponerme de pie y tomo el rostro de Mía en mis manos. Acaricio su nariz con la mía antes de darle un beso suave en sus deliciosos labios.

–¿Necesitas que te ayude a correrte? –pregunta aun con los ojos cerrados–. No soy egoísta.

Me rio y vuelvo a besarla.

–No es necesario. Estoy bien. Además, cuando me des placer no me voy a conformar con tu boca ni con tus manos. Quiero todo de ti, Mía.

Sus ojos se abren y luego su ceño se frunce.

–No sé qué es lo que crees que puedo darte, pero te aseguro que estás equivocado.

–Quiero lo que no le has dado a ningún hombre.

–¿Quieres mi trasero? –pregunta indignada.

Me rio y dejo caer mi frente en la suya.

–No me refería a eso, pero estaré feliz de ser el primero. Quiero tu alma, Mía Saviano y no me conformaré con menos.

Puedo ver como todo su cuerpo se tensa.

Maldita sea, arruiné el momento.

–Lo único que puedo ofrecerte son unas horas agradables en la cama, nada más –dice antes de bajar del lavamanos y abrir la puerta–. Lo tomas o lo dejas –agrega antes de salir y dejarme en el baño solo y hambriento de ella una vez más.

Sabía que conquistar a Mía Saviano sería difícil, pero nunca pensé cuánto dolería cada uno de sus rechazos.

Golpeo la pared con rabia. Juro que nunca le dejaré ver todo el poder que tiene sobre mí.