Trata de una chica universitaria que trabaja para solventar los gastos de su hogar, sus padres se enfermaron pero se enamora de un chico rico ¿Que pasará?
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Capítulo N°18
Evangelina estaba terminando de regar las flores cuando escuchó el sonido de un par de autos estacionándose frente a la mansión. Frunció el ceño, extrañada. La señora le había mencionado que su familia podía visitarla de vez en cuando, pero no esperaba recibir visitas en ese momento.
Mientras seguía con su tarea, escuchó voces acercándose. Reconoció de inmediato la voz profunda de Leonardo, quien últimamente se había convertido en una presencia frecuente en la casa. Pero hubo otra voz que la dejó completamente sorprendida.
—¡Evangelina! —exclamó una voz femenina llena de emoción.
Ella se giró rápidamente y quedó boquiabierta.
—¿Marina?
Frente a ella, con una sonrisa radiante, estaba su mejor amiga de la universidad, la persona que la había apoyado en los momentos más difíciles y con quien había pasado noches enteras estudiando.
Sin pensarlo dos veces, Evangelina corrió hacia ella y la abrazó con fuerza.
—¡No puedo creerlo! ¿Qué haces aquí?
Marina rió y la estrechó con la misma emoción.
—Yo podría preguntarte lo mismo.
—Trabajo aquí —dijo Evangelina, aún en shock—. Pero… ¿qué haces tú aquí?
Antes de que Marina pudiera responder, Leonardo carraspeó, llamando su atención.
—Marina es mi hermana menor —dijo con una sonrisa divertida.
Evangelina se quedó helada.
—¿Qué?
—Sí, Evangelina —intervino Marina, riendo—. Leonardo es mi hermano. Nunca mencioné su nombre porque sé que es un gruñón y no quería arruinar tu imagen de los Devereux.
Leonardo suspiró.
—Gracias, hermana.
Evangelina aún no podía creerlo. Su mejor amiga resultaba ser la hermana de su jefe, el mismo hombre que últimamente parecía estar en todas partes donde ella estaba.
—Esto es… increíble —susurró, sin saber cómo reaccionar.
—Y aún no conoces a nuestro hermano mayor —intervino otra voz masculina.
Un hombre alto y de apariencia elegante se acercó, observándola con curiosidad.
—Soy Sebastian Devereux, el mayor de los tres —se presentó con una sonrisa amable—. Encantado de conocerte, Evangelina Ríos.
Ella parpadeó, aún asimilando la información.
—Yo… igualmente.
—Vaya —murmuró Marina—, esto sí que es una coincidencia increíble.
Leonardo cruzó los brazos y miró a Evangelina con una mezcla de diversión y orgullo.
—Parece que el destino no deja de encontrarnos.
Evangelina sintió un ligero rubor en las mejillas y desvió la mirada. Nunca imaginó que su vínculo con Marina la llevaría a estar aún más conectada con Leonardo.
Y, sin darse cuenta, su mundo estaba comenzando a cambiar.
El aire en la mansión se sentía diferente esa tarde. Evangelina, aún procesando la increíble revelación de que Marina era la hermana de Leonardo, se sentía fuera de lugar rodeada por los hermanos Devereux. La familia tenía un aura de elegancia natural, pero también una calidez inesperada que la desarmaba.
Marina, fiel a su carácter efusivo, no dejaba de abrazarla, feliz de haber encontrado a su amiga en un entorno tan inesperado.
—¡No puedo creer que estés aquí! —decía una y otra vez—. Leonardo jamás mencionó que una chica tan increíble como tú trabajaba en la casa de la abuela.
Evangelina lanzó una mirada de incredulidad a Leonardo, quien se veía visiblemente incómodo mientras Marina lo miraba con picardía.
—No tenía por qué mencionarlo —respondió él, mirando hacia otro lado.
—¡Oh, claro que sí! —intervino Sebastian con una sonrisa divertida—. Es la primera vez que vemos a nuestro hermano menor tan interesado en alguien.
Evangelina sintió un calor subirle a las mejillas.
—No exageren…
Sebastian cruzó los brazos y la estudió con curiosidad.
—Sabes, no cualquiera logra captar la atención de Leonardo. Normalmente, es un ermitaño del trabajo que solo respira negocios. Pero ahora lo veo de lo más inquieto.
Leonardo bufó y lanzó una mirada fulminante a su hermano.
—Deja de decir tonterías.
Marina se rió, divertida con la situación.
—No es una tontería, Leo. Evangelina es increíble. En la universidad, fue mi mayor apoyo. Sin ella, no habría aprobado muchas materias.
Sebastian arqueó una ceja.
—¿Así que tenemos a una mujer inteligente, trabajadora y con determinación? Interesante.
Evangelina sintió que la observaban con intensidad y bajó la mirada, nerviosa.
—Yo solo… hago lo que puedo.
—No seas tan modesta —intervino Marina—. ¡Eres brillante! Y ahora que sé que trabajas aquí, podemos pasar más tiempo juntas.
Evangelina se sintió reconfortada por las palabras de su amiga. Sin embargo, no podía ignorar la presencia de Leonardo, quien se mantenía en silencio, observándola con una mirada que parecía querer leer su alma.
—¿Y qué opinas tú, Leo? —preguntó Sebastian con una sonrisa burlona—. Has estado muy callado.
Leonardo soltó un suspiro y miró a Evangelina fijamente.
—Opino que Evangelina es una persona admirable. No cualquiera logra equilibrar el trabajo con los estudios y seguir adelante a pesar de todo.
Evangelina sintió un vuelco en el pecho. Era la primera vez que Leonardo le dirigía palabras tan directas y llenas de significado.
—Gracias —murmuró, sin saber qué más decir.
Marina y Sebastian intercambiaron una mirada cómplice, notando la química que se formaba entre ellos.
—Bueno, Leo —dijo Marina con una sonrisa traviesa—. Si Evangelina es alguien tan especial, deberías asegurarte de tratarla bien.
Leonardo la miró de reojo.
—No hace falta que me lo digas.
La tarde transcurrió entre risas, conversaciones y un ambiente familiar que Evangelina no esperaba encontrar. A pesar de su nerviosismo inicial, comenzó a sentirse cómoda entre los hermanos Devereux. Marina era su misma amiga de siempre, Sebastian resultó ser una presencia confiable y cálida, y Leonardo…
Leonardo seguía siendo un enigma. Pero, por primera vez, sentía que tal vez podía descubrir quién era realmente detrás de su fachada de empresario serio y reservado.
Y eso la aterraba y emocionaba al mismo tiempo.